La primera vez que vi a Meryl Streep fue en aquella serie de televisión, “Holocausto”, que emitieron en un tiempo en el que la masacre del pueblo judío no era un tema del que se hubiese hablado nunca muy abiertamente. Ella me fascinó, tan joven como era entonces, por su forma de interpretar tan envolvente, tan magnética, su piel tan blanca, casi transparente, la delicadeza que emanaba de todo su ser y al mismo tiempo la fuerza dramática que era capaz de transmitir. Rubia diáfana he leído que la llaman.
Desde entonces han pasado tres décadas y no hemos hecho otra cosa más que verla madurar, aunque no perfeccionar su técnica, porque ya era maravillosa. Antes al contrario, quizá con los años le han quedado algunos tics que repite con demasiada frecuencia, como le ha pasado a otros grandes actores de la gran pantalla.
Meryl Streep empezó haciendo obras teatrales siendo estudiante, y ya entonces muchos de sus compañeros la recuerdan por la especial emoción e intensidad que emanaba de sus interpretaciones. Nadie como ella para hacer llorar, para mostrar el desamparo, para ponerte al límite de la angustia y el dolor, para llevarte por caminos vitales que evitamos por el temor al sufrimiento que producen, y que ella muestra sin miedo y con una naturalidad sorprendentes. Se desnuda ante la cámara sin ninguna cortapisa.
Cuando ya empezó a trabajar profesionalmente en el mundo de la interpretación, estuvo con una compañía de teatro independiente con la que llegó a estar nominada a un Tony. Luego fue la televisión la que la dio a conocer, y después vino el cine, que la catapultó a la fama y la hizo conocida internacionalmente.
Cuando vi “La decisión de Sophie” me fue imposible contener las lágrimas, y eso que en aquel tiempo no era fácil hacerme llorar. Ella me hizo sentir lo mismo que sentiría una madre que tiene que tomar una terrible decisión, y eso que yo por entonces aún no era madre.
En las comedias está increíble, tiene un fino e irónico sentido del humor que nos hace pasar un rato estupendo, pero es el en drama donde, como todos los buenos actores, nos permite alcanzar unas cotas de emoción insuperables. Los sentimientos parece que surgen en ella de repente, como si los hubiera interiorizado previamente y nos los ofreciera en un huracán de intensidades que empieza siendo pequeño y va aumentando, hasta llegar a un clímax sentimental que parece no tener límite.
Al principio, durante la escena crucial, ella no exterioriza nada, permanece silenciosa, algo incómoda, esperando encontrar el momento en que poder dar rienda suelta a sus angustias. Cuando ese momento se produce es cuando surge la magia que ha hecho famosa a Meryl Streep, esa marea de sensaciones que nos hace parecer como un barco en mitad de una tormenta. Entonces nos sentimos zozobrar, pero ella nos lleva con mano firme y segura por ese mar encrespado como el capitán que conduce a sus marineros con desesperación y con determinación hacia una encrucijada que tan sólo vislumbra. No importa lo que pase después, es el camino que nos ha hecho seguir lo verdaderamente importante.
En un momento, Meryl Streep es capaz de expresar toda la alegría y toda la tristeza del mundo, y lo hace con una delicadeza, una inteligencia y una feminidad fuera de lo común. Puede ser al mismo tiempo frágil y fuerte, temerosa y valiente, dulce y dura, vacilante y valiente, confusa y lúcida. Su capacidad de sentir es infinita, ella misma es puro sentimiento.
Su habilidad para imitar acentos y para cambiar de aspecto físico siempre que el papel lo requiera la convierten en una actriz camaleónica y versátil como pocas.
Feminista, pacifista y ecologista declarada, es madre de familia numerosa y vive desde hace muchos años en una granja que la aleja de la vorágine hollywoodense.
En política no tiene pelos en la lengua, porque critica a unos y a otros por igual.
Ha recibido muchos premios a lo largo de su extensa trayectoria profesional, tanto de teatro como de cine y televisión. En la actualidad su carrera es imparable, pues no deja de hacer al menos un par de películas al año. Cuando a muchas actrices no se les ha perdonado envejecer, ella le ha sacado partido a cada una de las etapas de su vida en beneficio de la interpretación, consiguiendo papeles muy diversos que han puesto a prueba en numerosas ocasiones su talento como actriz.
Ella sigue siendo una fuente de inspiración para muchos otros actores, y para los que la contemplamos una inagotable fuente de placer.
Desde entonces han pasado tres décadas y no hemos hecho otra cosa más que verla madurar, aunque no perfeccionar su técnica, porque ya era maravillosa. Antes al contrario, quizá con los años le han quedado algunos tics que repite con demasiada frecuencia, como le ha pasado a otros grandes actores de la gran pantalla.
Meryl Streep empezó haciendo obras teatrales siendo estudiante, y ya entonces muchos de sus compañeros la recuerdan por la especial emoción e intensidad que emanaba de sus interpretaciones. Nadie como ella para hacer llorar, para mostrar el desamparo, para ponerte al límite de la angustia y el dolor, para llevarte por caminos vitales que evitamos por el temor al sufrimiento que producen, y que ella muestra sin miedo y con una naturalidad sorprendentes. Se desnuda ante la cámara sin ninguna cortapisa.
Cuando ya empezó a trabajar profesionalmente en el mundo de la interpretación, estuvo con una compañía de teatro independiente con la que llegó a estar nominada a un Tony. Luego fue la televisión la que la dio a conocer, y después vino el cine, que la catapultó a la fama y la hizo conocida internacionalmente.
Cuando vi “La decisión de Sophie” me fue imposible contener las lágrimas, y eso que en aquel tiempo no era fácil hacerme llorar. Ella me hizo sentir lo mismo que sentiría una madre que tiene que tomar una terrible decisión, y eso que yo por entonces aún no era madre.
En las comedias está increíble, tiene un fino e irónico sentido del humor que nos hace pasar un rato estupendo, pero es el en drama donde, como todos los buenos actores, nos permite alcanzar unas cotas de emoción insuperables. Los sentimientos parece que surgen en ella de repente, como si los hubiera interiorizado previamente y nos los ofreciera en un huracán de intensidades que empieza siendo pequeño y va aumentando, hasta llegar a un clímax sentimental que parece no tener límite.
Al principio, durante la escena crucial, ella no exterioriza nada, permanece silenciosa, algo incómoda, esperando encontrar el momento en que poder dar rienda suelta a sus angustias. Cuando ese momento se produce es cuando surge la magia que ha hecho famosa a Meryl Streep, esa marea de sensaciones que nos hace parecer como un barco en mitad de una tormenta. Entonces nos sentimos zozobrar, pero ella nos lleva con mano firme y segura por ese mar encrespado como el capitán que conduce a sus marineros con desesperación y con determinación hacia una encrucijada que tan sólo vislumbra. No importa lo que pase después, es el camino que nos ha hecho seguir lo verdaderamente importante.
En un momento, Meryl Streep es capaz de expresar toda la alegría y toda la tristeza del mundo, y lo hace con una delicadeza, una inteligencia y una feminidad fuera de lo común. Puede ser al mismo tiempo frágil y fuerte, temerosa y valiente, dulce y dura, vacilante y valiente, confusa y lúcida. Su capacidad de sentir es infinita, ella misma es puro sentimiento.
Su habilidad para imitar acentos y para cambiar de aspecto físico siempre que el papel lo requiera la convierten en una actriz camaleónica y versátil como pocas.
Feminista, pacifista y ecologista declarada, es madre de familia numerosa y vive desde hace muchos años en una granja que la aleja de la vorágine hollywoodense.
En política no tiene pelos en la lengua, porque critica a unos y a otros por igual.
Ha recibido muchos premios a lo largo de su extensa trayectoria profesional, tanto de teatro como de cine y televisión. En la actualidad su carrera es imparable, pues no deja de hacer al menos un par de películas al año. Cuando a muchas actrices no se les ha perdonado envejecer, ella le ha sacado partido a cada una de las etapas de su vida en beneficio de la interpretación, consiguiendo papeles muy diversos que han puesto a prueba en numerosas ocasiones su talento como actriz.
Ella sigue siendo una fuente de inspiración para muchos otros actores, y para los que la contemplamos una inagotable fuente de placer.