jueves, 10 de septiembre de 2015

Algunas objeciones a El mundo en tus manos


Se planteaba un dilema moral muy desconcertante en El mundo en tus manos, el libro de Elsa Punset al que he dedicado los 2 posts anteriores. La autora reproducía una pregunta hecha a cientos de personas durante un estudio: si 5 personas están atadas a la vía de un tren y tú tienes la palanca que haría desviar el aparato hacia otra vía con una sola persona atada ¿qué harías?

Se la planteé a mi hijo a ver qué decía. Yo ya tenía pensada mi respuesta, pero no le dije nada a él: yo no accionaría la palanca. ¿Por qué? Porque al no ser yo quién para decidir sobre la vida y la muerte de una persona, no puedo tomar esa clase de decisiones. Equivaldría a decir que 5 vidas valen más que una, y eso para mí es una aberración. Las vidas no se valoran por cantidades, sino que tienen valor por sí mismas, da igual cuántas sean. Mi hijo respondió lo mismo que yo, y además de forma casi automática, no se tomó más de unos pocos segundos para pensarlo.

Pero en el libro la autora decía, y parecía estar de acuerdo, que la mayor parte de los encuestados habían dicho que accionarían la palanca para desviar el tren hacia la vía donde sólo había una persona. Me quedé de piedra, y tuve lugar a dudas: ¿estaríamos mi hijo y yo equivocados? Con tal de salvar vidas ¿hay que tomar esa clase de decisiones? Quizá él y yo tengamos un pensamiento rígido, un sentido de la justicia muy absoluto, sin zona de grises.

La cuestión no acababa ahí. A los encuestados se les hacía una 2ª pregunta: ¿y si te encontraras sobre un puente y para parar el tren supieras que tirando a una persona que está sobre ese puente lo pararías? Mi hijo y yo seguimos diciendo que no empujaríamos a nadie para parar el tren, pero la mayoría de los aludidos habían cambiado de opinión y se habían pasado a nuestro lado: ellos tampoco empujarían a esa persona. La autora sostiene que no es lo mismo ejercer esa especie de "justicia" a través de un objeto que por medio de la vida de otro ser humano. La gente sólo se considera responsable de la muerte de un individuo si ejerce la fuerza directamente sobre  este. Realmente la respuesta más correcta, y también la más dramática, aunque no se corresponda con la pregunta, hubiera sido tirarse uno mismo para salvar a todas esas personas, pero pocos son los que están dispuestos a semejantes heroicidades. La cuestión no tenía salida porque se trataba de un dilema: tomases la decisión que tomases, eras responsable de la vida de esas personas, tanto si te abstenías, como era nuestro caso, como si actuabas.

Ya el primer dilema se nos plantea en la escuela. Cuando alguien ha hecho algo que no debía y el profesor hace la típica afirmación: "Que salga el que ha sido o castigo a toda la clase", ¿tiene que delatarse el autor de los hechos para que el resto no sea castigado? ¿es lícito acusar al que lo ha hecho para evitar males mayores? ¿que todos callen los convierte en cómplices del aludido o en buenos compañeros que no quieren ser unos chivatos?

Otra objeción que le hago al libro es su planteamiento del relativismo moral. Según he leído en internet el relativismo moral "es la creencia que da igual valor, legitimidad, importancia y peso a todas las decisiones morales y éticas, con independencia de quién, cómo, dónde y cuándo se expresan. Todas son verdaderas y dignas del mismo respeto. (...) Creer que no existe ningún criterio externo y  objetivo que pueda usarse para calificar acciones humanas".

Según la autora "A un relativista moral su religión no le obliga a aceptar ciegamente una verdad revelada excluyente y absoluta, porque no ha puesto a Dios a cargo de sus creencias y decisiones morales. Por lo tanto, pondrá los intereses de todos los actores morales involucrados en una decisión moral en la balanza. Por ejemplo, aunque a un relativista moral le desagrade la idea de abortar porque mantiene la convicción de que no hay que dañar o matar a los inocentes, esa creencia no excluye otras creencias morales. Si vive en Occidente le dará una importancia especial a aquellos valores y conceptos morales que tienen que ver con la autonomía del individuo. En este caso se resistirá, por razones morales igualmente válidas, a imponer a una mujer violada la obligación de tener un hijo, o a obligar a un niño a nacer con graves deficiencias, o a forzar a una familia o una adolescente a cuidar de un hijo no deseado. Este relativista moral, cuando pone todas sus creencias morales en la balanza, puede decidir que es más inmoral negar el aborto a una niña o mujer que seguir a pies juntillas el precepto de "No matarás".

Es evidente que Elsa Punset no tiene creencias religiosas, y hasta las considera un lastre para el individuo y la sociedad. Sus criterios son pasados asépticamente por el tamiz de la ciencia, rigurosa e implacable. "No matarás" no es un precepto sino también una cuestión moral, y en lo que se refiere al aborto parece asemejarse el dilema al planteado en el caso del tren al que aludí al principio: tienes que decidir entre tu conveniencia y la vida de otra persona. El no desear un hijo te convierte en un posible verdugo, como si su vida no tuviera importancia o tuviera menos valor que la tuya, o como si no fuera vida ya que aún no ha nacido. Creo que el relativismo moral es más que descartable.

La autora continúa con su diatriba: "Los realistas o absolutistas morales afirman que las verdades morales son como verdades matemáticas, objetivas, ciertas e inamovibles. Se trata, por supuesto, de "verdades" religiosas, es decir, verdades reveladas sin fundamento científico. Lógicamente, si aceptas que hay un sistema moral "verdadero" e indiscutible, te resistirás a romperlo. Pero ¿qué pasa cuando tu sistema moral te lo dicta un libro sagrado con ideas más o menos alejadas del sentido común, la justicia, la igualdad de oportunidades, la empatía o la compasión? Creerás que tienes el deber de luchar contra todo aquello que no sigue los preceptos morales de tu libro sagrado. Tendrás meridianamente claro lo que está bien y lo que está mal, porque para ello sólo tienes que dar el paso de aceptar la verdad revelada que dicta tu religión.

Claro que esto también te creará algún problema: el absolutismo moral te obliga en principio a una coherencia muy estricta, porque no hay sombras en tu jerarquía moral. La realidad del día a día es bastante más compleja y difícil de estructurar (cuanto más globalizada y abierta es la sociedad, más problemas nos causan los conflictos morales que se pueden dar en el seno de una misma comunidad), así que los absolutistas morales suelen ponerse en la tesitura de tener que elegir entre el aislamiento, la intransigencia y la hipocresía..., o el consabido relativismo moral".

Por supuesto que la Biblia es más que interpretable, y lo de que carece de justicia o compasión es una falsedad enorme. La autora, en su ateísmo, desconoce las prácticas de los creyentes, con independencia de la religión que tengan. La rigidez a la que aludía es más propia de fanáticos, que por fortuna son una minoría. Y es incierto decir que ponemos a Dios a cargo del sistema moral, limitándonos a leer en un libro lo que es bueno y lo que es malo: las cosas no son tan sencillas. Los que intentamos inspirarnos en la luz de las Sagradas Escrituras nos guiamos también por un sentido ético de las cosas, moral y ética se mezclan por igual. Los últimos calificativos, aislamiento, intransigencia, hipocresía, se referirán más bien a beatas y gente por el estilo, figuras que afortunadamente están en vías de extinción. Me parece que Elsa Punset debería actualizar sus nociones sobre religión y fe.

Una anotación aparte en el libro, siguiendo con el tema moral, me ha producido rechazo también: "Sigmund Freud creía que el desarrollo moral es el producto de aspectos del superego como la evitación por vergüenza-culpabilidad". Creo que este psicoanalista, aunque tiene teorías muy interesantes en general, está bastante trasnochado. Lo afirmado en esta frase me parece un absurdo.

Otra cosa que me ha parecido infumable es la teoría de Lawrence Kohlberg sobre las fases del desarrollo moral, que dividió en 6, explicadas por la autora. En ella se ponía un ejemplo que no voy a reproducir aquí por tedioso y estúpido.

También quería comentar un concepto que me chocó bastante cuando lo leí, la "banalidad del mal", referido a las investigaciones de Hannah Arendt durante los juicios al nazismo, que ya comenté en los anteriores posts. No estoy segura de comprender su sentido cuando intento buscarlo en internet: "Consiste en darse cuenta de que es imposible localizar la maldad en personajes específicos, como si éstos fueran el origen de las penas humanas". Parece como si se quisiera trivializar el origen del mal, aunque me parecen muy acertadas las teorías de Hannah Arendt.

Y por último una contradicción de la autora: "La investigación revela que los que guardan silencio durante una disputa conyugal tienen más posibilidades de morir de un ataque al corazón o de sufrir enfermedades derivadas del estrés" para después afirmar: "Un estudio de Johns Hopkins demuestra que los hombres jóvenes que suelen reaccionar ante el estrés con ira tienen más tendencia que sus parejas más calmadas a sufrir un ataque al corazón precoz, incluso si no hay antecedentes en la familia".
  

No hay comentarios:

 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes