miércoles, 27 de enero de 2010

Bridget Jones


Toda la vida se ha hecho burla y se ha menospreciado a la mujer que habiendo llegado a cierta edad aún no se había casado. El concepto de solterona, aunque ahora se ve de otra manera, parece que aún hoy en día sigue dando qué pensar a muchas féminas.
En “El diario de Bridget Jones” se perpetúa el matiz burlesco, pero es la propia protagonista la que se pone en ridículo y la que se subestima. Se encuentra gorda, fea, tonta, infantil, atolondrada, pirada incluso. Pero aunque es consciente de sus limitaciones, en el fondo se acepta tal como es, y así cuando se tiene que enfrentar a determinadas situaciones termina diciendo y haciendo lo que a nadie más que a ella se le ocurriría decir y hacer.
Curiosamente es cortejada por dos hombres atractivos e inteligentes, uno de ellos su jefe, con personalidades opuestas, y a los que gusta precisamente por todo aquello que la hace distinta de las demás. Primero caerá en las redes del jefe, avezado seductor, divertido, informal, que sabe decir lo que más agrada en cada momento. Cuando por fin se de cuenta de lo impresentable que puede llegar a ser, el otro pretendiente entrará en escena, aunque ella y él, vistos juntos, resultan muy cómicos por lo opuestos que parecen. Lo que sí tienen en común es su inagotable capacidad para inadaptarse a su entorno y meterse en situaciones rocambolescas.
Lo más divertido de todo es la forma como Bridget afronta sus fracasos. Se la ve en su casa, metida en la bañera, quitándose las pestañas postizas mientras hace pucheros. O sentada en el sillón, comiendo sin parar, mientras hace zapping en la televisión, donde no hacen más que aparecer programas en los que las relaciones amorosas y el sexo se muestran en su vertiente más extrema. Películas como “Atracción fatal”, o un documental en el que se puede oir la voz de fondo del narrador hablando en ese momento sobre la cópula de los leones: “El coito es rápido y mecánico”. También gusta de hablar sola, analizando de una forma muy particular todo lo que le pasa, salpicando sus monólogos con alguna que otra palabrota.
También le da por beber, vodka nada menos, y se imagina a sí misma cayendo inconsciente sobre la moqueta por efecto del alcohol y devorada por pastores alemanes.
Cuando decide dar un cambio a su vida, se la ve haciendo bicicleta estática en el gimnasio, incluso cuando ya todo el mundo se ha ido, tira a la basura las botellas de alcohol, las cajetillas de tabaco y los libros que considera perniciosos para su nueva visión del mundo y pone otros más adecuados en las estanterías.
Al dejar su empleo y tenerse que someter a una interminable sesión de entrevistas, sólo conseguirá una nueva ocupación cuando sea sincera sobre los motivos que la llevaron a abandonar su anterior trabajo, por lamentables que sean. Empezará a trabajar como periodista en una emisora de televisión, y la forma tan accidental como lleva a cabo sus reportajes, su manera de trivializarlo todo dándole su personal punto de vista, y su aparente falta de sentido del ridículo, son un éxito entre los telespectadores.
En las reuniones sociales, todas llenas de parejas, parece que el tema principal es su vida amorosa y sobre cómo lleva su soltería.
Para ella es un ejemplo el matrimonio de sus padres, incombustible a pesar de la infidelidad de la madre y su temporal abandono del hogar. “Sin ti no soy nada”, le dice él a su mujer cuando vuelve a casa llorosa y arrepentida.
El nuevo pretendiente de Bridget tampoco tiene desperdicio, vestido en las fiestas que da su familia con los horribles jerseys que le teje su madre y las terribles corbatas que le regala. Antes de iniciar una relación se sinceran mutuamente, dedicándose todo tipo de epítetos poco amables. Él afirma que ella habla diciendo lo primero que se le pasa por la cabeza, sin pensar, y que crea situaciones inapropiadas y ridículas. “Me gustas tal como eres”, le dice sin embargo, al final. Ella afirma que es altivo, antipático, dice lo más inapropiado en cada situación y que debería replantearse la longitud de sus patillas. “Pero eres un buen hombre”, termina diciéndole.
Cuando ella le invita a él a cenar a su casa, siguiendo una receta en la que dice que hay que atar los puerros y el apio con un cordel, no se le ocurre otra cosa que atarlos con unos cordones azules, con lo que la crema se vuelve azulada.
La espontaneidad de ella y la pomposidad de él son una constante fuente de situaciones cómicas.
Bridget Jones puede parecer histriónica y un tanto cargante la primera vez que se la ve, pero si se vuelve a ella más veces es un personaje que, a pesar de su aparente simplicidad y de lo lamentable que llega a resultar, tiene muchas lecturas, y es tan real y auténtico que es difícil no sentirse identificada con algunas de sus facetas: sus bragas enormes, su preocupación por la pérdida de la figura, su torpeza ante determinadas situaciones, la forma como se castiga cuando algo no se sale bien, su ingenuidad, y sin embargo el genio y el valor que demuestra cuando la ocasión lo requiere, buscando siempre la verdad por encima de los convencionalismos. Termina resultando al final una frikie adorable.
La película es una sucesión de situaciones hilarantes e imposibles, de esas que dan vergüenza ajena, no tiene desperdicio. Nos enseña a ver con humanidad nuestras limitaciones y defectos, a no tratarnos con dureza, e incluso a reírnos de nosotros mismos llegado el caso.

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