Me ha parecido curioso y a la vez fascinante el trabajo de Judy Clarke,
la abogada estadounidense que se encarga de los casos que ningún otro letrado
quiere llevar: asesinos en serie, terroristas... Siempre he pensado qué es lo que se sentirá
teniendo que defender a personas que se sabe de antemano que son culpables, y más
tratándose de delitos escalofriantes. En esta clase de procesos no se busca una declaración
de inocencia, eso sería imposible. Clarke les libra de la pena de muerte, a la que se opone rotundamente.
Dicen que huye de las cámaras, que vive junto a su marido con austeridad, que no tiene hijos y que dedica muchas horas de trabajo a la semana
a casos complicados en los que ha demostrado gran habilidad, junto con su
equipo, para encontrar las triquiñuelas legales que le permitan conseguir su
objetivo. Además es bastante elocuente en los juicios, y consigue ganarse la comprensión
de jueces y jurados hacia personas que, en otras manos, nadie miraría ni siquiera a la cara.
Los hay que le guardan rencor, porque dicen haber sido manipulados por
ella, y la insultan y amenazan de muerte. No en vano, aunque la abogada los
salve de la pena capital, no dejan de ser psicópatas. Clarke intenta
establecer una conexión humana con sus defendidos, se pone en su lugar, rastrea en sus biografías las razones de por qué llegaron a lo que llegaron, y lo utiliza en los juicios. La misma
Clarke, a pesar de su apariencia amable y pacífica, es una mujer de férreos
principios y muy dura litigando, y en su pasado encontramos una tragedia, de esas
que forjan un carácter: su padre murió cuando ella era una niña en un accidente
de avión.
Estas son algunas de sus declaraciones:
- Con frecuencia, los que cometen crímenes terribles han sufrido traumas
severos, inimaginables. Sabemos por las investigaciones del cerebro que muchos
padecen también trastornos cognitivos que afectan a la esencia de su ser.
- La confusión no es maldad, y la desesperación no es alevosía.
- Ninguna persona debería ser definida por lo que hizo en el peor
momento o en el peor día de su vida.
- La pena de muerte es un homicidio legalizado.
- No busco el perdón sino la comprensión. Le insisto al jurado para que
no sólo se fije en el crimen, sino que vean a la persona completa y no sólo al
monstruo.
- No podemos minimizar el daño que han hecho esas personas, pero tampoco
podemos minimizar el valor del ser humano.
Nos cabe la duda de si la comprensión y la humanidad serían las mismas si las víctimas fueran sus seres queridos. Aunque siendo como es Judy Clarke podríamos pensar que sí.
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