martes, 6 de abril de 2010

Vampiros


No es extraño que se haya puesto de moda la tan vetusta historia del conde Drácula y los vampiros chupasangres. En un tiempo en el que imperan el mal gusto y la truculencia, relatos como éstos tienen el campo abonado.
Pero los siniestros personajes que aparecen en las películas últimamente no se parecen mucho a lo que estábamos acostumbrados hace años: antes el protagonista de esta inquietante saga solía ser un señor maduro, muy alto, de porte elegante, muy interesante, que aparecía en la ventana del dormitorio de bellas mujeres a las que despertaba de sus tranquilos sueños y, por efecto de una llamada mental hipnótica, las hacía levantar de la cama, vestidas eso sí con vaporosos y sugerentes camisones. Aunque ellas tenían miedo, no podían sustraerse a la extraña atracción que sentían, y ofrecían su blanco cuello al conde para que clavara en él unos feísimos colmillos que de repente aparecían en su boca. Había un trasfondo sexual en todo aquello, pues se trataba al fin y al cabo de una forma de posesión, trágica, con mucho morbo. Dormir con cruces y rodeada de cabezas de ajo era una solución para evitar estas incursiones nocturnas, pero aún así nadie estaba seguro. Sólo la luz del día, que hacía que el vampiro se convirtiera en polvo, o clavarle una estaca en el corazón mientras dormía en su féretro (demasiada brutalidad, pero era necesario), podían acabar con la amenaza.
Ahora los vampiros han perdido parte de su glamour y, más que chupar, dan bocados salvajes, derramando sangre por todas partes. Suelen ser chicos jóvenes, con mucha iniciativa, y sus víctimas son indistintamente individuos de ambos sexos. Cualquier lugar es bueno para montar el numerito, se pasean de aquí para allá aunque sea de día, y tienen poderes que los hacen ser extraordinariamente fuertes y resistentes. Son seres que pasan de la violencia a la tristeza y viceversa, pues se ven obligados a vivir una existencia eterna, oscura y marginal, abocados a un destino siniestro y sufriente del que no se pueden librar. Algunos son héroes y otros son villanos, y en este sentido no difieren mucho de la gente “normal”.
Es curioso el éxito que estas historias macabras tiene entre el público juvenil. Ahora nos vamos a volver todos góticos, vistiendo ropajes negros y llevando maquillajes blancos, marcadas ojeras y barras de labios oscuras. Ya de por sí la gente joven parece que vive como los vampiros, más de noche que de día, en una interminable marcha nocturna.
Pero la verdadera historia de Drácula es mucho más horrible que todo lo que se han inventado después: un aristócrata sanguinario, bastante feo por cierto, que gustaba de torturar a los enemigos caídos en las batallas, ya fuera empalándolos para que agonizaran durante varios días o inspeccionando los lugares donde se habían desarrollado las batallas para rematar in situ a los que aún dieran señales de vida. Sus hijos fueron tan sanguinarios como él, y fueron una familia en la que todos se odiaban y procuraban acabar unos con otros. Algún descendiente actual he visto en alguna foto de revista y parece una persona muy normal, pero cualquiera se fía, que la genética transmite ciertas características de generación en generación.
En Transilvania, por lo visto, viven casi exclusivamente del interés turístico por conocer los lugares donde vivió el conde Drácula, aunque el castillo que todo el mundo visita no tiene nada que ver con este señor. Se ve su retrato grabado en las fachadas de los edificios, y cabezas de ajo colgando por todas partes, para dar más ambiente. Hay que explotar el filón. Siempre me ha parecido curioso y algo horripilante que se haga negocio con lugares donde han tenido lugar matanzas y torturas, como pasa con los campos de concentración nazis, no comprendo cómo puede haber alguien que tenga interés en ver semejantes sitios que, al contrario, deberían caer en el olvido por lo ignominiosos que fueron.
Lo que nunca imaginaría este personaje es lo mucho que se hablaría de él en los siglos venideros y el entusiasmo que despierta el relato de sus hazañas. Y es que en gustos no hay nada escrito.
 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes