jueves, 24 de marzo de 2011

Jose Mª Ruiz Mateos


Pocas personas han despertado sentimientos tan encontrados en este país nuestro como Jose Mª Ruiz Mateos. Con él la polémica está siempre servida.

Cuando hace ya 28 años saltó a la palestra su caso, no han dejado de sucederse las noticias que con él tenían que ver o con los miembros de su familia. En un primer momento llamó poderosamente la atención las circunstancias en que tuvo lugar la expropiación de sus empresas. Unos dijeron que había sido un robo a mano armada por parte del gobierno socialista, que por aquel entonces regía nuestros destinos, envidioso del poder y el nivel económico que había alcanzado este empresario. Otros afirmaron que había sido un golpe maestro de un superdotado de la economía como era el ministro Boyer. Las lenguas de triple filo dejaron entrever en su posterior dimisión aquello de dar una de cal y otra de arena: ya que había alcanzado la cumbre del éxito profesional llevándose por delante un botín tan codiciado, había que contentar también a los que pedían su cabeza por tamaño atrevimiento. El escándalo sentimental que le envolvió fue una excusa perfecta, porque en este país cuando nos ponemos puritanos no nos gana nadie.

Resulta una cruel ironía que aquellos que dicen ser socialistas, que saben repartir los dineros entre todos (qué es eso de los monopolios) y hacer justicia social, sean los que protagonizaron uno de los episodios más vergonzosos de la Historia de este país cuando todo eran corrupciones que alcanzaban desde el más grande hasta el más pequeño del partido. Luego ha habido otras, en todos los partidos, pero no como aquella.

Y ahí tenemos a Ruiz Mateos, dando también sus propias campanadas. Aquellas imágenes suyas que tanta gracia nos hicieron, cuando se le ve golpeando a Boyer o disfrazado en múltiples ocasiones de todo tipo de personajes, con el fin de llamar la atención pública sobre su caso y pedir justicia, ahora sin embargo nos parecen que forman parte de una España cañí, lamentable y casposa, que crea pequeños monstruos o personajes de guiñol para irrisión de propios y extraños.

Hasta hace muy poco se paseaba todos los años por el cielo de Benidorm, sobre la playa, una avioneta que arrastraba una pancarta, ondeando al viento, en la que Ruiz Mateos seguía pidiendo justicia. Sólo imaginarlo en la cárcel, a donde sus huesos fueron a parar finalmente, amenazada su vida (dice que allí intentaron matarlo), hace que su existencia nos parezca la de un pobre desdichado al que la fortuna ha dado irremisiblemente la espalda y cuya biografía sería digna de un novelón o de una película de acción y suspense.

Porque la imagen que nos ha dado siempre es la de un hombre honrado y trabajador que ha sido perseguido injustamente, víctima de ese pecado nacional que es la envidia, padre de familia numerosa, felizmente casado desde hace décadas con una mujer con la que incluso ha terminado teniendo parecido físico, alguien también muy peculiar a la que hemos visto dormitando muchas veces en la tribuna del estadio donde juega el Rayo Vallecano, porque ser dueña de un equipo de fútbol no quiere decir que te apasione este deporte.

Y aunque Jose Mª Ruiz Mateos empezó casi desde el primer momento de la catástrofe a montar de nuevo un gran emporio, como el Ave Fénix que resurge de sus cenizas, cuando creíamos que la normalidad se había instalado en su vida, si es que alguna vez es posible que algo así le pueda suceder, ahora salta a los medios de comunicación otra noticia acerca de su familia, al ser acusado uno de sus muchos y similares hijos de estafa.

Ruiz Mateos es ahora un hombre mayor que está bastante delicado de salud, aunque sigue conservando su dialéctica polemista e incendiaria. Si esto le hubiera pasado hace unos años ya se habría enfundado su disfraz de Superman o cualquiera de los otros que tiene en su colección para salir a la calle y reivindicar sus derechos y los de los suyos. Echo de menos su energía, su peculiar sentido del humor hasta en las situaciones más difíciles, su mezcla de coraje y desamparo infantil, su sagacidad para los negocios, su inagotable confianza en sí mismo y en los suyos, su enorme capacidad de trabajo y de reinventarse a sí mismo, su verbo explosivo. En este sentido, es alguien excepcional, fuera de lo común.

En cualquier caso, qué difícil es vivir en paz para algunas personas.

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