Impresionante la entrevista de
Pedro García Aguado en Viajando con Chester. Seguramente ni él mismo sabía la
reacción que iba a tener, y más con alguien como Risto, que es tan frío y tan
agresivo a veces. Pero
uno desnuda su alma con las personas más insospechadas, con quien menos
hubieras imaginado. Quizá esa distancia del presentador, parecida a la que
tienen los profesionales de la psicología y la psiquiatría, es lo que hace
desatar la lengua y todo lo demás, porque no es lo mismo hablar con un extraño
que con alguien, tu familia, tus amigos, que ya tiene ideas preconcebidas
sobre ti, su opinión nunca será objetiva.
Ya ha contado muchas veces, como
él mismo dijo, sus problemas con la separación de sus padres en su niñez, el
abandono del hogar de la madre, sus adicciones en su juventud y todo lo que eso
llevó consigo. Pero me llamó mucho la atención una cosa: la dureza con la que
se trataba a sí mismo. Y eso me es terriblemente familiar, pues los que hemos
tenido un grave problema y hemos tenido que tomar ciertas decisiones nos hacemos
culpables de muchas cosas durante mucho tiempo, cuando en realidad somos
humanos, con nuestras incertidumbres y debilidades, y ante situaciones
concretas nos hemos visto avocados a seguir caminos siempre difíciles.
Pedro se vio muy afectado por el
divorcio de sus progenitores. Comentó que lo peor era la desacreditación que
hacían uno del otro. He visto por mis hijos que, efectivamente, esto les hace
mucho daño, más de lo que yo podía imaginar, cualquier comentario, por mínimo
que sea. Ana, mi hija, le da además mucha importancia al hecho de qué
sentimientos me inspira su padre, porque pensar que nos odiamos le hace mal.
Lo descubrí un día que me oyó decir algo favorable respecto a él, y me preguntó
sorprendida si yo no lo odiaba, como si hubiera dado por sentado que era así.
Por supuesto que no, le dije, pero su pregunta me dio mucho qué pensar, y
oyendo a Pedro en su entrevista decir lo mismo me confirmó lo importante que es
para los hijos el que, ya que sus padres no pueden estar juntos, por lo menos
que no haya malos sentimientos entre ellos. Es como si el edificio que es la
vida en familia, además de haberse derrumbado, estuviera lleno de podedumbre y encima
hubiera que seguir habitándolo, en esas condiciones. Se hace aún más duro.
Con todo esto, y sin haber podido
superar todos estos conflictos personales, no es extraño que Pedro terminara
yendo por malos caminos. A pesar de su talento deportivo y sus triunfos, no
consiguió deshacerse de sus fantasmas del pasado, que en realidad siempre le
habían acompañado. Ninguna victoria profesional, social, económica o de la
índole que sea puede suplir lo que a uno le ha faltado en la infancia. Cómo
lloró recordando las mentiras que dijo para eludir sus responsabilidades, cómo
se fue relegando él mismo estando en lo mejor de su juventud y su carrera, en
qué antros y con qué gente se vio mezclado, la cantidad de drogas y alcohol
que consumió, perdida totalmente la cabeza. Y las separaciones, la de su 1ª mujer,
a la que dejó con una hija de pocos meses, y la de la 2ª, que hizo otro tanto.
Risto, en un momento dado, se
ofreció a traerle agua, para que el trago fuera más llevadero, y en esos
momentos que se quedó él solo, sentado sobre el sillón que luego se subastaría,
como es costumbre en el programa, en beneficio de la causa que el invitado
elija, y en el que los tapiceros habían escrito “No lo volveré a hacer más”, porque
aquí son así de creativos, con la mirada baja parecía un náufrago en medio de
una tormenta, lidiando en solitario con olas imposibles a las que nunca podría
esquivar. Le dijo al presentador, sentado otra vez a su lado, que últimamente
estaba notándose muy sentimental, que todo le afectaba mucho, y que según él el
poder destructor de las drogas le había impedido en los 11 años que llevaba sin
consumirlas sentir las cosas como lo haría una persona normal. Se sentía avergonzado
por el espectáculo que estaba dando, pero Risto estuvo sensible y tuvo bastante
más tacto del que es habitual en él.
Siempre me ha gustado la
honestidad de Pedro García Aguado, la manera como enfoca las cosas, con valor,
sin tapujos. Así ha sido en su programa Hermano mayor, y así es en su vida.
Su tremenda sinceridad me conmovió profundamente. Es un hombre inteligente y
sensible, que lamenta mucho todo lo sucedido y que querría tener una moviola
para poder dar marcha atrás y deshacer el mal que hizo, a sí mismo y a los
demás. Se sorprendía recordando sus triunfos, aún estando en una situación de
salud lamentable, y cuánto más habría podido conseguir si se hubiera encontrado
bien. Querría volver a subir al podio, recibir medallas, pero sintiéndose en
plena forma, para poder disfrutarlo de verdad, no superficialmente como le
sucedió. Siente que ha tirado por la borda los mejores años de su vida y que ya
no hay vuelta de hoja.
La dureza con la que habla de sí
mismo es síntoma de que aún no lo ha superado, de que aún no se ha perdonado. Y
además puede que esté pasando por una depresión. Su trabajo con la gente joven
que tiene problemas es su antídoto, pero hace falta más. Hace falta perdonarse,
quererse, y eso no lo pueden hacer los demás por ti, por muchos reconocimientos
que te puedan venir de fuera eres tú mismo el que debe superar el trance. Un
comienzo muy significativo en este sentido fue el hecho de que dijera que sus padres han
contribuido a ayudarle, aquellos a los que culpó de sus males ahora le echaban
una mano. Su madre, que se fue a vivir con él cuando se percató del problema,
le consiguió el centro donde se rehabilitó, pero dice en el fondo no haberla perdonado. Ésto será lo más difícil de superar para él, el día que lo consiga lo demás vendrá rodado. Su padre, al que pidió dinero para
el tratamiento, y del que temía una respuesta agresiva al saber lo que le
pasaba, no pudo ayudarle económicamente pero sí le encaminó hacia quien podía
auxiliarle.
Si de algo le sirve a Pedro García Aguado, que sepa que todos le queremos,
que representa el caso en el que se ha visto y se ve mucha gente y que no está
solo en esto. Con todo lo que ha dicho y hecho ha dado un paso importante para
ayudarse a sí mismo y a los demás. Siempre estaremos contigo, en todo lo que
decidas.
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