Con la llegada no hace mucho a nuestras pantallas de Philomena, la última película de Stephen Frears, he querido reproducir aquí parcialmente una entrevista que conservo entre los recortes de prensa y revistas que tengo en casa con todo aquello que me interesa, que le hicieron hace 4 años, con motivo del estreno de otro de sus films, Chéri, en la revista XL Semanal. Este director, de larga y muy variada filmografía, ha dirigido cintas memorables como Las amistades peligrosas, Mary Reilly (nueva e inquietante versión del mito de Jack el Destripador), o The Queen, entre otras muchas.
Llegó al cine casi por accidente y ya lleva 30 años de experiencia. Sin embargo, el éxito no ha logrado cambiar al impredecible Stephen Frears. Ni siquiera ha borrado su eterna media sonrisa. Por fuera parece un osito de peluche; por dentro se esconde un hombre de miles de capas, amante de los contrastes y la subversión.
Tras rodar Cheri le preguntaron que, como buen inglés, parecía interesarle ese tipo de historias donde no se revelan los sentimientos.
“Lo más importante siempre está soterrado. El inconsciente es más poderoso que el consciente. Y, por supuesto, el que sea inglés influye: no expresar sentimientos está en nuestra naturaleza”.
- XL Semanal. ¿Usted recibió una educación muy inglesa?
- Stephen Frears. Soy muy inglés y llevo una vida bastante burguesa. Un hombre de clase media, respetable. Me educaron de forma muy británica: todo eran reglas y restricciones. Emocionalmente, me sentía incomprendido. Toda mi vida estuve sediento de una libertad de expresión que no gocé en mi infancia. Admiro la naturalidad con que se expresan en otros países. Creo que me aburrí de esa falsa seguridad y, aunque me llevó tiempo, logré rebelarme.
- XL. Usted estudió en Cambridge. ¿Le resultó difícil adaptarse a un mundo nuevo de teatro, televisión, cine…?
- S.F. Fue fácil. La abogacía me aburría mortalmente, como la promesa de una vida hastiada. Así que, cuando acabé los estudios, decidí que necesitaba hacer algo que capturara mi interés por completo. The Royal Court era el lugar más interesante por entonces, lleno de gente inteligente, me sentí muy a gusto, mucho más que en los polvorientos pasillos de Cambridge.
- XL. ¿Qué pensaron sus padres?
- S.F. No les di opción; jamás se lo pregunté. Estoy seguro de que mi madre aún está preguntándose cuándo voy a conseguir un trabajo de verdad.
- XL. Llegó al cine por casualidad.
- S.F. Un bellísimo accidente, una sorpresa. Mientras estaba en el teatro, me pidieron que fuera asistente de un director. Fue como si de pronto se hiciera la luz. Jamás soñé que me convertiría en director o que haría películas en América. Todavía no acabo de creérmelo.
- XL. Tras 30 años en el cine ¿sigue trabajando con la misma intensidad?
- S.F. ¿Cómo no? No hay otra opción; es un proceso durísimo, lleno de desafíos que te pueden volver loco. El papel de director encierra algo tiránico, es quien toma las decisiones. La diferencia es que, al principio de la carrera, te guía la pasión y una cierta inocencia maravillosa que sí han desaparecido. El cine es una industria difícil que aplasta el talento sin piedad. Cada día de rodaje, me enfrento con la pregunta: ¿seré capaz? Imagino que, mientras me invadan esos temores, todo saldrá bien.
- ¿Qué le hace continuar? Usted encadena un film con otro…
- S.F. Porque, además de los desafíos, hay otro factor maravilloso: el cine es una experiencia vertiginosa. Es como insuflar vida a algo que está frente a ti… ¡Pero no encadeno films! Me tomo mis pausas en las que no hago más que leer, estar con mi mujer, pintar… Cuando acabé The Queen, estuve un año sin trabajar.
Tras rodar Cheri le preguntaron que, como buen inglés, parecía interesarle ese tipo de historias donde no se revelan los sentimientos.
“Lo más importante siempre está soterrado. El inconsciente es más poderoso que el consciente. Y, por supuesto, el que sea inglés influye: no expresar sentimientos está en nuestra naturaleza”.
- XL Semanal. ¿Usted recibió una educación muy inglesa?
- Stephen Frears. Soy muy inglés y llevo una vida bastante burguesa. Un hombre de clase media, respetable. Me educaron de forma muy británica: todo eran reglas y restricciones. Emocionalmente, me sentía incomprendido. Toda mi vida estuve sediento de una libertad de expresión que no gocé en mi infancia. Admiro la naturalidad con que se expresan en otros países. Creo que me aburrí de esa falsa seguridad y, aunque me llevó tiempo, logré rebelarme.
Las amistades peligrosas |
- XL. Usted estudió en Cambridge. ¿Le resultó difícil adaptarse a un mundo nuevo de teatro, televisión, cine…?
- S.F. Fue fácil. La abogacía me aburría mortalmente, como la promesa de una vida hastiada. Así que, cuando acabé los estudios, decidí que necesitaba hacer algo que capturara mi interés por completo. The Royal Court era el lugar más interesante por entonces, lleno de gente inteligente, me sentí muy a gusto, mucho más que en los polvorientos pasillos de Cambridge.
- XL. ¿Qué pensaron sus padres?
- S.F. No les di opción; jamás se lo pregunté. Estoy seguro de que mi madre aún está preguntándose cuándo voy a conseguir un trabajo de verdad.
- XL. Llegó al cine por casualidad.
- S.F. Un bellísimo accidente, una sorpresa. Mientras estaba en el teatro, me pidieron que fuera asistente de un director. Fue como si de pronto se hiciera la luz. Jamás soñé que me convertiría en director o que haría películas en América. Todavía no acabo de creérmelo.
- XL. Tras 30 años en el cine ¿sigue trabajando con la misma intensidad?
- S.F. ¿Cómo no? No hay otra opción; es un proceso durísimo, lleno de desafíos que te pueden volver loco. El papel de director encierra algo tiránico, es quien toma las decisiones. La diferencia es que, al principio de la carrera, te guía la pasión y una cierta inocencia maravillosa que sí han desaparecido. El cine es una industria difícil que aplasta el talento sin piedad. Cada día de rodaje, me enfrento con la pregunta: ¿seré capaz? Imagino que, mientras me invadan esos temores, todo saldrá bien.
- ¿Qué le hace continuar? Usted encadena un film con otro…
- S.F. Porque, además de los desafíos, hay otro factor maravilloso: el cine es una experiencia vertiginosa. Es como insuflar vida a algo que está frente a ti… ¡Pero no encadeno films! Me tomo mis pausas en las que no hago más que leer, estar con mi mujer, pintar… Cuando acabé The Queen, estuve un año sin trabajar.
Philomena |
- XL. Dice que Chéri es la película más extrema que ha hecho ¿A qué se refiere?
- S.F. A que se mueve entre opuestos brutales; el humor es un medio perfecto de contar ese tipo de historias. Permite hacer que cosas imposibles resulten aceptables. Nada tiene sentido sin poesía y humor. Son dos de las claves de nuestra existencia.
- XL. ¿Qué le gusta del sentido del humor británico?
- S.F. Es algo que se ha ido formando a través de la historia y las generaciones. Me encanta porque es muy retorcido, casi maquiavélico. El sentido del humor está muy cerca de nuestros corazones.
- XL. Otros asuntos que trata Chéri son la edad y la belleza, dos temas eternos.
- S.F. Por eso, el film es subversivo… Plantea la dureza del paso del tiempo, la pérdida de la belleza y sus consecuencias; es algo que nuestra sociedad no admite… Parece que obliga a que seamos eternamente bellos y jóvenes.
- XL. En España, por ejemplo, se ha sustituído la palabra ‘viejo’ por la de ‘mayor’.
- S.F. [Ríe] Es una de las cosas más ridículas que he oído. No es más que disfrazar la realidad.
(Reproducción parcial de la entrevista aparecida en el XL Semanal de 18/1/10)
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