jueves, 12 de junio de 2014

El tormento y el éxtasis


Casi no recordaba la película El tormento y el éxtasis de cuando la vi hace muchos años. En mi memoria se había quedado grabada sólo la imagen de Charlton Heston subido a unos andamios para pintar los techos de la Capilla Sixtina, discutiendo con el Papa, que lo apremiaba constantemente para que terminara su obra.

Fue como si la viera por 1ª vez, y disfruté como una enana. Heston siempre ha sido uno de mis actores predilectos, y es con el tiempo como he sabido más acerca de su vida y he podido apreciar su talento en toda su magnitud. Portentosa presencia escénica, trabajaba a un altísimo nivel y, aunque en todos los papeles que hizo siempre estuvo maravilloso, fue con los de corte histórico donde más posibilidades de lucimiento tuvo, dejándonos películas inolvidables.

Por la forma cóoo transmitió el valor, la nobleza o el fervor religioso se adivinaba que él los sentía realmente. No sabía que fuera un hombre piadoso, y la rectitud de su existencia fuera de las cámaras le convirtió en uno de los personajes más sólidos y reputados de Hollywood, tanto en lo profesional como en lo personal.

El Miguel Ángel de Heston es un hombre lleno de fuerza interior, de creatividad y también de zozobras. Su fuerte temperamento le impide aceptar todo aquello que no le parece bien, aunque sea el mismísimo Papa el que se lo pida. Un trabajo que iba a durar sólo dos meses, se convirtió en un esfuerzo titánico de 4 años, que empezó mal, pues al principio no lograba encontrar el estilo adecuado, llegando a borrar furioso y desalentado todo lo que había hecho. Y esto era porque se le querían imponer los criterios estéticos, hasta que consiguió convencer al pontífice de que sus ideas eran buenas, yendo incluso al campo de batalla donde este Papa que también fue militar luchaba contra los enemigos de Roma. Casi son cómicas las escenas en las que Miguel Ángel le enseña sus bocetos tras las trincheras, mientras caen las balas de cañón y silba la munición de los fusiles a su alrededor.

Las condiciones en que trabajó el artista fueron muy penosas, pues soportaba un frío intenso o un calor sofocante, a un ritmo constante sin apenas descansar ni comer, ya que siempre iba con retraso, hasta el punto de que llegó a enfermar. En Internet no aparece la figura de la mujer que lo cuida y fue su amante en el pasado, una Medici, aunque en la película sí tiene un papel relevante. La ficción edulcora y crea historias para hacer más digerible cosas que a lo mejor entonces, cuando se rodó el film, aún no se sabían, como que Miguel Ángel era bisexual, y tuvo relaciones tanto con mujeres como con hombres. Además tenía la nariz partida a causa de una agresión, y era bastante poco agraciado físicamente, aunque le adornaran otras cualidades. Charlton Heston, en ese sentido, no le pudo emular, aunque mejoró el original.

Me maravilló la técnica que empleó el artista para pintar los frescos: dibujar en carboncillo las figuras en grandes trozos de papel cebolla, agujerear con un punzón los contornos, aplicar yeso sobre los techos y antes de que se secara superponer ese papel, tirar para que se desprenda la figura y quede pegada, que será lo que se coloreará. Utilizó tonos muy intensos, brillantes, y la desnudez como tema recurrente provocó muchas críticas. Cuando debía pintar boca arriba, tumbado sobre un tablón, se le metía la pintura en los ojos y se resintió de las cervicales y la espalda. Hacía muchas pruebas, muchas mezclas, hasta conseguir el color que deseaba.

El Papa Julio II aparece como un hombre fácilmente irascible y caprichoso, que utiliza a Miguel Ángel a su antojo como un criado más, y al que paga tarde y mal. Sin embargo, se conocen el uno al otro perfectamente y saben cuales son sus puntos débiles. Cuando el artista enferme sólo se levantará de la cama ante la insinuación del pontífice de un posible sustituto, y cuando sea éste quien convalezca debido a las heridas sufridas durante una de las batallas, casi agonizante, será Miguel Ángel quien le haga saltar del lecho alegando que no tiene el valor suficiente para completar su obra, aquello por lo que Dios le eligió su representante en la tierra.

Cuando Miguel Ángel acabó su labor en la Capilla Sixtina e iba a iniciar el monumento funerario para el Papa, éste falleció, por lo que nunca pudo verlo terminado. El artista siempre dijo que él era en realidad escultor, y esta fue la principal razón por la que no quería aceptar en un principio el encargo de pintor que se le hacía. Aunque él fue ambas cosas, y de forma magistral. Su obra ha permanecido a lo largo del tiempo hasta nuestros días, y es un recuerdo del pasado que forma parte de nuestra Historia. El tormento fue la tempestuosa relación del artista y el Papa y los sufrimientos que padeció hasta que terminó su obra, y el éxtasis el resultado final, maravilloso.


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