lunes, 14 de marzo de 2011

El ideal de amor


Hay temas en los que nunca nadie se pone de acuerdo, y cuando salen en una conversación surgen opiniones y sentimientos encontrados. Uno de ellos es el amor. Y así ocurrió hace poco hablando con unas compañeras de trabajo. Para una significaba la estabilidad de una duradera relación de pareja, una intimidad y una confianza muy grande que te permita darte a esa otra persona sin temor. Para otra era muy importante estar con un hombre con mucha experiencia, alguien que supiera muchas cosas de la vida, porque así sabría cómo tratarla y resultar interesante.

Yo expuse también mi ideal que, a pesar de ser completamente pueril, sigue siendo el eje central de mi forma de pensar y de vivir: el amor basado en la bondad y pureza de corazón, que la persona objeto del mismo sea como una página en blanco sobre la que yo pudiera escribir, que no tuviera mancha. Mis compañeras pensaron que lo que quería es que fuera como un niño y no como un hombre. Todos llevamos una mochila a nuestras espaldas, cargada con las experiencias pasadas que fueron negativas, nadie llegado a una cierta edad carece de ella, pero eso no impide conservar esa bondad y pureza de corazón por encima de todo. Puede que efectivamente lo que yo quiera es un hombre que sea como un niño, alguien que por su conducta intachable y el estado de su alma puedan llegar a parecer un ser que está empezando a vivir.

Mis compañeras me dijeron que lo que deseo es una figura de barro que pueda moldear a mi capricho. Todos tenemos un ideal de ser amado que, casi siempre, no se corresponde con nadie real porque, al menos en mi caso, es demasiado sublime. Pero exigir esas premisas en el hombre que ha de compartir tu vida no es en modo alguno un intento de crear un prototipo perfecto que responda a todas las expectativas posibles. No me gustaría que ese hombre fuera un ser manipulable, sin personalidad, que dijera que sí a todo sólo por complacerme, sin ninguna convicción.

Comparé mi ideal del amor con la historia de Romeo y Julieta: una pureza tan grande y una entrega tal que se llega a dar la vida por ello. Por supuesto no hay que ir tan lejos ni ponerse melodramáticos, y yo como Julieta estoy ya talludita, pero en esa línea voy. O, cómo no, el modelo de hombre para mí perfecto que representó el protagonista de Titanic, alguien valeroso, lleno de vida y amor, libre de mente y de espíritu, generoso hasta el extremo (no de dinero), dulce y tierno. Es cierto que era casi un niño, no sólo por su edad, pero no creo que alguien así hubiera cambiado mucho si hubiera podido llegar a la madurez, y desde luego resultaba adorable.

Nobleza y valor son dos cualidades que considero imprescindibles en el ser amado. Parecen valores rancios, pasados de moda, pero creo que son la base fundamental que sostiene al resto. Un hombre innoble, que mienta o tenga una doble moral sería insoportable para mí, lo mismo que alguien que carezca de la valentía necesaria para afrontar los momentos difíciles de la vida. No hacen falta actos heroicos ni grandes alardes, no me gustan los que arriesgan sin más, a lo loco, por dar una imagen de gallardía. La gallardía está precisamente en esas cualidades a las que aludía al principio: bondad y pureza. La apostura física nunca está de más pero no es imprescindible. Para mí es mucho más atractivo el hombre que es sensible e inteligente que el simple figurín más pendiente de su aspecto externo que de su estado interior.

Pero llegados a este punto mis compañeras quizá tengan razón: alguien que es así se puede decir que es como un niño, alguien que aún no ha sufrido las inclemencias de la vida y por eso no tiene doblez. Es fácil caer en ese caso en la inmadurez, y ésto es algo que si en un cierto momento de la vida no se ha llegado a superar, es casi imposible que se supere ya, y es un estorbo que impide desarrollar una existencia plena y feliz porque, entre otras cosas, anula la capacidad para tomar decisiones importantes. La nobleza y el valor parece que faltan aquí, y por ello el amor parece un poco menos amor.

Quisiera poder albergar yo también esa bondad y pureza de corazón para estar a la altura. Y es que el amor es lo que tiene, que por él deseamos ser mejores personas. A lo mejor estoy pidiendo la luna.

4 comentarios:

FOLIE dijo...

Hola!
Estoy de acuerdo, mucho, en una de las cosas que has dicho: imprescindible la bondad. Para mí todo lo demás es mero adorno. Y lo llevo a rajatabla, lo lucho y lo cuido como el tesoro que es. Querer a los demás por sus valores, no por lo que nos dan... que diría el amigo Aristóteles.
Iré descubriendo coincidencias de a poquito... qué regalo tan bonito este de pasarse de puntillas y quedarse con ganitas de más...

pilarrubio dijo...

Me encanta haberte gustado.Para mi tambien ha sido un descubrimiento haberos conocido.Un abrazo.

Erick Bojorque Pazmiño dijo...

Saludos cordiales.
Pilar.

Me gusto lo de "efecto coriolis"
Tu giras ...
Yo reboto.

Diría que en la relación de amor es necesario:
Que le varón no sea grosero..
Y ...
Que la mujer no sea intransigente.

Atentamente
Erick Bojorque

pilarrubio dijo...

Seguro que sí Erick. Gracias por leerme.

 
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