miércoles, 21 de marzo de 2012

Las memorias de la duquesa de Alba


Me ha parecido muy curioso el libro que ha escrito la duquesa de Alba con sus memorias. Y muy escueto, teniendo en cuenta los muchos años que ha vivido, la cantidad de gente importante que ha conocido y las muchas anécdotas que sin duda podría contar.

Han sido los hombres los que parece que han marcado las distintas etapas de su existencia. 1º la figura de su padre, al que adoraba; luego sus tres maridos. Del 1º de ellos habla con respeto y veneración, pero es del 2º del que más cosas cariñosas cuenta, un espíritu afín al suyo, peculiar, extravagante. Del 3º, del que tiene ahora, habla con afecto, y la verdad es que me conmovió mucho cuando describió los años de soledad, depresión y decadencia física que padeció hasta que encontró a este último amor. Ella dice que la vida no resulta tan difícil si hay amor, que sin amor no se puede vivir.

Siempre se piensa que una persona, por el hecho de tener muchos años, y sobre todo si es mujer, ha dejado atrás cierto tipo de sentimientos y experiencias. Puede que para muchos sea así, pero para esta mujer, un espíritu inquieto y sensible, no lo es en absoluto. En realidad parece que aún alberga las mismas ilusiones y ganas de vivir que se tienen en la juventud, y muchas de sus apreciaciones son como las de una niña, enfadada e incomprendida unas veces, exultante de amor y felicidad otras. Hay cosas de su forma de ser y de pensar con las que me he sentido identificada, nunca lo hubiera pensado.

No sé si no se ha querido explayar mucho para no cansar a los lectores, o porque es ella la que está muy cansada teniendo en cuenta sus años. O simplemente porque no quiere entrar en detalles, pero me hubiera gustado que hablara más, no tanto de su vida privada, que no lo va a dejar de ser sólo porque escriba su biografía, como de personajes históricos que ha conocido, cosas que no aparecen en los libros de Historia.

Lo que estas memorias ponen al descubierto es algo que en realidad todos sabíamos ya, y es que el hecho de nacer en una posición acomodada no te exime de las mismas desgracias que acontecen al común de los mortales. La duquesa de Alba fue una niña sin madre, educada con sumo rigor en rígidos colegios, que se sintió muy sola en muchas ocasiones al ser hija única, que ha enterrado a dos maridos, con hijos vivos y muertos, acosada en la vejez por esa prensa despiadada y sórdida que nos asola, pero que también ha sabido disfrutar como todo el mundo de las cosas buenas de la vida.

Sentimental, dinámica, inteligente y sensible, habla de sus encuentros con figuras de rango y abolengo y de las joyas de su familia como la cosa más natural, con una cierta altivez a veces, como teniendo siempre en cuenta que es una aristócrata al fin y al cabo, actitud que se contradice radicalmente con su forma campechana de ser y de comportarse normalmente.

Lo que ella valora más que nada en el mundo es el tiempo que se la dedica y el cariño con el que se haga, y en ese sentido casi menciona con igual frecuencia y casi con más afecto al personal de su servicio que a su propia familia.

Aunque recuerda muchos momentos dichosos, hay como una cierta tristeza en sus memorias, como un desamparo por todo lo que quedó atrás y que ha perdido. Parece que es alguien que necesita el aprecio de los demás, su calor y su compañía, que valora la amistad en grado sumo, y que goza de una memoria prodigiosa en la que ha seleccionado sus recuerdos, a su manera tan peculiar como si los tuviera grabados a fuego en su cabeza.

No hubiera comprado un libro semejante nunca, ya que parece que hoy en día cualquiera con un poco de fama puede lanzar lo que se le ocurra en el mundillo editorial, pero el caso de la duquesa de Alba trasciende el ámbito de las cosas que me interesan, por ser como es, tan distinta y tan inesperada.

En su libro de memorias habla la voz de una hija, la de una esposa, la de una madre.

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