martes, 27 de agosto de 2013

Los dibujos de Miguel Ángel



Hace unos días me trajo mi hijo Miguel Ángel a casa, en una fugaz visita que me hizo, pues es el tiempo en que le toca estar con su padre, unos dibujos que saben que son mi delicia cada vez que los hace. Son una especie de cómic, y con cada viñeta nos hace adentrarnos en una historia que hace honor a su enorme imaginación y su sensibilidad.

Siempre son bolas, de diferentes tamaños, bracitos y piernas como palillos cortos, y pelos según a qué miembro de la familia representen. A su padre la hace grande y con el pelo espeso y ahuecado; a su hermana también grande y con el pelo según como lo lleve ella en cada momento, hace años con rizos y ahora largo y alisado, a veces le añade un bolsito; a mí grande y con el pelo como lo llevo en casa, tirante y recogido en una cola de caballo que él dibuja como si fuera una especie de moño; y a sí mismo se pone pequeño y con el pelo de pincho.

En esta ocasión se le veía de medio lado durmiendo en su cama, arropado por las sábanas, y dos hombres cerca de su cama con un saco en las manos. En la viñeta siguiente él está dentro del saco y los hombres se marchan deprisa. Después aparece su padre sentado en su cama, con las piernecillas de palo colgando, despeinado, con los pelos de punta y una sombra de barba, soltando venablos; a su lado el despertador está sonando a una hora tempranera.

Luego aparece en el cuarto de baño afeitándose; se ve el espejo y el mueble del lavabo con cajoneras. A continuación está sentado a una mesa con una taza de café humeante y de repente suena un teléfono colgado de la pared (eso es muy americano, la cocina con el teléfono anclado en la pared). Descuelga y se pone a hablar con la misma letanía mecánica que emplea en su mensaje del contestador automático, lo escribe con letras mayúsculas: “Soy M.A.S.C., agente de seguros, bla, bla, bla, bla, bla, etc.”, la misma verborrea que utiliza siempre.
De pronto una voz al teléfono, interrumpiéndole, le expeta: “¡Cállese! Tenemos secuestrado a su hijo…” Se aprecia un ligero temblor en el auricular. La imagen siguiente es un primer plano de su padre con los ojos llameantes y rictus airado en la boca. Aparece después la puerta de una caja acorazada de la que salen diversos ruidos, clin, clak, chas, y un ratón escapando asustado, como si hubiera entrado allí alguien después de mucho tiempo y estuviera buscando algo con mucho escándalo.

La escena siguiente es su padre con una canana a la cintura llena de balas y dos enormes pistolas en las manos. Después se le ve en un coche descapotable, con los pelos volando al viento, echando fuego por los tubos de escape y haciendo saltar el agua de los charcos con la potencia de sus ruedas. Va a toda velocidad para rescatar a su hijo.

Llega al lugar donde está él secuestrado. Se le ve en un 2º plano sentado en una silla, con las piernas de palito colgando, atado con cuerdas y amordazado. Los dos malhechores están junto a él. En primer plano su padre, que está saltando por encima del capó del coche, que ha quedado partido en dos, con las armas en ristre. En la imagen siguiente primer plano de las pistolas (de diseño, maravillosas, no les falta detalle) disparando sin parar mientras los malos desaparecen por un lado cayendo hacia atrás como en las películas, abatidos por las balas.

Escena final del padre con el hijo, muy pequeñito a su lado, adherido a su espalda. Me recuerda esas pelotitas forradas de tela tipo velcro que se lanzan en dianas de fieltro para que se queden pegadas.

La verdad es que lloré de risa viendo todo aquello, como me suele pasar cada vez que Miguel Ángel me enseña alguna de sus creaciones, es genial, aunque él no lo crea. Le pregunté si le importaría que lo colgara en Internet para que otros apreciaran su talento y celebraran sus ocurrencias, pero dijo entre risueño y avergonzado que no, de ninguna manera, eso tenía que quedar en la familia, nadie más podía verlo.

Los hijos imaginan a sus padres como héroes protectores, nos idealizan, aunque la evidencia demuestre lo contrario la mayoría de las veces. Miguel Ángel, a pesar de los años que ya tiene, sigue siendo una persona muy tierna y muy dulce, muy sentimental, un niño grande. Él merece cosas básicas que nunca va a tener, algo que me pone mala, y en su creatividad las hace realidad, aunque desde luego nunca le va a faltar todo aquello que esté en mi mano conseguir para él.

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