Encantadora Geraldine Chaplin en El hormiguero el otro día. Es la 3ª vez que va al programa, en esta ocasión con motivo del estreno de la última película protagonizada por su hija Oona. Es una chica muy guapa, y según su madre tiene un talento enorme. El hijo que tiene no es tan conocido al no dedicarse al mundo del espectáculo. He leído en Internet que está estudiando psicología y que se ha dedicado durante años a asistir a personas sin techo en estado terminal, y a niños y adolescentes maltratados.La excepcionalidad de Geraldine se ha transmitido a sus hijos.
Declaró, cuando se le preguntó por sus comienzos, que ella había intentado ser otras cosas antes que actriz. Fue modelo y trabajó en un circo cuidando elefantes. “Dormía con ellos, les alimentaba y limpiaba sus ‘tortas’”, dijo como si fuera lo más normal. La interpretación no le parecía más que un juego, y lo tuvo fácil gracias a su apellido. Entró por la puerta grande del cine con uno de los papeles protagonistas de Doctor Zhivago con veinte pocos años. El amor a la profesión vino después.
Su padre nunca quiso que se dedicara a ésto, le parecía una profesión en la que había que estar siempre dispuesto al rechazo ajeno y a la frustración, y no deseaba eso para ella. Montones de castings en los que te podían decir que no valías para un papel, incluso aunque tu apellido te avalara. Estuvieron sin hablarse varios años, aunque ella afirma que fue mejor pelearse siendo joven que no cuando hubiera tenido 40 años.
Y realmente si no hubiera tenido talento no habría podido desarrollar una carrera tan larga. El apellido no lo es todo: si no gustas terminan por no contratarte. Geraldine ha conocido la época dorada de Hollywood y ha participado en producciones de diferentes nacionalidades. En las españolas la recordamos con su peculiar acento, ya que habla perfectamente español al haber tenido dos parejas de habla hispana, Carlos Saura, con quien tuvo a su hijo, y un fotógrafo chileno, su actual marido, con quien tuvo a Oona, que lleva el nombre de la madre de Geraldine.
Recuerda con amor a sus padres, pero especialmente a su madre, con quien guarda un gran parecido físico. Hija del conocido dramaturgo Eugene O’Neill, con 17 años se casó con Chaplin, que ya tenía 53, pese a la oposición de la familia de ella. De hecho no fueron a la boda y no quisieron tratar a los nietos que nacieron después. Geraldine dice que su padre les inculcaba valores fundamentales, pero que era su madre la que les enseñaba con su ejemplo. “Yo no le llego ni a la suela de los zapatos”, dijo en una ocasión.
Siempre me llamó la atención la feminidad de Geraldine, su simpatía, su bondad natural, su generosidad y su humanidad. Aunque también tiene su carácter, pues cuando uno de los muñecos que aparecen en el programa le preguntó si no se había aburrido alguna vez con alguna de las películas de su padre, ella muy seria y alzando la voz dijo. “¿Pero no te da vergüenza? Esas cosas no se preguntan. ¡Pues claro que no!”. La sensibilidad y la inteligencia de los que hacen este programa deja mucho que desear en muchas ocasiones. A ellos puede que les haya resultado plomizo alguno de los films de Chaplin, pero no pueden esperar que al resto de la gente le pase lo mismo, y menos a la hija del artista, la persona menos apropiada para hacer semejante pregunta. Como el tono de El hormiguero es siempre de humor la actitud de ella quedaba a medio camino entre el reproche y la sonrisa.
Lógicamente Geraldine estará orgullosa de la obra de su padre, la considerará un tesoro de valor incalculable, como hacemos todos. Ella sabe la vida tan dura que tuvo él, sus humildes orígenes llenos de soledad y pobreza, su inestabilidad sentimental hasta que conoció a su madre, el rechazo de la familia de ella, la lucha contra los que le criticaban y censuraban, sobre todo en las producciones de los últimos años, el exilio tan injusto que le partió el corazón.
Con un imitador de su padre |
Uno de los papeles que más me ha gustado siempre de los que ha interpretado Geraldine es el de la madre que vive un matrimonio desgraciado en Cría cuervos. Es esta una película que refleja fielmente la sociedad española de los años 70, anclada en el pasado y más pendiente del que dirán que otra cosa, hipócrita y llena de prejucios. Su actuación me conmueve profundamente, sobre todo la escena en la que se enfrenta a su marido, que no la quiere y le es infiel, pese al amor de ella. Parece que lo más importante es mantener las apariencias. Su delicadeza, su desgarro, su alma de mujer hecha pedazos, no dejan indiferente a nadie. Hace poco la veíamos en una breve aparición en Lo imposible, donde les enseña a los niños protagonistas las estrellas del firmamento tras la catástrofe que asoló Sumatra hace 10 años. Sus historias, tan tiernas y con su voz tan suave, tranquilizadora y dulce, distraía a los pequeños de su tragedia por unos momentos.
Allá donde se la requiera, su inclusión en una película da prestigio a la producción, y un toque muy especial. Como es ella.
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