jueves, 19 de agosto de 2010

This is it (II)

A la hora de elegir a los bailarines, les dijo a sus colaboradores: “No quiero flores sin aroma”, lo que significaba que no debían guiarse sólo por la apariencia física, por la estética, sino que quería ver fuerza, pasión, que se notara que el baile era para esas personas el centro de sus vidas. Aunque pedían que tuvieran de estatura un mínimo de 1,75 cms., eligieron a uno que media diez centímetros menos por lo bien que lo hacía.

Y es que los bailarines son una extensión del propio Michael Jackson. Con él son mucho más grandes, más intensos. Todos se sentían subyugados en su presencia, cada vez que él entraba en el escenario se volvían hacia él y no podían dejar de mirarlo. Una coreógrafa les advirtió que aunque se aprendieran a la perfección los bailes, en el momento de empezar la actuación, con todo el público aplaudiendo y aullando ante la llegada de Michael, iban a sentirse asustados y creerían que se les olvidaba todo lo que tenían que hacer. Su aparición provocaba estas reacciones siempre.

Algunos de los bailarines eran muy jóvenes, llevaban poco tiempo trabajando y aprendieron mucho allí. Los más veteranos decían que en la mayoría de los sitios en los que habían trabajado solían tratarlos muy mal. Michael les hizo sentir como si fueran estrellas. Uno dijo que bailando detrás de Michael sentía toda su energía y se la transmitía a él. Otro dijo que aunque estuvieras sordo y no pudieras escuchar la música, era como si la oyeras sólo viendo bailar a Michael: su cuerpo era música cuando se movía. Hubo otro que declaró su maravillada sorpresa por las indicaciones que Michael les hacía para la interpretación en las improvisaciones, que le parecían increíbles.

Uno de los coreógrafos decía que nadie podía imitar a Michael, porque sus pasos eran muy precisos y muy perfectos, después de estar haciéndolos durante tantos años. Y es que viendo a Michael evolucionar en el escenario, no tenía nada que envidiar a sus bailares, 25 ó 30 años más jóvenes que él. Y su estilo personal, inconfundible, al que ellos sólo se acercaban. Luego hemos sabido cuando murió que en realidad lo estaba pasando mal, que tenía muchos dolores, después de toda una vida de duro trabajo, y el abuso de calmantes fue lo que ha marcado su trágico destino. Pero él nunca se quejó, no creo que nadie salvo unos pocos allegados lo supiera. Lo que sí hacía era decir "Ahora voy a reservar mi voz", o "Hoy voy a bailar un poco menos", cuando acusaba el cansancio. Con lo perfeccionista que era ensayaba hasta la extenuación, no quería dejar ningún cabo suelto.

Los bailarines parecían auténticos acróbatas de suelo. Había unos agujeros cuadrados en el suelo del escenario desde los que eran lanzados a no mucha altura, lo que llaman el “efecto tostada”.

El grupo de músicos también fue seleccionado de entre lo mejor que había y, como los bailarines, también vinieron de todas partes del mundo. Uno de ellos dijo que Michael conocía al milímetro cada nota y que lo supervisaba todo exhaustivamente. Había que procurar estar siempre preparado. Otro dijo que su música parecía sencilla, pero tocarla era complicado. Según él, esa era una de las mayores cualidades de Michael, hacer que lo complejo pareciera sencillo.

El batería, que lleva muchos años trabajando con Michael, dice que éste se asombra siempre de que sea capaz de tocar como si adivinara cada movimiento que iba a hacer. “Es como si me leyeras la mente”, tal era el grado de compenetración entre ambos.

En cuanto a los cuatro vocalistas, casi todos se iniciaron siendo niños cantando en coros de iglesia. El gospel es su raíz. Su supervisor decía que Michael usa unas armonías complejas, muy cerradas y perfectas, y hay que dominar todos los registros, porque además cada canción es diferente.

Michael era muy audaz en las innovaciones, no temía ser creativo, experimentar. Tenía una visión artística en su cabeza y hasta que no la veía materializarse no cejaba en su empeño. Quería hacer algo nunca visto hasta entonces, algo que fuera muy grande.

Utilizó una pantalla LED de proporciones gigantescas para proyectar en 3D, algo nunca usado anteriormente en un concierto.

Las entradas se pusieron a la venta cinco meses antes, a las ocho de la mañana, para 50 conciertos, y se vendieron en una hora. Con la gente que se quedó sin ellas se podrían haber hecho otros 50 conciertos o más. Ante el éxito de acogida le propusieron hacer una gira más extensa. Michael quiso entonces dar la vuelta al mundo con su espectáculo.

A él le preocupaba mucho la reacción del público después de 13 años de ausencia, pero en la rueda de prensa que dio para anunciar su reaparición fue recibido por la gente que allí estaba con tales muestras de entusiasmo que sus dudas se disiparon y comenzó el “subidón” de adrenalina, el definitivo despegue de su maquinaria emocional y física como siempre había sido desde que comenzó a dedicarse al mundo de la música.

Uno de sus colaboradores afirmó que hubiera sido extraordinario que Michael hubiera podido dar por lo menos un concierto, y que sería una gran tragedia que todo este material que se rodó durante los ensayos y que estaba destinado a engrosar la filmoteca del cantante, no se hubiera dado a conocer al gran público.

This is it ha sido el regalo que Michael quería dejarnos para rubricar su trayectoria profesional. Yo le ví hace mucho tiempo en un concierto, que fue muy breve y que no llevaba tantas cosas como las de éste. Con los años Michael Jackson se fue sofisticando, fue ideando nuevas formas de hacer música y baile, se trabajaba cada vez más sus espectáculos. Se había convertido en un artista muy completo, y muy querido pese a los intentos de destrozar su imagen y su carrera por parte de un sector que quiso aprovecharse de su fragilidad para hacerse publicitad a su costa, aunque fuera con las mayores felonías.

Nos queda este pequeño tesoro, este proyecto congelado en el tiempo, algo que ya iba a ser inminente cuando Michael murió. Es ésto, es ahora, es el momento, está aquí. This is it.

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