jueves, 23 de mayo de 2013

Nuria Espert


Fue delicioso ver a Nuria Espert entrevistada por Iñaki Gabilondo en su programa, Quiero un momento, que parece pasar de puntillas por la parrilla televisiva y suele ser un placer verlo. El plató en sombra y sólo una mesa iluminada crea un ambiente que incita a la confidencia. La amplia experiencia de Gabilondo permite que sea muy hábil haciendo que la gente se sienta cómoda y conversadora.
Se notaba el afecto que ya existía entre ambos, había mucho feeling. Como no la veía hace mucho acusé el paso del tiempo en el rostro de la actriz, siempre tan terso y como de nácar, y en su voz, algo más desgastada, aunque igualmente personal y maravillosa. La recuerdo como la narradora de La edad de la inocencia, que enriqueció el film. Ahora se ha aclarado el pelo, pero siempre tuvo una melena azabache lisa y brillante preciosa.

La actriz habló de su carrera desde sus comienzos, cuando tenía 17 años y ya el mundo de la interpretación era una necesidad vital. “Tenía ese malestar… Necesitaba algo más”.

Y siempre ha sido así, nunca se ha conformado con lo ya conseguido, siempre ha necesitado dar un paso hacia adelante para avanzar en los retos que han ido surgiendo. Y lo cierto es que ha trabajado en proyectos de una calidad impresionante, representando a veces durante años una misma obra sin descanso, con los mejores directores, hasta el día de hoy, en que sigue en la brecha.

Cuenta cuando conoció al que sería su marido. Ella no pensaba casarse, porque el matrimonio de sus padres había sido un desastre, y no tenía intención de repetir la experiencia, le horrorizaba. Pero en su caso no fue así, la suya fue una unión que duró casi 40 años y que ella recuerda como algo hermoso, ahora que su marido ya no está.

Habla de su relación con Víctor García, director teatral con el que tuvo una larga colaboración profesional y una gran amistad, hasta que él falleció debido a su alcoholismo. Nuria Espert siente dolor aún al hablar de él, testigo como fue de su progresivo deterioro hasta el final, incapaz de ayudarle.

La actriz parece que siempre está interpretando, como si no pudiera dejar de hacerlo ni siquiera en su vida normal. Se expresa con la cara, con todo su cuerpo, miles de sentimientos aparecen y desaparecen en su persona sin solución de continuidad, se mezclan en un momento y terminan esfumándose para luego dar paso a otros. Y no es algo que haga a propósito, de forma impostada, le sale así naturalmente. De joven me parecía un poco engolada, quizá se le notaba más el acento catalán. Ahora me gusta más, es más rotunda, más terrenal. Nuria Espert siempre ha destacado, además de por su talento interpretativo, por su belleza y su espiritualidad. Su educación es exquisita.

También habló de su malestar por la censuraen la época de la dictadura. En una ocasión vinieron a verla dos personas por algo que declaró públicamente y que no gustó, la amenazaron y la empujaron contra una pared, sintiéndose absolutamente aterrada. Sin embargo, alguien de aquel gobierno permitió que se representara una obra de Rafael Alberti, con ese lenguaje suyo tan libre y ese erotismo, que hasta entonces había estado censurada, después de mucho rogar, que si ya se había representado más veces en otros sitios sin ningún problema, etc. De todos es sabido su ideología de izquierdas, pero no entra en muchos detalles, no le gusta hablar de política durante una entrevista en la que hay otros muchos temas más interesantes de los que tratar.

Habló de su etapa en Londres, cuando le propusieron dirigir a Glenda Jackson. Al principio no quería porque nunca había dirigido ni sabía inglés, pero su familia y amigos la convencieron, les parecía que lo raro era que no hubiera salido ya fuera de España, que se conformara con desarrollar su talento sólo a nivel nacional.

De la actriz británica dijo que era encantadora en su vida privada, pero que en el teatro resultaba durísima. Trabajaban sus hijas con ella, que eran también actrices de renombre, y las trataba muy mal delante de todo el mundo. Exigía lo máximo, de sí misma y de los demás, era muy disciplinada y no admitía tratos de favor. Nuria Espert piensa que no es necesario crear ese ambiente de trabajo, porque aunque con ello se busque la perfección no permite disfrutar de lo que se hace.
Luego dirigió allí hasta 12 óperas, pero al final quedó tan agotada y se sintió tan sola que cayó en una depresión. Hubo un momento en que no fue capaz de levantarse de la cama, dijo que se sintió como una madera que se troncha por la presión, y no podía dejar de llorar. Tuvo que volver a su casa, y la psicóloga que la trató la tranquilizó, pues ella quería cumplir con sus compromisos y creía desesperada que después de aquello ya nunca podría retomar su actividad. Afirmó que deseaba morir, que  cayese al vacío el avión que la llevaba de vuelta a su hogar. Estuvo 3 meses sin moverse de la cama, con las pastillas del tratamiento. Y salió, y regresó a a Londres para dirigir esa última ópera que había dejado a medias.

A ella le gusta más el trabajo teatral porque da lugar a la reflexión, a introducir cambios, pero en la ópera todo es histeria, como ella misma afirma, todo se hace al momento, sin posibilidad de modificaciones. Sin embargo le gustó la experiencia, y preguntada por quién es al final el que controla cómo va a ser la representación, entre director de escena, de teatro, de orquesta, responde que es éste último el que lo decide todo, y que ella nunca ha tenido problemas con ninguno salvo en una ocasión.

Volviendo a su actividad teatral, el periodista le preguntó por una ocasión en la que encarnó a varios personajes a la vez, con lo que fue muy alabada por la crítica. El periodista se admiraba por su capacidad de interpretar un mismo contenido desde varias perspectivas, cada uno con sus matices.

Gabilondo le preguntó por las distintas clases de público que existen, y la actriz hizo una diferencia entre la gente del norte y del sur en España. Los del sur no tienen reparos en mostrar sus emociones, son muy receptivos. En el norte son más reservados, sí reaccionan ante un comentario gracioso en mitad de una escena dramática, pueden cambiar fácilmente el registro y el estado de ánimo, pero el resto del tiempo casi no muestran emoción. Según ella se podría escribir un libro muy grueso con todas las clases de público que un intérprete se puede encontrar.

Habló sobre la muerte de su marido, y lo hizo con naturalidad, sin temor al dolor. Dijo que prefirió encajarlo desde un punto de vista lo más positivo posible, pensando que todavía tenía a su madre, que le duró muchos años más, a sus hijas, a su nieta, y a sus amigos.

Afirma que desde entonces no ha vuelto a ser empresaria. Nunca ha dejado de trabajar pero ya no ha vuelto a soportar esa carga, que para ella era insufrible.

El periodista comenta que ella siempre ha interpretado mujeres rebeldes, fuertes, atormentadas. Nuria Espert lo corrobora, nunca encarnó a una mujer que fuera apacible y dulce, es una actriz muy dramática.

Cuando le preguntan por la situación actual dice sentirse desolada. Ella, que solía ser optimista, se siente incapaz ahora de ver una salida a la crisis. Lo llama el tsunami, que nos está arrasando a nosotros y a tantos otros países. Ella no parece verle fin y no sabe en qué va a terminar.

Gabilondo enumera algunas de las alabanzas de que ha sido objeto Nuria Espert a lo largo de su carrera. Una voz de fuego sumergida en el agua. Un vaso de agua que puede estar helada y luego arder en un segundo. Una cabeza fría y un corazón ardiente. Realmente bajo su exquisita educación y su gran feminidad, parece que hay siempre una fuerza tremenda a punto de emerger, tras su aparente calma hay mucho carácter y personalidad.

“Mi vida no ha sido de color de rosa, como pudiera parecer. He tenido una vida con muchas oscuridades, con mucha lucha, mucho desgaste emocional”.

Al final se siente muy afortunada y dice que no todo el mérito ha sido suyo. “Tengo mucho que agradecer a mucha gente que me ha ayudado, he tenido mucha suerte”.

Esperamos que Nuria Espert aún siga haciéndonos disfrutar en los escenarios por mucho tiempo, y en las entrevistas que concede con su inteligencia, su sensibilidad y la riqueza de toda una vida que quiera compartir con nosotros.
 
 

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