lunes, 12 de marzo de 2012

Las cartas de Juan Ignacio (I)


En una época como la que ahora nos toca vivir, en la que prácticamente ha desaparecido la costumbre de enviarnos cartas cada vez que tenemos algo que decirnos y queramos explayarnos de forma mucho más edificante, me parece a mí, que la simple conversación telefónica, es un lujo y un tesoro encontrar antiguos vestigios del pasado en forma de epístolas, unas pocas, que un amigo, Juan Ignacio, dirigió a la por entonces jovencísima hermana mia en el interludio entre el último año del instituto y el primer año de universidad.

Las cartas de Juan Ignacio tenían algo especial, lo mismo que quien las escribía. Mi hermana las sacaba de vez en cuando, tiempo después de que se las enviara, cuando teníamos ganas de reírnos un rato.

Su humor solía ser disparatado, muy loco, irónico, y no exento ternura, y nos desternillábamos con sus ocurrencias. No era tanto lo que decía como la forma de decirlo. Era un chico inteligente y sensible, con una personalidad burbujeante.

Compartíamos uno de nuestros apellidos, aunque no éramos parientes. Era muy afectuoso. Después de aquellas cartas, escritas a lo largo de dos años, se puede decir que desapareció del mapa. Es lo que pasa, crecemos, nuestras vidas toman otros derroteros y perdemos el contacto. Susana lo ha echado de menos en múltiples ocasiones.

En las dos primeras cartas, escritas mientras estaba en la mili, su letra era muy grande, y ponía los sellos en los sobres de cualquier manera. En esta primera, que paso a reproducir, Juan Ignacio le felicita el cumpleaños a mi hermana desde Cáceres, donde estaba hacía el servicio militar. Era marzo de 1985.

           ¡Buenas noches!.

          ¿Qué tal te trata la vida? ¿Estás ya hecha toda una oscura funcionaria? ¿Te levantas a las 7? ¿Te gustan los huevos fritos?

          Hace muchas lunas (lo nuestro es la noche) que no nos vemos. Es una pena. Es un fastidio. Es un rollo (sorry por las letras, las condiciones de escritura no son óptimas precisamente).

         Este fin de semana he estado en casa, pero sólo he podido disfrutar de los mimos de mi madre y de mi hermana para sacarme de un catarrazo que me llevé a Madrid.

        ¡¡Por cierto, casi se me pasa…!! ¡¡¡ FELICIDADES!!! ¡Hoy es día 3! ¡Ya eres mayor! ¡Y puedes votar en el referéndum de la OTAN NO! ¡FELICIDADES! Que lo pases muy bien, que lo estés pasando muy, muy bien. Bueno, es un deseo vano, estoy seguro de que lo estarás pasando muy bien.

        Yo por mi parte estoy a la espera de que mañana me digan qué arresto me merezco por apoyarme hoy en una mesa de la cantina mientras hablaba con un chaval. Espero que no sea mucho. ¡Bah, dejémoslo!.
        Ya me queda muy poco de encierro y dentro de nada volveré a la civilización, y encima con ocho días de permiso, y seré libre y podré hacer lo que quiera… ¡Dentro de dos semanas!.

        He estado a punto de no poderte escribir. Esta tarde se suponía que íbamos a ir en visita turística a Cáceres. Pero se ha puesto a llover “enormously” y han suspendido la visita. Asíesqueaquíestoy.

        Luego, lo típico de que si me matan o no en la mili, ¡pues no! ¡chínchate!. Esto es maravilloso, nos tratan fantásticamente, la comida es abundante y sabrosa, los trabajos leves e interesantísimos, en fin, que lo echaré de menos cuando me vaya.

       ¡En fin!, por aquí achuchan para ir a cenar. Muchísimas felicidades. Deseo que realmente lo pases bien. Salud. Besos.

JUAN


P.D. ¿Estudias o trabajas?


Juan Ignacio no sabía que mi hermana iba un año adelantada, por lo que no cumplía 18 si no 17 años. No pudo, pues, votar en el famoso referéndum cuyo resultado fue, contra todo pronóstico, que sí a la OTAN. Aquello me olió a tongazo. En aquel entonces nuestro país parecía, más que nunca, una república bananera.

 

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