A veces te encuentras a los artistas de Holywood en los sitios más insospechados. Tomé esta imagen de Natalie Wood cuando estaba en una terraza cerca de mi barrio, allá por mayo, tomando un refresco con mi hijo. En frente había una peluquería y tenía colocado este cartel promocional entre sus escaparates. Me pareció muy bella en esa instantánea. Fue una gran actriz.
Esta foto corresponde al escaparate del famoso restaurante Botín, una mañana que paseaba por la Cava Alta a la hora del desayuno en el trabajo. Todo el que haya pasado por allí alguna vez habrá visto que exhibe reproducciones en miniatura del interior del local: salones, cocina, etc. La pegatina en el cristal de D. Quijote y Sancho le da un aire aún más nuestro, sobre todo a ojos del turista extranjero, que le gusta mucho estas cosas.
Anita, mi hija, haciendo cosas en el ordenador, en el salón de casa. Como siempre tan hermosa.
El salón del apartamento que ocupamos con mi familia en Benidorm, durante nuestras vacaciones en julio pasado. Las vistas son impresionantes desde una planta 14.
La paella que hizo mi madre estando de vacaciones. Me recuerda un cuento que leía de pequeña en el que el protagonista tenía una olla mágica de la que siempre salía arroz, nunca se acababa. Como me ha gustado la paella mucho toda mi vida era como un sueño, y aquí parece hecho realidad.
La terraza trasera del apartamento durante las vacaciones. Me sacaba una silla y me ponía a leer mientras disfrutaba del aire, el sol y la visión del azul maravilloso del mar. Eso sí, me hallaba un poco estrecha porque siempre había ropa tendida. Ahí estaba leyendo las memorias que escribió Chaplin, con las que disfruté tanto. Los que no tenemos terraza en casa habitualmente apreciamos mucho este tipo de pequeños lujos.
Mi hijo Miguel Ángel a la hora de la siesta, el bello durmiente.
Aquí están los apartamentos que hemos ocupado en las últimas décadas. En los que están más cerca, los Brasilia, estuvimos desde que yo era niña hasta ya de mayor, con mis hijos muy pequeños. Los que hay a continuación, los Turia, eran enormes y ahí estuvimos hasta hace 3 años. Al aumentar la familia se hizo necesario alquilar un sitio más grande para vivir. La torre es el lugar que habitamos desde hace un par de años. Es grande pero no tanto como los anteriores, y aquí tenemos otras comodidades que en los demás no disfrutamos.
Últimamente no me reconozco en las fotos, sobre todo cuando estoy sin arreglar, o habitualmente, que me arreglo poco. Aquí menos mal que Anita, mi hija, me peinó y maquilló, y eso que hacía mucho que debía haber ido a la peluquería a darme mechas y cortarme. Es cierto que hay épocas en la vida en la que damos bajones y parece que nos cayeran 10 años encima de repente. Esta es una de ellas. Los problemas y las preocupaciones también hacen lo suyo. A veces olvido que los próximos años que cumpla serán los 50.
Este es un problema que Anita, mi hija, no tiene, de momento. Aquí luce tan guapa, arreglándose una tarde para salir, sin darse cuenta de que la fotografiaba.
Desde el rompeolas, al final de la playa de Poniente, obtuve esta imagen nocturna en la que se ven reflejadas las luces del paseo y la luz del hotel Torre Dorada, que este año había puesto una iluminación cambiante y chillona que no me gustaba nada. Este es el único color que me agradaba. A la izquierda está la torre del Bali, el hotel más alto de Europa.
La piscina de los apartamentos, y mis hijos allí abajo disfrutando del agua. No solía tener mucha gente, por lo que era una gozada. Siempre había soñado con bañarme en esta piscina cuando alquilábamos unos apartamentos que había en frente y veía a la gente chapotear con ese fondo tan azul. El agua está un poco caliente para mi gusto.
Torre In Tempo, que sigue inacabada, con brillos dorados y rojizos al atardecer.
Unas nubes especialmente bellas
Desde mi habitación, en la parte trasera de los apartamentos, este atardecer maravilloso.
Otra paella, está vez de encargo. Ángel, mi cuñado, muy contento de haberla conocido, preparándose para el festín.
La ventana de mi habitación, muy soleada.
Esta foto corresponde al escaparate del famoso restaurante Botín, una mañana que paseaba por la Cava Alta a la hora del desayuno en el trabajo. Todo el que haya pasado por allí alguna vez habrá visto que exhibe reproducciones en miniatura del interior del local: salones, cocina, etc. La pegatina en el cristal de D. Quijote y Sancho le da un aire aún más nuestro, sobre todo a ojos del turista extranjero, que le gusta mucho estas cosas.
Anita, mi hija, haciendo cosas en el ordenador, en el salón de casa. Como siempre tan hermosa.
El salón del apartamento que ocupamos con mi familia en Benidorm, durante nuestras vacaciones en julio pasado. Las vistas son impresionantes desde una planta 14.
La paella que hizo mi madre estando de vacaciones. Me recuerda un cuento que leía de pequeña en el que el protagonista tenía una olla mágica de la que siempre salía arroz, nunca se acababa. Como me ha gustado la paella mucho toda mi vida era como un sueño, y aquí parece hecho realidad.
La terraza trasera del apartamento durante las vacaciones. Me sacaba una silla y me ponía a leer mientras disfrutaba del aire, el sol y la visión del azul maravilloso del mar. Eso sí, me hallaba un poco estrecha porque siempre había ropa tendida. Ahí estaba leyendo las memorias que escribió Chaplin, con las que disfruté tanto. Los que no tenemos terraza en casa habitualmente apreciamos mucho este tipo de pequeños lujos.
Mi hijo Miguel Ángel a la hora de la siesta, el bello durmiente.
Aquí están los apartamentos que hemos ocupado en las últimas décadas. En los que están más cerca, los Brasilia, estuvimos desde que yo era niña hasta ya de mayor, con mis hijos muy pequeños. Los que hay a continuación, los Turia, eran enormes y ahí estuvimos hasta hace 3 años. Al aumentar la familia se hizo necesario alquilar un sitio más grande para vivir. La torre es el lugar que habitamos desde hace un par de años. Es grande pero no tanto como los anteriores, y aquí tenemos otras comodidades que en los demás no disfrutamos.
Últimamente no me reconozco en las fotos, sobre todo cuando estoy sin arreglar, o habitualmente, que me arreglo poco. Aquí menos mal que Anita, mi hija, me peinó y maquilló, y eso que hacía mucho que debía haber ido a la peluquería a darme mechas y cortarme. Es cierto que hay épocas en la vida en la que damos bajones y parece que nos cayeran 10 años encima de repente. Esta es una de ellas. Los problemas y las preocupaciones también hacen lo suyo. A veces olvido que los próximos años que cumpla serán los 50.
Este es un problema que Anita, mi hija, no tiene, de momento. Aquí luce tan guapa, arreglándose una tarde para salir, sin darse cuenta de que la fotografiaba.
Desde el rompeolas, al final de la playa de Poniente, obtuve esta imagen nocturna en la que se ven reflejadas las luces del paseo y la luz del hotel Torre Dorada, que este año había puesto una iluminación cambiante y chillona que no me gustaba nada. Este es el único color que me agradaba. A la izquierda está la torre del Bali, el hotel más alto de Europa.
La piscina de los apartamentos, y mis hijos allí abajo disfrutando del agua. No solía tener mucha gente, por lo que era una gozada. Siempre había soñado con bañarme en esta piscina cuando alquilábamos unos apartamentos que había en frente y veía a la gente chapotear con ese fondo tan azul. El agua está un poco caliente para mi gusto.
Torre In Tempo, que sigue inacabada, con brillos dorados y rojizos al atardecer.
Unas nubes especialmente bellas
Otra paella, está vez de encargo. Ángel, mi cuñado, muy contento de haberla conocido, preparándose para el festín.
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