miércoles, 9 de marzo de 2011

Un poco de todo (XIII)


- Gracias por la llegada de un nuevo seguidor, José Hervás, que escribe un blog llamado LaCasaDSanJamas, según él “una canción hecha programa de radio, un programa de radio hecho blog”. Un rincón muy interesante el suyo.

- Una vez más ha despertado en mí una viva emoción Esplendor en la hierba, paradigma del amor desgarrado y el sentimentalismo absoluto que ya en su momento, siendo yo adolescente, me causó una gran impresión. Es la representación del destino inexorable, de que todo es efímero, y de que pocas cosas están en nuestras manos en la vida. Y sobre todo los versos de William Wordsworth, un poeta romántico inglés, en su Oda a la inmortalidad, que son recitados por la protagonista en un momento especialmente emotivo, y también al final:

                                         Aunque nada puede hacer volver la hora
                                                     del esplendor en la hierba,
                                                     de la gloria en flor,
                                                     no hay que afligirse
                                                     porque la belleza
                                                    siempre subsiste en el recuerdo.

- Me produce una sensación muy extraña ver cómo derruyen la fábrica de cerveza que ha estado toda mi vida junto a mi casa. Un monstruo metálico gigantesco apareció no hace mucho por la esquina del edificio más alto del complejo y se fue comiendo poco a poco la estructura. Parecía un dinosaurio descomunal de largo cuello que abriese y cerrase la boca una y otra vez incansablemente devorador, o una serpiente colosal de las que cuentan las leyendas que atacaban a los barcos en alta mar.

Muchas veces contemplaba yo en mi infancia desde el salón de la casa de mis padres la parte alta de aquel edificio, donde está el gran cartel con el nombre de la marca, Mahou, que en aquella época tenía un fondo azul. Lo miraba en las noches de verano, cuando abríamos las ventanas en el calor insoportable del ocaso de Madrid, y los focos lo iluminaban como si fuera una valla publicitaria de cine.

Hace unos años pusieron un cartel con fondo granate y ampliaron las naves. Ahora están derribándolo todo desde el interior hacia las fachadas. Desde la calle, al pasar, se ve una montaña de escombros que me ha recordado la zona cero tras los atentados. Una nube de polvo cubre casi permanentemente los alrededores. Se especula mucho sobre lo que van a construir en esa enorme manzana: un centro comercial tipo Vaguada, bloques de viviendas….

De momento diremos adios a la visión fabril, monótona y fea que se contemplaba desde hacía décadas por las ventanas. Sería mucho pedir que el siguiente panorama fuera el de un hermoso parque lleno de árboles, hierba, flores y estanques, y que por una vez el aroma que llegara hasta mi casa no fuera el de la cebada como cuando hacían cerveza sino el de la Naturaleza, y que el sonido que se pudiera escuchar no fuera el tintineo de las botellas en la cadena de producción día y noche sino el trinar de los pajaritos. Es mucho pedir.

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