Folie se ha convertido hace poco en seguidora de mi blog. Yo ya lo era del suyo, La inacabada Folie de Nietzsche, desde tiempos remotos. Su prosa es todo menos prosaica, sus pensamientos giran obsesivamente en torno a sensaciones e ideas que, por la forma como nos las ofrece, casi se pueden tocar con los dedos. Alguien ha comentado en uno de sus posts que es críptica. A mí me parece también que es psicodélica.
El lenguaje de Folie es como una montaña rusa de sensaciones recónditas que son mostradas unas veces de forma no explícita y otras descarnadamente. Ella observa el mundo con una mirada muy perturbadora. La catarata de sus emociones nos arrasa y anega, aunque a su poder sobrecogedor se une la belleza de su fuerza desatada. A veces es sólo un secreto manantial de aguas subterráneas, por donde fluyen las corrientes de sus certezas en relativa calma.
Pero no nos engañemos: Folie despierta como un volcán cuando menos lo esperamos, y la lava hirviente de sus más íntimos anhelos inunda los páramos de nuestras conciencias, los abrasa, los derrite, agosta nuestros prejuicios y estereotipos como productos de desecho que deben ser incinerados.
Al final nos queda una extraña mezcla de zozobra y plenitud, destilada en los insondables alambiques de su mente y su corazón, brebaje que nos es servido con la mayor naturalidad del mundo, para nuestra particular degustación.
Me siento conectada a Folie desde la primera vez que la leí, de forma inexplicable. Las cosas que dice son pensamientos que pertenecen a la esfera más íntima del ser humano y que normalmente nunca saldrían a la luz si ella no los materializara con su escritura. Pero lo que me impacta es que alguien más, además de mí, los haya tenido, porque no son elucubraciones cualquiera. Algunas de sus experiencias personales también me son familiares, y se me ocurre pensar que, sin llegar a ser almas gemelas, podríamos ser espíritus afines que con frecuencia viven situaciones parecidas y sienten las cosas de manera similar. Sólo que yo no soy capaz de escribir sobre ello con el acierto y oscuro alcance de Folie. Y al decir oscuro me refiero a su capacidad y valor para meterse en los intrincados laberintos del alma y regresar incólume para mostrarlos sin pudor. Ella llega a lugares a los que muy pocos tienen acceso, al menos conscientemente. Es una exploradora de tierras recónditas, de esas a las que los aventureros de novelas y películas se atreven a llegar porque saben que hay un tesoro al que nadie ha podido o se ha atrevido a llegar.
Y qué decir de Nietzsche, su compañero de fatigas literarias. Su estilo rotundo, demoledor, en torno a los grandes temas de la Humanidad que a todos nos afectan, su vasta cultura, el melancólico escepticismo de su mirada. Parece que tuviera una sensibilidad herida que le llevara a poner distancia respecto a lo que le rodea. La soledad, el paso del tiempo, el amor incierto y efímero, forman parte de un bagaje vital que todos llevamos a cuestas pero del que seguramente a él le gustaría desprenderse porque dificulta la existencia. Escribiendo sobre ello es como si se liberara.
Siempre afronto una nueva lectura de su blog con inquieta curiosidad. Folie y Nietzsche nos abren las puertas de un mundo muy personal en el que no es difícil encontrar elementos comunes a poco que nos asomemos a él. Habrá quienes no puedan descifrarlos, o a quienes remuevan por dentro cosas que no deseen que les toquen. Y desde luego a nadie dejan indiferentes.
4 comentarios:
Sé que entenderás bien lo que significa llegar a casa de noche y leer un regalo así. Sé que sabrás del escalofrío gustoso, de los ojos y la sonrisa abiertos, del no pestañeo, del regocijo, del miedo, de la ilusión, de la perplejidad, del que todo se detiene, sabrás de la confusión, la incredulidad, el vértigo, el envés de la piel al descubierto, la fragilidad de los huesos, el agradecimiento a la vida y los humanos que la componen, que a veces tienen estas cosas. Sé que sabrás lo que se siente, porque ya no creo posible dar tanto y de una manera tan bonita sin haber recibido antes. Es curioso, justo hoy recordé en el supermercado tu post sobre cuánto dice de nosotros lo que compramos en el súper, y que cuando lo leí sentí esa conexión, ese sonreírme al pensar que me habías quitado la palabra de la punta de los dedos. Y otra cosa que se me ha agarrado al corazón: la foto de la catarata me recuerda muchísimo a Iguazú... yo cuando las tuve delante de mí sentí que ellas y yo estábamos hechas de la misma esencia, que en algún momento he tenido que nacer en esa tierra y amarla como propia y que nos parecíamos tanto que seguro compartimos átomos de H2O, alma o vete a saber qué. Gracias por verme, por oírme, por tocarme.
Ahora eres tú la que me ha puesto a mí la carne de gallina. Pensé poner otra foto que me pareció más sugerente, un primer plano de unas amapolas de un rojo tremendo sobre una hierba clorofila.Delicada y perturbadora. Para Nietzsche un bosque azul intenso que parecía helado. Pero te veo como una catarata, y como otras muchas fuerzas de la Naturaleza. Me siento feliz por haber acertado. Gracias a tí por todo.
Gracias. Siempre es un regalo una visión sincera desde otro lado de uno mismo.
Seguimos compartiendo camino entre palabras.
Un placer.
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