lunes, 16 de agosto de 2010

Mis actores favoritos (IV): Sean Connery

Es muy particular la forma como ha evolucionado Sean Connery a lo largo de los muchos años que lleva dedicado al mundo de la interpretación, no sólo en su forma de actuar sino sobre todo en lo que se refiere a su físico.

Le recuerdo en sus primeras películas, luciendo una cabellera espesa y negra como el azabache, los ojos enormes y oscuros. Su altura y su porte lo hacían ideal para papeles de galán, y sí lo fue en más de una ocasión, pero un galán alejado de los romanticismos acaramelados a los que nos tiene acostumbrados Hollywood. Él transmitía ante todo una imagen de hombre absoluto, total, de macho, de aquí estoy yo porque he llegado, pero con mucha naturalidad, era algo innato en él, y sin presunción, sin alardes.

Pero lejos de ser el típico flirteador que está con todas y con ninguna, él aportaba una apariencia de estabilidad, de seguridad, de madurez aún cuando era muy joven, de apostura viril sin exhibicionismos. Había nobleza en su actitud, y daba siempre la impresión de estar por encima de la mayoría de las cosas, aunque no a la vuelta de todo. Su mirada tenía una cierta picardía, como una invitación a conquistar y ser conquistado, pero sin prisas, disfrutando del momento. Era una clase de galán que parecía decirle a una mujer que con él estaría a salvo de cualquier mal, transmitía confianza, seguridad. Y en esa línea lo recuerdo con sumo deleite en “Marnie la ladrona”, donde se erigía en inesperado y altruista protector de una bella y misteriosa rubia que había perdido el norte ya desde su infancia, y que se dejaba llevar muy a su pesar por él.

Su etapa como Bond, el agente 007, fue salvada con elegancia a pesar del chirriante argumento que siempre ha acompañado a esta saga, con un personaje monotemático y machista que se pasa todo el tiempo haciendo lo mismo. Él ha sido el actor más convincente de los muchos que han interpretado este papel.

Con los años fue perdiendo pelo, se dejó bigote y se convirtió para mí en uno de los hombres maduros más interesantes que conozco. Él es la prueba viviente de que hay personas que con el transcurso del tiempo mejoran como los buenos vinos. La intención de su mirada se tornó de pícara y seductora a profunda y oscura, de esas que parecen atravesar el alma por su quietud y su gravedad. Sean Connery es un hombre de carácter, con una fuerte personalidad, enérgico cuando la ocasión lo requiere, suave y paciente cuando es necesario.

Y así se le puede recordar en “El nombre de la rosa”, en el papel de un monje investigador de crímenes, sumamente sagaz e inteligente (el misterio de la trama argumental no habría sido lo mismo si no lo hubiera conducido él), en una de las películas de la saga de Indiana Jones como humorístico y aventurero padre del protagonista (me encanta), y en “Los intocables de Eliot Ness”, en la que hace de policía entrañable y bruto, valeroso, honestísimo e incorruptible que es capaz de dar su vida por el cumplimiento de la ley (aquí me llegó al corazón).

Larga y variada ha sido la trayectoria de Sean Connery, este escocés recalcitrante partidario de la independencia de la tierra que le vió nacer, que empezó trabajando en todo tipo de cosas (levantando pesas y participando en un concurso de Mr. Universo), y que se ha ido abriendo camino en el mundo de la interpretación a base de inteligencia y perseverancia. Hace un tiempo declaró que se retiraba del cine porque se encuentra ya cansado. Dicen que lleva años enfermo. Por qué será que los hombres como él nos parecen incombustibles, eternos, firmes como una roca, no creemos que puedan desaparecer nunca porque nos son imprescindibles.

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