martes, 5 de febrero de 2013

Christiania



Dyssebroen

Resulta realmente curioso que en unos terrenos que, originariamente, estaban destinados a uso militar, hoy día se asiente una ciudad dentro de otra ciudad, al margen totalmente de las normas de esta última, con sus propias leyes, su propia Constitución, donde no se pagan impuestos y donde la libertad individual por encima de todo es la premisa máxima. Esa ciudad a la que nos referimos es la llamada Ciudad Libre de Christiania.

Ubicada en la capital de Dinamarca (Copenhague), se sitúa exactamente en el Barrio de Christianshavn, del que toma su nombre, constituyéndose en una especie de comunidad hippie (si bien sus orígenes son muy diferentes a los de las comunas hippies de los 60 y 70), y en la que la norma es que cuantas menos normas mejor. Un cartel nos despide del lugar al volver a entrar en Copenhague con la frase“You’re now entering the EU” (“Está usted entrando en la Unión Europea”), toda una declaración de principios que nos resume el espíritu de Christiania.

“Democracia directa”, “experimento social”, “barrio libertario”, son algunas de las denominaciones que se aplican para describir la ciudad, y que pueden darnos una imagen distorsionada, pero que, en su conjunto, describen a la perfección una comunidad en la que cada uno de sus casi mil habitantes es valorado como persona, aportando cada individuo al grupo lo mejor de sí mismo desde su propia libertad. Hay aquí una riqueza de contrastes que, a simple vista, puede hacernos caer en el tópico erróneo de creer que nos hallamos ante una comuna hippie más, lo que se aleja bastante de la realidad.

Ciertamente, cuando se entra en Christiania, la primera impresión que nos podemos llevar es la de que nos encontramos en un nido de okupas. Sin embargo, pronto nos daremos cuenta de que nos hallamos en un lugar diferente, lo que explica que se haya convertido en uno de los atractivos turísticos más importantes de Copenhague. Allí está prohibido hacer fotografías de algunos lugares para evitar que, precisamente, una imagen aislada del contexto distorsione la realidad del conjunto.

En cualquier caso, una visita a Christiania requiere de una mentalidad abierta, pues puede parecer un lugar algo descuidado, decadente y caótico. Conviene recordar que nos hallamos ante un lugar autogestionado que subsiste con el esfuerzo de sus miembros.

Ahí precisamente reside su encanto, que los habitantes tratan de preservar de personajes indeseables con una estricta política de admisión, ya que para poder residir en Christiania es necesario que te acepten todos los habitantes del lugar reunidos en el llamado “Consejo”. De otro modo se vería pronto invadida por personajes de todo pelaje en busca de un refugio paradisíaco.

Christiania nació como consecuencia de la iniciativa de unos padres, vecinos del barrio, que estaban hartos de que sus hijos no tuvieran en la zona ningún lugar donde jugar, mientras que los terrenos en los que se ubica hoy, pertenecientes por aquel 1970 al ejército danés, permanecían abandonados acumulando basura sin ser aprovechados por nadie. Ante tal situación decidieron un buen día tirar abajo la valla que rodeaba dichos terrenos.


A partir de ese momento, esta iniciativa fue a más y comenzaron a organizarse exposiciones, mercadillos de arte y artesanías, conciertos, la publicación del periódico Hovedbladet, actividades que ponían sobre el tapete la necesidad de hacer realidad los anhelos de una sociedad disconforme con el orden establecido y que buscaba un lugar en el que llevar a la práctica sus sueños de libertad. Todo ello comenzó a atraer al lugar a gentes de lo más variado, pasando en poco tiempo de ser un campamento alternativo lleno de tiendas de campaña a un asentamiento estable llamado Christiania.

The Tiny Houses
Sin embargo, el proceso de consolidación del enclave hasta nuestros días no ha sido tan idílico como pudiera parecer, ya que ha pasado por diversos contratiempos: la multitud de personas de toda índole e intenciones que llegaron a Christiania en la década de los 70 obligó a una necesaria depuración de sus habitantes para que se quedaran quienes realmente podían y querían aportar algo, y, por otro lado, la presión política y policial que pretendía expulsar a sus habitantes de las 22 hectáreas que ocupaban, que provocó el efecto contrario.

Del originario movimiento social y utópico se iría pasando, progresivamente, a un movimiento político y de resistencia que haría frente al primer cierre de Christiania ordenado por las autoridades danesas en 1973, una resistencia caracterizada por la no violencia, cuyas armas eran las protestas pacíficas, la palabra, el arte urbano y alternativo, el teatro popular, la literatura y, sobre todo, la imaginación.

Esa resistencia se fue ganando las simpatías de los movimientos alternativos del resto de Europa y del mundo, de personalidades como Bob Dylan o Eric Clapton, que prestaron su música actuando allí, amainando las intenciones de las autoridades danesas hasta 1976, año en el que, nuevamente, la amenaza de clausura se cernió sobre el lugar.

Sin embargo, para entonces, Christiania ya era un verdadero Estado dentro de otro Estado, con sus propias leyes, servicios y seguridad (rara vez la polícía danesa se adentraba allí, salvo en situaciones especialmente graves). Contaba con servicio de correos, Consejo de Gobierno formado por todos los habitantes, servicios sanitarios, conciertos de música a los que asistían estrellas de renombre internacional, certámenes de teatro que comenzaban a ser conocidos internacionalmente... Christiania había pasado de ser un experimento social a toda una realidad con la que difícilmente se podría acabar.

De esta forma, la propia comunidad de Christiania incluso llevaría al Estado danés a juicio para evitar el cierre del lugar, juicio que perdió, lo que obligó a la comunidad a entrar en política y presentar candidatos a las elecciones municipales de Copenhague para sobrevivir.

Las simpatías que provocaba en la población, así como la intensa campaña en su defensa que llevaron a cabo numerosas entidades cívicas y culturales danesas, dio como resultado que consiguieran un concejal en el Ayuntamiento de Copenhague. Este hombre se hizo muy popular por sus discursos y su lucha en defensa de la supervivencia de Christiania y sus valores, lo que logró sus frutos, ya que el Parlamento danés, por 1ª vez, no se planteó el cierre de la Ciudad Libre, sino que decidió que debería presentar un plan de organización como requisito para su continuidad.

Sin embargo, con el tiempo descuidaron la vigilancia sobre las admisiones, lo que provocó que la presencia de indeseables fuera en aumento, la excusa perfecta para que las autoridades de Copenhague volvieran a arremeter contra Christiania. Nuevamente, sus habitantes respondieron al ataque con inteligencia, sin violencia, estableciendo programas de rehabilitación para drogadictos y de reinserción en la comunidad, al tiempo que tomaron medidas severas contra los traficantes de drogas, todo lo cual hizo que volviera a triunfar frente a las pretensiones de los políticos locales en la década de los 80.

Tras diversos avatares, Christiania pudo vivir años de tranquilidad, lo que permitió a sus habitantes el centrarse en sus proyectos y establecer lazos internacionales con organizaciones y comunidades afines que fueron asentando el proyecto sobre bases sólidas, nutriéndose con nuevos miembros que aportaron seriedad y solvencia al lugar. Así, en 1987 el Gobierno danés se planteó legalizar la situación de Christiania e integrarla como un barrio más de Copenhague, respetando sus peculiaridades. 

Pero las propuestas del Gobierno y del Ayuntamiento de la capital fueron una y otra vez rechazadas por los habitantes del barrio,  que querían ser ellos mismos los que determinaran su futuro. Las tensiones constantes terminarán desembocando en la acción policial de 1993, acusándoseles de ser un "gran mercado de drogas duras”, algo totalmente falso. El enfrentamiento fue tan brutal que determinó incluso la intervención de Amnistía Internacional, que logró parar las detenciones masivas. 

Tras aquellos acontecimientos volvieron tiempos de tranquilidad a Christiania, si bien se mantienen algunas tensiones entre las autoridades y los habitantes del barrio al quedar aún en el aire su ordenación urbana y medioambiental, objeto actualmente de negociaciones.

Ciertamente es un lugar pintoresco, inventor de artilugios tan originales como la bicicleta con sillita para niños, que se ha exportado al resto del mundo.

Si alguna vez decidimos ir a Christiania, descubriremos una nueva y distinta forma de vivir.



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