Milagroso que no lloviera
torrencialmente durante el desfile del Día de La Hispanidad, habiéndolo hecho los días
anteriores, y los que le siguieron. Parece que, aunque algo desapacible y con
mucho viento, el cielo clareó y se pudo ver azul con nubes veloces que apenas llegaron
a cubrir el sol.
Mi hijo Miguel Ángel y yo nos
aprestamos a colocarnos frente a la televisión para presenciar, como otros
años, el solemne acto. Él, que entiende tanto de armamento militar, me
describía con todo detalle las armas y otros equipamientos que iban
apareciendo, y escuchaba con atención los comentarios que hacía el periodista
sobre los uniformes o la historia de cada regimiento. Se celebraba el 75
aniversario del Ejército del Aire, por lo que uno de sus miembros tuvo el honor
de portar la enorme bandera que luego se izaría, acompañado de los
representantes del resto de los Ejércitos. En lo alto del mástil, ondeaba
briosa por el fuerte viento que soplaba, recortada contra el cielo y las nubes, que lucían ese blanco destellante de los días
tormentosos cuando luce el sol, con la verde arboleda de la plaza y el paseo de fondo.
Era el primer desfile de esta conmemoración para D. Felipe como Rey. Se echó en falta al resto de su familia,
pues aunque sus padres no asisten a los mismos actos públicos que él para no
restarle protagonismo, al menos su hermana mayor podría haberle acompañado. Dª
Letizia lució un vestido sobrio y muy elegante, como es habitual en ella, y las
niñas un vestido estampado muy otoñal que, para mi gusto, era demasiado fino
para el día tan fresco que se presentó.
El Rey Felipe VI cantó con la
representación del Ejército que había allí un himno muy triste mientras izaban
la bandera, antes de que comenzara el desfile. También depositó la corona en
honor a los caídos por la patria, algo que según
comentaron los periodistas que retransmitían el acto no se hacía desde hacía
años.
Las niñas miraban con atención el
paso de los distintos cuerpos, y señalaban al cielo cuando alguno de los
escuadrones de aviones les llamaban la atención. Nosotros desde casa los
veíamos antes de que llegasen, cuando ya iban soltando el humo con los colores de
nuestra bandera. Pero lo más curioso, porque no lo había visto antes, es que
poco después llegó otro escuadrón desde otro lado soltando humo con los colores
de una bandera diferente, que Miguel Ángel me dijo que era la italiana. Tras
ellos unos aviones más grandes y panzones, de la misma nacionalidad, que me
imagino son para carga de tropa y vehículos.
Mi hermana me comentó esa tarde,
celebrando el Pilar en casa de nuestros padres, que el año pasado no hubo
despliegue aéreo por los recortes. Colorista desfile de regimientos, cada uno
con sus uniformes y un paso distinto. Los de montaña vestidos de blanco, la guardia real con sus plumas rojas en el sombrero, prestos a cambiarlas por otro adminículo en caso de lluvia, los Regulares de Ceuta de azul con capa blanca... Los legionarios, pese a despertar las simpatías y la curiosidad de la gente, acompañados del carnero, a mí nunca me han gustado. El paso tan rápido que llevan, que parece de los tiempos del cine cómico mudo, la ropa tan apretada y la cabeza levantada en una postura tan antinatural, les hace escaso favor.
El desfile nos supo a poco, sólo
una hora, y empezó tarde, a las 11, pues yo recordaba años atrás que había que
madrugar para verlo. En las imágenes del telediario de la recepción en el
Palacio Real se veía al Rey muy sonriente. Cada acto que tiene que hacer por 1ª
vez es como el actor que estrena una obra, el primer día en el escenario nunca
sabes lo que va a pasar, siempre hay cierta preocupación. Por lo menos este año
no hubo abucheos, como sucedía años atrás con el anterior monarca. Fue un
desfile lucido pese a los pronósticos meteorológicos, y bastante sobrio
teniendo en cuenta los tiempos que corren. El 1º del Rey Felipe VI.
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