martes, 27 de marzo de 2012

La verdad sobre la guerra de Afganistán (II)

Gloria Serna reflexiona sobre un enemigo que obliga a sus mujeres a esconderse bajo el burka, que pesa 7 kg. En el reportaje se intercalan imágenes de una mujer afgana acusada de adulterio, arrodillada en el suelo junto a un agujero totalmente cubierta, mientras es lapidada. Cuando cae en él inconsciente, se le da el tiro de gracia.

También se ven las imágenes de unas niñas que intentaron ir a la escuela y unasfueron gaseadas y otras rociadas con ácido. No se les permite recibir instrucción.

“Lo que llevas se lo das”, dice Rubén cuando recuerda la miseria de los poblados. “Ellos no tienen la culpa”.

Durante una tormenta de arena en un segundo se hace de noche. Los soldados se lo toman en broma porque no saben lo peligrosas que son.

Nunca ven si han matado, no les está permitido acercarse a comprobarlo. Durante los combates se producen diálogos poco acordes con la situación que están viviendo.“¿Cuándo se come? ¿Alguien trajo crema solar?”. Como no ponen cara al enemigo no tienen conciencia de lucha, parece casi un juego. Recuerda un poco a la guerra de Gila.

Subidos a la torreta de un equipo blindado, las órdenes de un vehículo a otro se dan a gritos.

Defensa no permite a los periodistas viajar con los convoyes. Sólo se ven, en las imágenes oficiales, visitas de autoridades y misiones humanitarias.

Hay una frase, pronunciada por uno de los soldados, que me impacta. “La puta bandera delata nuestra posición”. Se oye fuego de mortero. La concepción de la patria, la bandera y el honor que teníamos tradicionalmente ha cambiado, aunque se mantengan los símbolos. A nadie se le habría ocurrido decir semejante cosa de la bandera antaño, una falta de respeto semejante era impensable.

En la base los soldados juegan a darse golpes con sus sacos de ropa sucia y unas esterillas para protegerse el cuerpo. Es ciertamente ésta la única lucha en la que verán a su enemigo cara a cara. Se organizan carreras a 10 grados bajo cero. En Navidad improvisan discotecas en los comedores de la base. En los tiempos muertos bailan al son de algún equipo de música.

Sólo en España y Noruega hay mujeres disparando en 1ª línea de combate.

Una de las misiones del Ejército español es formar a agentes de la policía afganos. Sus equipos son de menor calidad. Tampoco son de fiar, pueden ser infiltrados.

Si alguno de los atacantes muere, los afganos asaltan y queman la base para protestar. Los soldados españoles no entienden por qué, puesto que han hecho trabajos para ellos. Las bases cercanas no pueden defenderlos porque hay orden tajante de no actuar nunca contra la población civil.

Según se van acercando a la zona norte la actitud de la población cambia. Allí hay mayoría talibán y ni los niños se les acercan.

En otro video que me enseña Miguel Ángel se ve cómo los talibanes construyen sus bombas caseras. Uno de ellos declara abiertamente que hay muchos más países de los que la gente cree que están apoyando su causa. Otro, un kamikaze que lleva las bombas atadas al cuerpo, con las que se va a inmolar, dice que no tiene nada que perder, puesto que su mujer y sus hijos han muerto. En otras imágenes se ve a uno “arrepentido”, con cara de conmiseración, que está haciendo negociaciones para salir de la organización talibán.

Rubén, finalmente, dice que aún no ha cobrado la pensión después de 2 años. Sin embargo afirma rotundo: “Yo volvería”. Algo que me resulta incomprensible después de lo que le pasó. Quizá sea un auténtico soldado, de los de antes, que a pesar de las heridas sufridas y las penalidades, llevan en la sangre el espíritu de combate, que les es imprescindible para vivir.

La forma de hacer la guerra ha ido cambiando con los años. Aún recuerdo sobrecogida la guerra de Irak, que fue la 1ª vez que un conflicto armado era retransmitido por radio y televisión, como si de un reality show se tratara. Las imágenes de los enfrentamientos, siempre de noche, eran estremecedoras. No sé cuántas bombas cayeron sobre la ciudad ni cuántos misiles se dispararon. La oscuridad se iluminaba con constantes resplandores. Aún no me explico cómo pudo quedar piedra sobre piedra y algún ser vivo. El ensañamiento fue brutal.

La guerra de Afganistán es una de las guerras más anodinas que se hayan visto. Un enemigo al que no puede verse, una tropa como la española que no tiene bajas en combate pero sí cuando circula por las carreteras, una década intentando engañar a la opinión pública con una versión edulcorada y falsa de lo que allí está pasando. ¿Por qué no decir la verdad?.

Lejos quedan las dos guerras mundiales, en las que los soldados se dejaban la piel en míseras trincheras, o más recientemente la guerra de Vietnam, tan denostada, que fue una guerra llena de sangrientas emboscadas, en la que los ataques a la población civil fueron terrible moneda de cambio. con terribles secuelas psicológicas para los soldados.

No es lo mismo una guerra de trincheras, que una en la selva, o en el desierto, como la que ahora nos ocupa. Y sin embargo hay chicos, como Rubén, que volverían al campo de batalla sin pensarlo.

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