miércoles, 27 de febrero de 2013

El matrimonio Stanford


Una mujer y su esposo, vestidos modestamente, se bajaron del tren en Boston y se encaminaron a la oficina de la secretaría del rector de la Universidad de Harvard, sin tener una cita. La secretaria que los recibió vio por su apariencia que venían de los bosques. “Bah”, se dijo, “son vulgares campesinos…no tienen nada que hacer aquí”.

“Desearíamos ver al rector”, dijo tímidamente el hombre. “Está ocupado”, respondió la secretaria. Durante horas, ésta los ignoró, esperando que se cansaran y se fueran. Pero como esto no ocurrió, frustrada e irritada, decidió interrumpir al rector para anunciarles su visita.

“Tal vez si usted habla con ellos se irán”, le dijo a su jefe. Él hizo una mueca de desagrado y asintió. La pareja le expuso entonces el motivo por el que habían llegado hasta allí. “Tuvimos un hijo que asistió a Harvard sólo un año”, dijo la mujer. “Él amaba Harvard, era feliz aquí. Mi esposo y yo deseamos levantar algo, en algún lugar del campus, que sea en memoria de nuestro hijo”. El rector se irritó. “Señora”, dijo con aspereza, “no podemos poner una estatua para cada persona que asista a Harvard y fallezca. Si lo hiciéramos, este lugar parecería un cementerio”.

“Oh, no”, exclamó la mujer, “no deseamos erigir una estatua. Pensamos que nos gustaría donar un edificio a Harvard”. El rector entornó los ojos, echó una mirada a la vestimenta del matrimonio, y entonces les espetó: “¡Un edificio! ¿Tienen alguna ligera idea de cuánto cuesta un edificio?. ¡Hemos gastado más de 7 millones y medio en los edificios que hay aquí en Harvard!”.

Por un momento la mujer se quedó en silencio. El rector estaba feliz, pensando que se podría librar de ellos. Ella se volvió hacia su esposo y le dijo suavemente: “¿Tan poco cuesta construir una universidad? ¿Por qué no construimos la nuestra?”. Su esposo asintió. El rostro del rector se alteró por la confusión y el desconcierto.

El Sr. Leland Stanford y su esposa Jane Lathrop se marcharon y viajaron a Palo Alto, California, donde establecieron la universidad que lleva su nombre, la Universidad de Stanford, en memoria de un hijo por el que Harvard no se interesó.

La Universidad Leland Stanford Junior, en honor al hijo fallecido, fue inaugurada en 1891 en Palo Alto. Está a 56 km. al sudeste de San Francisco, en el condado de Santa Clara, en el corazón de Silicon Valley, actualmente centro de industrias de alta tecnología y origen de los “cerebros” informáticos, creadores de Internet y las redes sociales, entre otras cosas.

Mausoleo

Leland Stanford era un magnate ferroviario, uno de los “cuatro grandes” que construyeron el ferrocarril transcontinental que conecta los EE.UU. de este a oeste. Fue abogado, juez de paz y gobernador de California. Su único hijo había muerto de fiebre tifoidea. La Universidad es conocida localmente como “The Farm” (La Granja), debido a que está situada en lo que fue la granja de cría de caballos del Sr. Stanford.  

Su prestigio ha ido creciendo con el paso de los años, hasta el punto de que hoy en día es la número uno, por encima incluso de Harvard.

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