Es increíble la cantidad de gente que se ha visto afectada por la estafa de Madoff, personas de todas las procedencias y ocupaciones que han quedado arruinadas por uno de los mayores timos de la historia.
He leído hace poco la historia de una señora que se ha quedado sin los ahorros de toda una vida. Acostumbrada a llevar un ritmo de gasto vertiginoso y a todo tren, tras años de trabajos en revistas de prestigio en el ámbito de la economía y la moda, se ve ahora viviendo prácticamente de la caridad de sus amigos. Se la ve en una foto, con los rastros de una antigua sofisticación que parecen quedarle aún, algo extravagante, como ha debido ser siempre, con un espectacular abrigo de visón, un vaquero, unas zapatillas deportivas y un bolso muy caro. Igual impone esta moda de mezclar lo costoso y lo barato. Ya ha vendido algunos de sus bolsos de Hermés en Internet para subsistir. Ni siquiera conocía a Madoff, había invertido por consejo de un amigo. Se la ve perdida, asustada, como si no consiguiera recuperarse del shock.
También se ha hecho famoso el caso de una modelo, Carmen dell’Orefice que está ya casi en la ochentena, que sí era amiga de Madoff, a la que la estafa ha obligado a ponerse a trabajar de nuevo. Por mucho photoshop que haya querido hacerse asombra, al ver las imágenes en que ella aparece, la sempiterna juventud que tiene esta mujer, que se ha atrevido a estas alturas de su vida a volver a las pasarelas y a posar para interminables sesiones fotográficas, como ha hecho siempre. Dice no sentir miedo, pues toda su existencia ha sido una lucha contínua, y ya de niña pasó hambre durante la Gran Depresión. La fragilidad de sus huesos no le impide emprender con energía este nuevo derrotero que ha tomado su vida. Dice que el secreto de su belleza es un ungüento veterinario que sirve para hidratar las ubres de las vacas y dar lustre a las crines de los caballos. El haberse dedicado a la danza antes de ser modelo ha moldeado y disciplinado su cuerpo, pero tuvo que abandonar esta gran pasión suya por culpa de las lesiones. Su ejemplo es un camino abierto a seguir por los que en un momento dado se ven en apuros y desconfían de sus propias fuerzas y su capacidad.
El perfil de Madoff no cuadraba mucho con el típico ejecutivo frío y calculador que suele ser habitual. Antes al contrario, daba una imagen muy cordial y cercana, de una persona desenvuelta y perspicaz que se dedicaba al negocio del dinero como por hobby, porque se le daba bien. Moviéndose en los círculos de gente muy rica e influyente, no le era difícil captar a sus víctimas en ambientes informales donde se hablaba de finanzas como quien habla del último par de zapatos con el que te has encaprichado y que te apetece comprar. Su eterna sonrisa y su trato inspiraban confianza.
Este hombre parece haberse erigido en el único culpable de la ruina de miles de personas. El resto de su familia se ha librado de toda responsabilidad ante los tribunales, aunque no de toda sospecha. Sus hijos dicen no haber estado nunca al tanto de ninguno de los negocios fraudulentos de su padre, y su esposa permanece medio escondida y sólo se deja ver en contadas ocasiones, con gesto huidizo y despavorido. Dicen que retiró importantes sumas de dinero en dos ocasiones cruciales: poco antes de que tuviera lugar el atentado a las Torres Gemelas, y cuando estaba a punto de destaparse el escándalo de su marido. También ha hecho desaparecer cuadros y objetos de mucho valor de sus casas, con el fin de evitar que fueran utilizados para indemnizar a los damnificados. Madoff ratifica la inocencia de su familia desde la cárcel, en la que se supone que permanecerá hasta el día de su muerte, teniendo en cuenta la cantidad de años a los que ha sido condenado.
Cada día surgen nuevos nombres de personas afectadas, sobre todo del mundo del espectáculo. Del último que he tenido noticia es del actor John Malkovich, que ha tenido que dedicarse a hacer trabajos “extras” para poder salir de la bancarrota, por lo que no es raro verle anunciar todo tipo de productos en spots publicitarios. No rechaza nada de lo que pueda ofrecérsele.
Lo que sí es cierto es que la capacidad de fabulación de ciertos individuos es legendaria. Cómo es posible que Madoff engañara a tanta gente durante tanto tiempo. Ni siquiera sus más allegados sabían lo que realmente se traía entre manos.
Ahora aparece con gesto contrito, y sigue sin perder ese aura de humanidad y calidez que siempre le ha caracterizado. Casi mueve a compasión, como si tuviéramos que tenerle pena. Se presenta como víctima y sin rastro de arrepentimiento. Supongo que es perfectamente consciente del inmenso daño que ha causado a tantísimas personas, pero como suele suceder con los delincuentes acostumbrados a estar fuera de la ley, no creo que esto sea algo que perturbe su sueño.
Se publican muchas viñetas caricaturizándolo, aludiendo a su situación en la cárcel y a la posibilidad de que incluso allí siga timando a todo el que se deje. A lo mejor el fraude se ha convertido en una nueva adicción.
He leído hace poco la historia de una señora que se ha quedado sin los ahorros de toda una vida. Acostumbrada a llevar un ritmo de gasto vertiginoso y a todo tren, tras años de trabajos en revistas de prestigio en el ámbito de la economía y la moda, se ve ahora viviendo prácticamente de la caridad de sus amigos. Se la ve en una foto, con los rastros de una antigua sofisticación que parecen quedarle aún, algo extravagante, como ha debido ser siempre, con un espectacular abrigo de visón, un vaquero, unas zapatillas deportivas y un bolso muy caro. Igual impone esta moda de mezclar lo costoso y lo barato. Ya ha vendido algunos de sus bolsos de Hermés en Internet para subsistir. Ni siquiera conocía a Madoff, había invertido por consejo de un amigo. Se la ve perdida, asustada, como si no consiguiera recuperarse del shock.
También se ha hecho famoso el caso de una modelo, Carmen dell’Orefice que está ya casi en la ochentena, que sí era amiga de Madoff, a la que la estafa ha obligado a ponerse a trabajar de nuevo. Por mucho photoshop que haya querido hacerse asombra, al ver las imágenes en que ella aparece, la sempiterna juventud que tiene esta mujer, que se ha atrevido a estas alturas de su vida a volver a las pasarelas y a posar para interminables sesiones fotográficas, como ha hecho siempre. Dice no sentir miedo, pues toda su existencia ha sido una lucha contínua, y ya de niña pasó hambre durante la Gran Depresión. La fragilidad de sus huesos no le impide emprender con energía este nuevo derrotero que ha tomado su vida. Dice que el secreto de su belleza es un ungüento veterinario que sirve para hidratar las ubres de las vacas y dar lustre a las crines de los caballos. El haberse dedicado a la danza antes de ser modelo ha moldeado y disciplinado su cuerpo, pero tuvo que abandonar esta gran pasión suya por culpa de las lesiones. Su ejemplo es un camino abierto a seguir por los que en un momento dado se ven en apuros y desconfían de sus propias fuerzas y su capacidad.
El perfil de Madoff no cuadraba mucho con el típico ejecutivo frío y calculador que suele ser habitual. Antes al contrario, daba una imagen muy cordial y cercana, de una persona desenvuelta y perspicaz que se dedicaba al negocio del dinero como por hobby, porque se le daba bien. Moviéndose en los círculos de gente muy rica e influyente, no le era difícil captar a sus víctimas en ambientes informales donde se hablaba de finanzas como quien habla del último par de zapatos con el que te has encaprichado y que te apetece comprar. Su eterna sonrisa y su trato inspiraban confianza.
Este hombre parece haberse erigido en el único culpable de la ruina de miles de personas. El resto de su familia se ha librado de toda responsabilidad ante los tribunales, aunque no de toda sospecha. Sus hijos dicen no haber estado nunca al tanto de ninguno de los negocios fraudulentos de su padre, y su esposa permanece medio escondida y sólo se deja ver en contadas ocasiones, con gesto huidizo y despavorido. Dicen que retiró importantes sumas de dinero en dos ocasiones cruciales: poco antes de que tuviera lugar el atentado a las Torres Gemelas, y cuando estaba a punto de destaparse el escándalo de su marido. También ha hecho desaparecer cuadros y objetos de mucho valor de sus casas, con el fin de evitar que fueran utilizados para indemnizar a los damnificados. Madoff ratifica la inocencia de su familia desde la cárcel, en la que se supone que permanecerá hasta el día de su muerte, teniendo en cuenta la cantidad de años a los que ha sido condenado.
Cada día surgen nuevos nombres de personas afectadas, sobre todo del mundo del espectáculo. Del último que he tenido noticia es del actor John Malkovich, que ha tenido que dedicarse a hacer trabajos “extras” para poder salir de la bancarrota, por lo que no es raro verle anunciar todo tipo de productos en spots publicitarios. No rechaza nada de lo que pueda ofrecérsele.
Lo que sí es cierto es que la capacidad de fabulación de ciertos individuos es legendaria. Cómo es posible que Madoff engañara a tanta gente durante tanto tiempo. Ni siquiera sus más allegados sabían lo que realmente se traía entre manos.
Ahora aparece con gesto contrito, y sigue sin perder ese aura de humanidad y calidez que siempre le ha caracterizado. Casi mueve a compasión, como si tuviéramos que tenerle pena. Se presenta como víctima y sin rastro de arrepentimiento. Supongo que es perfectamente consciente del inmenso daño que ha causado a tantísimas personas, pero como suele suceder con los delincuentes acostumbrados a estar fuera de la ley, no creo que esto sea algo que perturbe su sueño.
Se publican muchas viñetas caricaturizándolo, aludiendo a su situación en la cárcel y a la posibilidad de que incluso allí siga timando a todo el que se deje. A lo mejor el fraude se ha convertido en una nueva adicción.