viernes, 23 de agosto de 2013

Vacaciones en Ibiza (y III)


Las terrazas, a pie de playa, estaban llenas, y un camarero colocaba un taburete junto a tu sombrilla, a modo de mesita, si querías tomar algo. Comimos en un chiringuito de los que tienen las mesas sobre la misma arena, aunque como no quedaba un sitio libre optamos por estar dentro del local. Corría una corriente de aire fresco por todas las puertas abiertas que incluso tuvimos frío, mojadas como estábamos después del baño. A lo lejos, en el mar, se veía un hombre subido en una pequeña plataforma que se elevaba y descendía por propulsión a chorro de agua, nuevo deporte que ahora está de moda y que ví por 1ª vez en el programa de El hormiguero en el que invitaron a Tom Cruise, al que al final regalaron el artilugio.


Cuando cogimos un taxi para regresar al puerto, el taxista no entendía mis indicaciones y Ana lo resolvió en un momento diciendo: “Donde el Burger King”. Me sorprendió y me hizo mucha gracia su facilidad para entenderse con la gente, ya que por lo visto hay ciertas referencias que son inconfundibles.


Dalt Vila
 


Visitamos Dalt Vila, la zona fortificada donde está la catedral, en lo más alto de la ciudad, y que tiene muchos siglos de antigüedad. Hasta arriba se llega por un entramado de calles llenas de Historia, de piedra antigua y trazado muy empinado, con pequeñas tiendas al principio que son una auténtica preciosidad, recoletas, confortables, sencillas y muy bonitas, decoradas con mucho gusto. Me costó mucho subir, y bajar también, y si lo hice fue gracias a Anita, que a mitad de camino iba tirando de mí. No sabía lo baja de forma que estoy, fue una prueba para mí, un poco desmoralizante.


Nos quedamos sin ver Las Salinas y Es Vedrá, pero tampoco fuimos tantos días como para poder ver todo.




S. Antonio



Una noche visitamos la zona de S. Antonio, que es donde se supone que está la marcha en Ibiza. Pero era mucho suponer, porque se trataba de un pequeño paseo con algunas terrazas, de las que sólo una tenía una música buena. La línea de la playa apenas se veía iluminada, era muy poco vistosa. Las discotecas estaban a 10 minutos de allí, pero en esa zona no había gran cosa. Muchas inglesas vistiendo los pantalones cortos que se llevan este año, altos de cintura y escasos de tela por la parte de abajo del trasero. Son horrendos, no favorecen nada, y los encuentro incluso obscenos, enseñan cosas que normalmente están tapadas y que resultan antiestéticas mostradas así. Acostumbrados a ver cinturillas bajas, esto choca bastante.La gente joven es títere de los diseñadores de moda, que son seguidos al momento en todos sus caprichos creativos, por absurdos que puedan parecer, haciendo y deshaciendo a su antojo.


Había allí un bulevar donde se ponían los consabidos puestos de abalorios y retratistas. Nos dijeron que merecía la pena ver los pasacalles que saca cada discoteca, pero sólo vimos uno, media docena de chicas vestidas con bañador negro y tacones llevando plátanos de goma gigantes. Muy poco lucido.


Como Anita estaba cansada y no podíamos ir a la disco, yo por ser demasiado vieja y ella por ser demasiado joven, no estuvimos mucho más tiempo por allí. Había que guardar cola en una parada de taxis si querías volver, y de vez en cuando gente particular se ofrecía a llevar en su coche a los que esperábamos, en una competencia desleal. A las 5 inglesas muy rubias y carnosas que estaban delante de nosotras, algunas con diademas de flores imitando la época hippy, fumando nerviosas como posesas, se las llevó un chico negro con cara de fastidio.



Playa de Illetas
 
El penúltimo día fuimos a Formentera. El ferry tardaba una hora en llegar, algo que aburrió mucho a Ana, pero mereció la pena. El autobús, después de 10 minutos atravesando caminos estrechos y polvorientos en medio de hermosas salinas y zonas de vegetación, nos dejó en un camino bastante agreste, que seguimos sin saber a dónde nos conducía, junto a otros turistas abandonados también a la buena de Dios, hasta que en poco tiempo llegamos por unas escaleras de madera a la playa de las Illetas, una de las más bonitas que he visto nunca, junto con las de las islas Cíes en Galicia.



Playa de Illetas


El agua era de un verde claro precioso, con una transparencia que sólo he admirado en las fotos que retratan las playas caribeñas, y más allá tenía un turquesa increíble. A lo lejos tres bergantines aguardaban anclados, como si estuviéramos en la época de los piratas y los ingleses, a salir hacia alguna ruta llenos de turistas. La arena era absolutamente blanca. Unos buzos se tiraban desde una embarcación, aunque con esa nitidez del agua hacía falta poco buceo.


Comimos en un chiringuito estratégicamente situado entre el espesor de muchos árboles. Tenía una zona más barata, de pizzas y cosas así, y otra más amplia llena de mesas bajo techado pajizo que era un restaurante bastante caro. Vimos llegar, al cabo de un rato, a una familia muy numerosa que tenía el aspecto fashion y adinerado de la gente chic que sale en las revistas del corazón. Se colocaron en unas mesas corridas, ellas con sus sombreros de paja, sus melenas platino muy cuidadas mecidas con la brisa, sus gafas de sol, sus abalorios y sus ropas típicamente ibicencas.


Me encantan estas playas que tienen vegetación, a las que se llega bajando peldaños de madera, es muy agreste, como si la mano del hombre no hubiera aún invadido la Naturaleza. Le hice muchas fotos a Ana metida en el agua posando. Ella, que está tan guapa y ya es una mujercita, se la veía incomparable, su belleza fundida con la belleza del mar.

Lo que me dejó alucinada fue un chico que en el avión de vuelta (no viajar nunca en Vueling porque los asientos son duros como piedras, una tortura)iba nada más que con un bañador, una camiseta, las chanclas y una toalla sobre un hombro. Se ve que iba con lo puesto, sin equipaje, nada más que a la playa y a la discoteca, y tenía una cara de sueño como si no hubiera dormido en todo el fin de semana, que será probablemente lo que haya hecho. A eso llamo yo despreocupación, la imagen viva de la juventud y el vivir el presente sin más.

Con Anita el viaje fue estupendo, porque aunque la pobre creía que se iba a aburrir, al final no fue para tanto. Me decía todo el rato que todo estaba “muy oc” (por O.K.) y estaba pendiente de mí. Ahora está tan contenta con su peña de amigos en el pueblo de su padre, con gente de su edad, que es como tiene que estar. Sin duda lo mejor de la escapada no fue sólo conocer un sitio nuevo, sino sobre todo estar con ella.




No hay comentarios:

 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes