miércoles, 28 de marzo de 2012

Las cartas de Juan Ignacio (III)


Esta carta la escribió Juan Ignacio a los pocos meses de la 2ª. Era agosto y nosotras estábamos de vacaciones. Su letra más pequeña y ordenada que en las anteriores, y su contenido más extenso aunque, como se puede apreciar, sigue escribiendo de noche. Ya se acabó la mili y se le ve mucho más relajado:

Muy buenas noches. Son ahora mismo en Madrid (en Benidorm no sé, porque no estoy allí), las tres menos cuarto de la madrugada. Viendo que no me duermo y que no se me ocurre nada que hacer, he echado mano, en último término y como último recurso, de papel y boli para escribirte. El que te escriba precisamente a esta hora no se debe, como ya estarás pensando (mal), a que haya estado de juerga. Error: no es mi costumbre. Ni mucho menos se debe tampoco a que sufra insomnio, como suelen otros desgraciados, vete tú a saber por qué. No es ni más ni menos que yo, como todos los dichosos veranos, he adquirido la costumbre de dormir de día y faenar de noche. Por supuesto, no es algo matemático y que cumplo a rajatabla, pero algo de eso sí hay, sobre todo para las cartas, que suelo escribir sólo de noche (curioso, ¿no?).

Después de esta introducción gilipollas-estúpida, paso ya a criticarte con todo rigor. Cacho morrosa, ¿cómo tienes tanta jeta como para contarme lo que me cuentas en tu carta sobre la vida que llevas, eh? ¿No puedes tener un poco de compasión con la gente que este verano no va a ver la playa? ¿O acaso quieres ponerme los dientes largos de envidia?. Pues no hija, no, por ahí no me pillas: del suelo, donde ya los tengo de puro crecidos, no pueden pasar, así que… llegas tarde.

Me alegro de que hayas tenido (y ojalá todavía la tengas) fiebre. A eso es a lo que conduce el vicio y la depravación. Además, así te ves obligada a hacer un alto en tu desenfrenada locura de juerga tras juerga, y tienes una oportunidad para reflexionar profundamente y meditar y acordarte de los que no van a tener como tú la oportunidad de ver siquiera el mar. Conste que no me dejo llevar en ningún momento por la pasión. Todo te lo digo por tu propio bien. El hecho de que esté encerrado en Madrid derritiéndome de calor, y a la vez helado por el aburrimiento, no influye para nada. Que conste.

Es verdad. El típico (supongo) vacío que te entra en verano ha hecho ya mella en mí, y mucha. Intento combatir esta voraz desazón con métodos también típicos: hasta tú los conoces, y ya es decir. Leo, juego al ajedrez conmigo mismo, aunque pierdo siempre, y las tardes no tengo más remedio que ocuparlas, de forma bastante parecida a como hacen otros (¡que se fastidien!) estudiando mis tres cates tres. Acompaña negativamente a todo esto el que mi hermana haya saqueado el lote de discos prestados que teníamos en casa, para prestárselos a su vez a una amiguita suya (se podrían dedicar a jugar a las casitas y no a robar discos ajenos). De esta forma, ni siquiera dispongo de un par de discos un poquito (muy poquito) IN y he de conformarme con los cuatro o cinco discos, totalmente OUT, que ya teníamos en casa.

Como podrás comprobar, soy un tipo totalmente limitado, sin ideas. Además y respondiendo a lo que me pedías en tu carta, la gente no da ni la más pequeña señal de vida. No sé nada de Ricky ni de Miguel Ángel. Eugenio está descartado, en Alicante o Palencia, aunque tampoco escribe. Pero, desde luego, Ricardo, al principio del verano, prometióme un futuro de ensueño: “Sí, iremos al cine, saldremos, entraremos, y me gustaría hacer una acampada…” Todo de lo cual passo ampliamente; aunque no debería ni molestarme en passar, puesto que parece que él se me ha adelantado en hacerlo (¡uf, respiro!).

Por su lado, Miguel Ángel va a dar un importante paso adelante en su formación militar. Irá al CIR creo que en septiembre, pero tú ya lo sabes, porque lo dijo el último día que la Panda se reunió (¡qué bien lo pasé ese día…! ¡creo que nunca he disfrutado tanto! Claro, que sobre esa última salida se podría escribir una novela… ¡mejor!, ¡una tragicomedia!). Pues bien, como siempre, hasta que no me decida yo a llamarle, no le oiré abrir el pico.

Irma se va de España, ¿no? Tiene pinta de ser un paso grave, ¿no te parece? Bueno, pues lo mismo que le ha costado contarlo, por lo menos a mí, le costará despedirse. La oiremos hacerlo desde el avión, el día que se vaya.

¿Susana? Susana está, la muy carota, disfrutando como una enana (que es) en la playa sin acordarse para nada de los amigos por mucho que intente disimular diciendo lo contrario. ¡En fin, así va la vida! Aquí el único bueno soy yo, que no critico nunca a nadie, y siempre a disposición del que sea cuando me llaman, y que soy el primero en animar las salidas… ¡Se quejarán…! Desde luego…¡ingratos!.

¿Sabes que he intentado, como me pedías en tu carta, darle a Madrid recuerdos de tux partex?. Y me ha dicho que lo deje, que no me moleste, que no quiere recuerdos de las partex de aquellos que pueden abandonar impíamente a su propia madre, que tan bien se ha portado con ellos, cuando peor lo pasa. Lo siento: aunque es lógico, y debes comprender que es que parece que os habéis puesto todos de acuerdo para huir así, de repente, y todos a la vez, justo ahora que a Madrid le entran los sudores. Espero que cambie de opinión, y Tú procura volver rápidamente y pedirle perdón, a ver si lo convences. Tranquila que yo también procuraré ablandarlo.

Si no me falla la memoria (y si me falla, envíame dinero para repararla, que yo estoy sin blanca), es el santo o el cumpleaños o algo así de algún-a de ustedes; me parece, ¿no? Bueno, si Tú te acuerdas, reparte felicitaciones y algún que otro achuchón a quien debas. Más que nada, para hacerme publicidad, ¿sabes? Y que no se te olvide decir que es de mi parte, ¿eh…?

Termino. ¡Ah! Bueno, que no se me olvide decirte que no te esfuerces demasiado porque en tu estado actual de debilidad mental te supondrá un enorme trabajo (¡pobrecita…!) el escribirme, aunque desde luego me produce una satisfacción, leve, muy pequeña, pero satisfacción al fin y al cabo, el leer el par de líneas que tienes por costumbre enviarme. (Que conste: LEVE satisfacción, ¿eh?). Nada más, será hasta cuando quieras (sinceramente, espero que pronto). Que lo sigas pasando bien. Mientras, un abrazo [¡humm….!].

JUAN


Irma era también amiga mía, y de ella conservo un montón de correspondencia precisamente del tiempo en que regresó a su país, Ecuador, como señala Juan Ignacio. Fue decisión de sus padres, pero no pasó mucho tiempo cuando la vimos por aquí de vuelta, y para no marcharse ya nunca más.

Ella era la nota exótica en el instituto, pues por aquel entonces no había casi inmigración. Irma era muy bella y dulce, con un sentido del humor muy jacarandoso, buena persona. Coincidimos en la facultad, aunque ella estudió Imagen y Sonido. 

Me hace gracia cómo Juan Ignacio utiliza cualquier cosa para aderezar su sentido del humor, hasta la gramática y la ortografía. Cuando subraya palabras o las pone en mayúsculas, o cuando dice “tú”, refiriéndose a Susana, escribiéndolo con mayúscula inicial, un poco porque es importante para él y otro poco por guasa.

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