martes, 13 de marzo de 2012

Malestar social


Me quedaba helada el otro día cuando veía un video que me han mandado por correo electrónico, en el que se recogía la brutal carga policial en un instituto de Valencia, el Lluis Vives, el mes pasado. El motivo era, cómo no, los recortes en la enseñanza, que es por lo que están protestando en toda España desde el principio del curso, y supongo que no estaría autorizada a juzgar por la forma como fueron reprimidos, pero aún así las imágenes me sobrecogieron.

El video empezaba con un primer plano del presidente de gobierno, durante un discurso en televisión, muy bucólico por cierto, en el que abogaba por una nación democrática en el que nuestros hijos puedan convivir en paz y tener un futuro digno. Al mismo tiempo que hablaba, se iban intercalando diversos momentos del altercado de Valencia, un salvaje enfrentamiento de la policía antidisturbios contra chicos y chicas adolescentes que no tuvieron prácticamente manera alguna de defenderse, aturdidos y sorprendidos por la inesperada y virulenta reacción de la autoridad. Ni siquiera en los días de partidos de fútbol de alto riesgo al lado de mi casa he visto esa forma de actuar, y eso que ahí sí que se trata de gente violenta y armada, hinchas ultras que están borrachos en su mayoría y completamente fuera de sí.

Se me partió el corazón después de ver esto. Cierto es que la izquierda se aprovecha y manipula la información que pueda perjudicar a los conservadores, pero lo sucedido en Valencia me parece un sinsentido, algo grotesco, una barbaridad. Ignoro si fue una iniciativa de las autoridades locales, a las que se les fue el asunto de las manos y perdieron los papeles, o que el mismísimo Rajoy ha mandado que se reprima de esta forma cualquier protesta que tenga lugar en cualquier punto del país sin estar autorizada. Al final del video se podía leer una frase de Mahatma Gandhi: “la violencia es el miedo hacia los ideales de los demás”.

En otro video que también me mandaron, éste un poco más relajado y fiestero, se veía un cuadro flamenco gitano, ellos tocando guitarras y ellas con traje chaqueta blanco de pantalón, muy ajustado al cuerpo, y algún bailarín más, que entraban en una sucursal de Caixa Catalunya en Barcelona para marcarse allí una rumba catalana, ante la estupefacción de todos. Algunos clientes, mujeres sobre todo, terminaban bailando con ellos mientras coreaban sus consignas en contra del capitalismo. Todo muy inesperado y divertido, aunque me imagino que al director de la sucursal no le haría ninguna gracia que vinieran a amenizarles la jornada de esa manera. Se veía a algunos empleados que se habían levantado y, muy trajeados ellos y con cara de no dar crédito, les miraban esperando el momento en que tuvieran a bien desistir en su arranque flamenco y abandonaran el lugar.

Otro correo que me enviaron no hace mucho sobre la reforma laboral no se quedaba tampoco atrás. Si es verdad todo lo que en él se decía, que Dios nos coja confesados. Los derechos de los trabajadores nunca van a estar más en entredicho que ahora, parece como si volvieran los tiempos de la explotación y la esclavitud. Se atisban en el horizonte negros nubarrones de oscurantismo y retroceso. Yo he votado a Mariano Rajoy, y todos sabemos que para levantar al país, tal y como lo dejó la izquierda, había que tomar medidas muy restrictivas, porque no se puede sacar de donde no hay, pero lo que estamos viendo últimamente me angustia en extremo, me crea una desazón terrible que no tiene consuelo.




Qué va a ser de nosotros, pobres pecadores, en este valle de sombras sociales.

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