- Me ha dejado muy sorprendida una imagen que he visto en Internet en la que se recreaba una gran plataforma construída sobre las aguas del estanque de El Retiro. Por lo visto, si Madrid es elegida sede de los Juegos Olímpicos de 2020 (esa anticipación del futuro me ha parecido siempre un poco demencial), se hará un estadio para la modalidad de vóley playa con capacidad para doce mil personas. Muy original, desde luego, y muy costoso también. La verdad es que no me imagino alterado de esa manera el paisaje de un lugar tan emblemático como ese.
- Maravilloso pasear por el Campo del Moro en cualquier época del año, pero ahora en verano es como si transitaras por una selva. Apenas hay gente, el aire está caliente y un poco estancando, las moscas pululan molestando más de lo habitual y un griterío de aves de todas las especies llega desde las copas de las muchas clases de árboles que allí hay. La rosaleda no tiene rosas en los parterres, y en el pequeño estanque con puente dos cisnes negros se pasean majestuosos entre los patos.
Cuando voy a este parque suelo hacer un recorrido concreto, atravesando los lugares que más me gustan. Hay unas vistas magníficas desde ciertos puntos. Paseando junto a las cadenas que impiden el paso a lo más alto del parque, donde está el Palacio Real, se me ocurre pensar qué sucedería si me saltara esos impedimentos, si habrá guardias arriba vigilando y me detendrían. Es lógico que haya esta clase de seguridad, pero no puedo remediar que me moleste que se pongan cotos a los espacios abiertos, y más cuando son tan bellos.
He leído la historia del famoso moro que se asentó con sus huestes en el parque y cortó el suministro de agua de Madrid con el fin de asediarla y conquistarla, pero con los acuíferos que tiene la ciudad siguió abastecida, y el moro que dio nombre al lugar no consiguió su propósito. También leí que Alfonso XIII salió hacia el exilio atravesando esos jardines para evitar las revueltas que invadían las calles en aquel entonces. Si esas fueron algunas de las últimas imágenes de Madrid que se llevó grabadas en la memoria, al menos fueron hermosas.
- Me hace siempre mucha gracia ver al Papa Francisco en contacto con la gente. Sus avances entre la multitud son siempre azarosos, todo lo que sucede durante esos momentos es imprevisible. Su espontaneidad y su capacidad de improvisación no tienen límites. Hace poco le veía en su visita a Brasil probando un mate desde su papa móvil que alguien le había ofrecido. Su origen argentino le persigue allá donde vaya. También me conmovió su imagen abrazando y hablando con un niño que se saltó las barreras de seguridad para estar cerca de él y decirle que de mayor quería ser sacerdote. El pobre se fue llorando emocionado.
La simpatía del Papa es utilizada por muchos para hacer negocio, pues alguien que es tan enrollado vende. Su cara aparece ahora en todo tipo de souvenirs, cuyos beneficios dudo mucho que vayan destinados a la Iglesia católica o a causas humanitarias.
El Papa se puso muy serio hace poco cuando hablaba sobre la reforma de la prelatura y la inspección de las finanzas vaticanas. Casi daba un poco de miedo verlo, acostumbrados como nos tiene a sus sonrisas. Es un hombre valiente, dispuesto a todo, pero sin alardes ni acciones de fuerza. Es muy difícil cambiar lo que lleva tanto tiempo establecido, pero él sabe que hay hacerlo, y alguien lo tiene que hacer, por desagradable que pueda ser.
Además es un trabajador incansable, ni siquiera se va a ir de vacaciones. Lo cierto es que cualquier foto que mires en la que él aparece, todo el mundo está sonriendo a su alrededor y se les ve feliz. Hacía falta algo así en un lugar tan particular y emblemático como el Vaticano. Que sea por mucho tiempo.
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