miércoles, 14 de marzo de 2012

Un privilegio hermano

Hace tiempo mis hijos se ponían en casa a todas horas un rap, de esos interminables, en el que se sucedían, como en todas las canciones de este género, un montón de frases e ideas aparentemente inconexas que son como un martilleo cerebral de ideas que casi no da tiempo a entender y asimilar. Son juegos de palabras con significados encontrados que despiertan nuestra conciencia aletargada, que producen risa o aprensión, y que no dejan nunca indiferente.

El hecho de aprenderse un texto tan largo tiene su mérito, y más recitadas a la velocidad a la que lo hacen, me recuerda a los empollones que dan la lección de carrerilla. Pero de entre todo lo que en el citado rap se decía, titulado Chacho, del grupo La Excepción, hay una frase que forma parte del estribillo, que se me quedó grabada y que me gustó: “Un privilegio hermano si tú me has visto crecer”. Los raperos son fundamentalmente callejeros, y es de las experiencias que tienen cuando están en la calle de donde sacan los temas de sus canciones. Los grupos juveniles son como tribus en las que cada miembro encuentra lo que no halla en ninguna otra parte. Aquí no se es sólo un “colega”, se es un hermano, y ciertamente te han visto crecer, porque suelen conocerse a lo largo de toda la vida, están juntos desde la infancia.

Me gustó mucho esta idea, me conmovió. El perfil del rapero es el de un tipo callejero, urbanita, procedente de barrios conflictivos donde la vida puede ser muy dura. Son gente airada, reivindicativa, orgullosa, con espíritu de clan, con sentimientos extremos que pasan del amor al odio sin términos medios. Confieso que su música sólo puedo escucharla un rato porque tal trepidación de ideas con sonidos monocordes de fondo, lanzadas de esa manera, como a bocajarro, me marea un poco, pero en ese tiempo en que les estoy escuchando siento una placentera inquietud: nunca sabes lo que van a decir, por dónde van a salir, me gustan muchas de las cosas que se les ocurren, aunque sus rimas me resulten a veces tan extrañas, y al mismo tiempo las temo por la erosión emocional que me puedan producir.

En general, la estética rapera me da un poco de grima, con esos cadenones colgando, esas ropas tan anchas, las eternas gorras de visera, el bamboleo adelante y atrás cruzando los brazos y haciendo señales con los dedos, lo encuentro un tanto simiesco. Pero de entre todos los raperos que siguen esta línea hay uno cuya apariencia se sale un poco de la tónica, El Porta, que pese a su juventud ya lleva unos pocos añitos dedicado a esto del rap. Me dice mi hijo, sin embargo, que no está bien considerado en ese mundillo porque se le considera un “toyaco”, un rapero que exagera sus formas sólo por llamar la atención y para hacerse pasar por un auténtico rapero, intentando imitar a los que de verdad lo son sin llegar a conseguirlo. A mí en cambio sí me agrada.

En fin, que rapeando se pueden decir muchas cosas que de otro modo sonarían mal o incluso pasarían desapercibidas. Yo soy muy mala haciendo rimas, pero no estaría de más intentar alguna vez expresarme de esa manera. Lo de ponerle música es otra cuestión, aunque de jovencita sí que inventé canciones que tocaba con la guitarra, aunque ya no me acuerde de ninguna. Esa sucesión de ideas que se persiguen unas a otras casi atropellándose. Hum, quizá lo haga algún día, todo es ponerse.

No hay comentarios:

 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes