lunes, 18 de febrero de 2013

Un poco de todo (XXII)


- Me han dado hace unos días por la calle un folleto en el que se reclamaba la libertad de Noelia, una chica que está presa en la cárcel de Brieva (Ávila), y que está sufriendo acoso y abusos policiales.

Según he podido leer, es diabética y se le niega la medicación que necesita para subsistir. Como protesta por el trato que le dan, la han golpeado en innumerables ocasiones y la esposan a su cama. En octubre sufrió incluso abusos sexuales por parte de uno de sus carceleros. Además, se la tiene aislada, impidiendo que se comunique con su madre y amigas.

Ignoro cuál fue su delito, pero por lo visto entró para cumplir condena durante año y medio y ya lleva 5 años. Me parece increíble que pueda suceder esto. Ya fue muy conocido anteriormente el caso de Alcalá Meco, cuando se descubrió que varios funcionarios de la prisión recibían favores sexuales de las presas a cambio de tabaco y otros artículos. En esa ocasión sí hubo una investigación y los culpables no quedaron impunes.

Cuántos casos así habrá en las cárceles de nuestro país. Creemos, por comparación con lugares como Tailandia, que tenemos un sistema penitenciario estupendo con unas instalaciones renovadas, pero no se inspecciona la gestión de los carceleros, si se cometen abusos y delitos. La condena del que delinque se supone que debe servir no sólo para castigar sino sobre todo para rehabilitar.

Los abusos y delitos de los propios presos son de sobra conocidos, algo a lo que hay que poner coto, aunque creo que son fruto de la rigidez de las normas carcelarias, la incomprensión de las autoridades respecto a los problemas de los presos y a un mal enfoque del sistema, que en realidad no ayuda a superar las lacras de la vida del convicto.

No se puede consentir ni dejar impune el hecho de que los propios encargados de administar el castigo impuesto por la justicia comisionen actos execrables como los relatados anteriormente. Es como si los que deben tener un comportamiento ejemplarizante fueran los primeros que se apuntan al fuera de la ley.

Es increíble que a estas alturas estemos todavía existan casos de torturas en las cárceles. Por suerte, cada vez hay más personas que se manifiestan en la calle denunciando estos hechos, como en el caso de Noelia.

- Es increíble el revuelo que se ha armado con la decisión del Papa de renunciar a su cargo por razones de salud. Que si no es lo habitual, que si sólo había pasado con dos antecesores suyos hace siglos… Cuántas tonterías. Es como si todos tuviéramos que hacer siempre lo mismo, lo socialmente aceptado, como ovejas en un rebaño, sin capacidad de decisión ni disensión. Ni siquiera que existan antecedentes palía la crítica.

La dignidad de las personas pasa por no tener que desarrollar una labor en situación de salud precaria. Lo que sucedió con Juan Pablo II me pareció siempre una barbaridad, una ruina humana que ni se podía mantener derecho y al que se le caía la baba, la cara contraída por el dolor, en medio de los interminables actos oficiales a los que tenía que asistir.

Fue una decisión personal, igual que Cristo llevó su cruz él quiso hacer lo mismo, como una penitencia. Hay algo descarnado, cruel y atroz en esa fijación de la Iglesia católica por el autocastigo. Es un masoquismo innecesario, antinatural. A mí lo del anterior Papa me pareció lamentable, digno de lástima, e incluso de repulsión. Cristo sufrió un martirio infringido por otros, no se martirizó a sí mismo, ofrecido a sí mismo como espectáculo multitudinario y truculento. Juan Pablo II fue un Papa extraordinario, pero ahí me parece que no estuvo acertado.

Admiro la decisión de Benedicto XVI, que siempre ha sido un hombre muy particular. Reservado, tímido, modesto, no dado a alardes públicos de ninguna clase, nunca ha buscado emular a nadie ni conseguir la popularidad que caracterizó a su antecesor. Es sin duda, y aunque no lo parezca, alguien con mucha personalidad que sabe muy bien lo que quiere.

Si en el Vaticano tienen la costumbre de elegir a los Sumos Pontífices de entre personas de avanzada edad, no es de extrañar que termine pasando esto: es como querer que alguien haga la carrera del galgo al final de su vida, cuando las fuerzas ya empiezan a fallar.

A lo mejor quieren eso, gente anciana que dure pocos años, y así renovar con frecuencia ese puesto tan ansiado por tantos ambiciosos como hay en la curia romana. Al final la propia Iglesia católica es víctima de la rigidez de sus normas: si no fuera así no se habría armado este escándalo, todo habría transcurrido con la naturalidad que debería ser normal.

El futuro eclesial es incierto. Hay muchos candidatos a suceder al Papa Benedicto. Sólo el color de las fumatas lo podrá esclarecer.

- Mi agradecimiento a Nathaly Habich como nueva seguidora de este blog.



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