jueves, 9 de mayo de 2013

Un poco de todo (XVII)


- Está mi hijo muy contento porque la próxima semana empieza las prácticas del PCPI, que duran un mes. Para su 1ª experiencia laboral ha tenido que rellenar un currículum vitae que le ha facilitado el instituto, con sus datos personales, su foto (está muy guapo), sus estudios, su disponibilidad horaria y la experiencia, que en este caso no tiene.

Estaba tan orgulloso que descargó un programa en el portátil de casa para que pudiera verlo, y se lo mandó a su padre por correo electrónico para que lo viera también.

Le ha dicho su tutor que deben tener buena apariencia, por lo que se deberá igualar el pelo, que ahora lleva a la moda, como de tribu india. Está muy nervioso, aunque él lo niegue, pero curiosamente no parece que sea por si va a ser capaz o no de desempeñar bien el trabajo, algo en lo que muestra mucha confianza en sí mismo, sino por si lo toca un jefe “cabrón”. Es muy sensible al maltrato, quién no, y resulta muy hiriente no poderte defender por no perder un empleo. Cuántas cosas le quedan aún por pasar en la vida. Espero que las buenas sean muchas más que las malas.

- Estaba hace poco esperando a una amiga con la que había quedado, cuando se me acercó una gitana, joven, no llegaría a 30 años, bajita, regordeta, ojos verde claro, con la típica ramita de romero en la mano pidiendo dinero. Siempre he creído que eso sirve más como condimento culinario que como talismán de la buena suerte. Cómo detesto las supersticiones. Pensé con fastidio que no llevaba ni un minuto allí cuando ya se acercaba alguien a molestar, y mi 1ª reacción fue dar un paso atrás asqueada en cuanto se aproximó.

“No me tengas miedo porque sea gitana”, me dijo la mujer, interpretando mi gesto como su escaso criterio le dio a entender. "¿Por qué lo dirá?", elucubré, "¿por la facilidad con que sacan la navaja en cuanto se les contraría?". “Yo no tengo miedo ninguno a los gitanos”, le dije altanera y molesta. Le dio lo mismo mi respuesta, enseguida empezó a contarme su vida, que si tenía dos hijos a los que no podía dar de comer, etc…, lo de siempre.

Pero no dejé que siguiera hablando, son como discos rayados que aburren, es una retahíla que se han aprendido de memoria y la sueltan en cuanto pueden, como si creyeran que alguien a estas alturas se la traga. Decidí interrumpirla y seguí su ejemplo, me puse a contarle mi vida yo también, táctica que nunca había empleado antes, a ver qué pasaba: que si estoy divorciada, que también tengo dos hijos, que mi ex marido me pasa poca pensión… Me puso una cara extraña y pensé que empezaría a insultarme y maldecirme, como hacen habitualmente, pero no, empezó una maniobra de retroceso imprevista y cuando quise darme cuenta había puesto pies en polvorosa, salió corriendo como el Correcaminos de los dibujos animados, que va dejando una nube de polvo tras de sí. Cuánta agilidad para ser tan voluminosa. Pensé en decirle "No me tengas miedo porque sea paya", a ver qué le parecía. Si todos hiciéramos con ellos lo que esta mujer hizo conmigo, rehuírlos y salir corriendo, enseguida dirían que somos racistas. Los racistas son ellos con nosotros.

Su reacción fue inesperada para mí. Seguramente ella no contaba con que otra persona le fuera a contar sus cuitas, pues todos las tenemos, no hace falta ser gitano para eso. Pero a ellos les es indiferente lo que les pase a los demás, viven en su mundo tan cerrado y sólo van a aprovecharse.
Mientras estas cosas sigan sucediendo no podremos escapar de los prejuicios y los estereotipos, los que ellos tienen de nosotros y nosotros de ellos.

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