viernes, 12 de septiembre de 2014

Entrevista a Edward Snowden

 
Algunos dicen que es feliz en Moscú, muy feliz incluso. Que puede moverse por la ciudad sin que prácticamente nadie lo reconozca, que a veces parece un estudiante que está en Rusia de intercambio. Lo cuentan personas que han estado con Edward Snowden en los últimos días. Pero el propio Snowden no cuenta mucho sobre su vida diaria. Tampoco sobre los posibles compromisos a los que quizá tenga que llegar con las autoridades rusas para poder seguir viviendo allí. Su concesión de asilo temporal expira este mes. ¿Y luego? Nadie lo sabe.

Edward Snowden ha mantenido una conversación por escrito con la revista. Las preguntas y respuestas, las repreguntas y nuevas contestaciones, han ido de un lado a otro durante semanas a través de un servidor seguro. Los temas personales los ha dejado casi siempre fuera; él no es lo importante, repetía. De esta forma pretende darle mayor relevancia a la alerta que lanza sobre los peligros de un Estado vigilante. Y también acentúa su optimismo, su convicción de que, ahora, las personas sí están dispuestas a defenderse contra el poder de los servicios secretos.

XLSemanal. Señor Snowden, hace un año estaba usted en una habitación de hotel en Hong Kong, hablando ante una cámara de vídeo. «Mi nombre es Edward Snowden», fueron sus primeras palabras. No quiso el anonimato. ¿Se imaginaba que iba a cambiar el mundo?

Edward Snowden. Es posible que haya contribuido a que una nueva generación esté tomando la palabra. Yo la llamo la 'generación posterrorismo'.

XL. ¿Una generación que por fin ha superado el miedo al terrorismo, el trauma del 11-S?

E.S. Sí. Para mí, el término 'generación' no hace referencia tanto a la edad como a una experiencia colectiva. Ataques terroristas tan horribles como los del 11 de septiembre provocan un sentimiento de vulnerabilidad que lo domina todo. Sociedades enteras son víctimas de ese miedo profundo. Pero ahora la gente ya no quiere quedarse en el papel de víctima. La generación posterrorismo quiere superar, por fin, ese miedo que produce saber cómo podrían matarnos. La gente prefiere saber cómo podemos vivir. Y ven en el espionaje masivo una amenaza para la libertad, para la democracia.

XL. ¿Por qué la sensación de ser vigilado produce miedo? ¿Todos tenemos algún secreto...?

E.S. Cuando un Estado permite que se espíe y vigile a inocentes, todos perdemos un derecho fundamental; da igual quién seas y dónde estés, pierdes tu derecho a la privacidad. El derecho fundamental a poder estar a solas con uno mismo. A que lo dejen a uno en paz.

XL. Pero usted ha afirmado que en la era digital ya nadie está solo... y que nunca más lo estará.

E.S. Estamos creando un smog digital con nuestros móviles, con nuestros ordenadores y cámaras. Estos dispositivos dejan cada día miles de rastros que basta con seguir y grabar para poder vigilar a todo el mundo durante todo el tiempo y con una precisión nunca vista. A un analista como yo, esos datos le dicen todo sobre usted: dónde vive, a quién va a votar y a quién ama.

XL. Pónganos un ejemplo.

E.S. Usted sabe que, cuando se desplaza, su móvil siempre se registra en la antena más cercana. Pero quizá no se haya parado a pensar que eso mismo les pasa a todas las personas con móvil. Si cruzo estos datos, no solo sé a qué hora se va usted a la cama; también sé con quién.

XL. Así se va creando una especie de memoria colectiva de la humanidad controlada por los servicios secretos.

E.S. Por eso debemos preguntarnos: ¿por qué personas al servicio de algún gobierno nos siguen todos los días durante cinco o diez años? ¿Por qué acceden a cualquier detalle, por insignificante que sea, con una precisión de la que nuestra propia memoria es incapaz de recordar? ¿Qué implica que puedan acceder a los correos electrónicos o a sus planes para organizar un acto político? ¿Nunca ha vulnerado usted la ley? Y, antes de que me diga que no, le recuerdo que los datos de su teléfono móvil delatan cuándo y dónde ha superado usted la velocidad permitida.

XL. ¿Es cierto que los servicios de información, como la NSA, están en condiciones de almacenarlo todo, Internet al completo, la red de redes, esa cantidad inimaginable de datos que se mueven todos los días?

E.S. Almacenarlo todo no es imposible. Una agencia de inteligencia solo necesita almacenar los protocolos de las consultas que usted realiza en la Red, como por ejemplo los enlaces. Y esos protocolos apenas ocupan espacio.

XL. Los servicios secretos se valen principalmente de ese tipo de datos, los llamados 'metadatos'.

E.S. Da miedo. Lo que consigue la NSA es convertir todo Internet en una especie de colaborador. El espionaje y la vigilancia son posibles en proporciones nunca conocidas.

XL. Desde centros de almacenamiento de datos como el data center de la NSA en Idaho...

E.S. Al principio se hablaba de 'centros de almacenamiento masivo de datos', luego se cambió su nombre a 'centros de datos'; sonaba más políticamente correcto.

XL. Pero los estados necesitan datos para proteger a sus ciudadanos contra la delincuencia y el terrorismo.

E.S. Eso argumentan los defensores del sistema. Aunque los ataques a la privacidad no deben ser la norma, sino una excepción supervisada por tribunales independientes. Sin embargo, las informaciones que salieron a la luz el año pasado demuestran que los gobiernos ya no quieren tener que vérselas con decisiones judiciales; lo que quieren es vigilar a todos todo el tiempo. Eso altera el equilibrio de poder entre ciudadanos y Estado y nos reduce a la condición de súbditos.

XL. Pero los hackers también nos espían.

E.S. Un hacker puede robarle el número de su tarjeta de crédito, puede colgar fotos comprometedoras en su página de Facebook o enviar e-mails a su nombre a periódicos sensacionalistas. Pero también puede ser atrapado mientras lo hace. Los gobiernos, por su parte, utilizan la señal de un móvil como objetivo para un ataque con drones sin estar del todo seguros de quién lleva el teléfono en ese momento determinado. Almacenan las páginas porno que visita una persona para luego desacreditarla. O la incluyen en listas negras para que no le permitan subir a un avión, limitan su libertad de movimientos por algo tan nimio como haber marcado un número de móvil sospechoso, por ejemplo. Y usan las cámaras web privadas para identificar a personas a las que luego llevan a cárceles secretas para torturarlas. Creo que hay una gran diferencia.

XL. Usted se describe como una persona que 'ha tirado de la manta' por motivos de conciencia. Desde la NSA sostienen que debía haber comunicado internamente los posibles abusos. En los Estados Unidos hay una acusación contra usted por vulneración de la legislación sobre espionaje.

E.S. Lo diré con toda claridad: manifesté mis dudas acerca de los fundamentos jurídicos sobre los que opera la NSA en multitud de ocasiones y con todo detalle. La NSA dispone de informes sobre los correos electrónicos internos que escribí en torno a este asunto. La afirmación de que no hay constancia de mis avisos es falsa. Cualquier miembro del Congreso puede preguntarle al responsable legal de la NSA.

XL. ¿Y por qué no lo hacen? Todo esto podría costarle a usted muchos años de cárcel.

E.S. Argumentan que no me atuve a los procedimientos internos de la NSA. Pero no podía hacerlo, no estaba empleado directamente por la NSA.

XL. Tras un tiempo en la CIA trabajó usted en empresas privadas contratadas por la NSA: Dell y Booz Allen Hamilton.

E.S. Y era esa situación lo que me privaba de una protección legal clara si quería comunicar abusos.

XL. Sus críticos aseguran que, al publicar ciertos documentos, ha puesto en peligro la vida de ciudadanos estadounidenses.

E.S. Actualmente siguen sin aportar pruebas sobre eso. Nadie ha resultado perjudicado por la publicación de esas informaciones ni le ha costado la vida a nadie.

XL. La NSA asegura lo contrario.

E.S. La historia juzgará qué es verdad y qué es mentira. En cualquier caso, no me arrepiento de lo que hice, da igual lo que me pase. Hace un año había asumido que ni siquiera conseguiría salir de Hong Kong.

XL. Al final logró llegar al aeropuerto de Hong Kong sin ser detenido, aunque todavía no se sabe del todo cómo lo hizo. Su intención era ir a Sudamérica. Durante la escala en Moscú se enteró de que las autoridades estadounidenses habían anulado su pasaporte. Desde entonces está, digámoslo así, varado en la Rusia de Putin.

E.S. Nunca conté con un happy ending, con un final feliz. Es lo que ocurre cuando desafías abiertamente a las personas más poderosas del mundo.

XL. ¿Nada de dudas, arrepentimiento, miedo o pesadillas?

E.S. Sabía que tendría que despedirme de una vida feliz en compañía de mi familia, de las personas a las que amo. Pero no quería que vivieran en un mundo en el que los derechos ya no sean importantes. Si usted viera lo que yo vi, si supiera que una única voz bastaría para darnos a todos una nueva oportunidad... ¿qué haría?

XL. Tomó una decisión que lo marcará de por vida. No sabe si algún día podrá vivir de nuevo en libertad, por no hablar de volver a su país: los Estados Unidos.

E.S. El exilio siempre ha sido un castigo: separarte de las personas a las que amas, pero sé que me apoyan. Puedo irme a la cama todas las noches con la conciencia de haber hecho lo correcto. Eso me aporta una profunda satisfacción. Y también sé que volveré a verlos.

XL. Usted supo de los programas secretos de espionaje de la NSA durante años, pero siguió trabajando para un Estado que se dedica a vigilar a sus ciudadanos. ¿Qué gota colmó el vaso?

E.S. Confiaba en que mis quejas internas tuvieran respuesta. Pero entonces llegó lo de James Clapper.

XL. En marzo de 2013, durante su declaración en el Senado, al director de la Inteligencia de los Estados Unidos le preguntaron si la NSA estaba recopilando datos de millones de americanos...

E.S. Y Clapper dijo: «No, sir».

XL. Dijo: «No conscientemente».

E.S. Con aquella mentira tan descarada cruzó el Rubicón. Le mintió al pueblo americano en directo. Los senadores sabían que mentía, Pero nadie dijo nada. En aquel momento entendí que tenía la obligación moral de sacarlo todo a la luz.

XL. ¿La NSA se ha convertido en un Estado dentro del Estado?

E.S. Ese Estado dentro del Estado existe. Los miembros más relevantes del Ejército y los servicios secretos reciben a los nuevos presidentes con la misma indiferencia con la que nosotros vemos los pronósticos del tiempo. Son muy poderosos, pero no invencibles. Si los Clapper de este mundo fuesen tan responsables de sus actos como los demás ciudadanos, podríamos vencer a este Estado vigilante. Para ello necesitamos reformas legislativas.

XL. Pero la NSA parece mucho más poderosa que las propias leyes.

E.S. La mala noticia es que el Estado vigilante cuenta con una infraestructura tecnológica implantada en los Estados Unidos y también en Europa. Gracias a los avances tecnológicos, esta vigilancia se va sistematizando progresivamente. Cada vez es más simple y más barata. Por lo tanto, la vigilancia seguirá aumentando de forma drástica en el futuro. La buena noticia es que ninguno de estos programas será capaz de superar el examen de un tribunal independiente, ni en los Estados Unidos ni en Europa.

XL. ¿Cuál es el motivo de su optimismo? ¿Por qué cree que llegará ese momento?
E.S. El problema central de la política estadounidense es que a los cargos públicos casi nunca se los hace responsables de sus actuaciones equivocadas, ni de crímenes de guerra o torturas ni de las vulneraciones sistemáticas de la Constitución. Sin embargo, la clase política está minusvalorando la inteligencia de la opinión pública. Hace falta mucho tiempo para que nos enfademos, cierto, pero también hace falta mucho tiempo para que perdonemos.

XL. Paralelamente, uno de sus abogados lleva tiempo negociando con el Gobierno estadounidense su posible retorno a los Estados Unidos. ¿Hasta qué punto es un objetivo realista?

E.S. Lo único que puedo hacer es repetir que, pase lo que pase, no me traicionaré a mí mismo. Y el objetivo más importante ya se ha alcanzado: la gente no está dispuesta a seguir tolerando la vigilancia masiva. No quiere entregar su libertad a cambio de una supuesta seguridad. Todos estos programas de vigilancia no han ayudado a salvar a nadie de un atentado terrorista. El mayor éxito se ha limitado a averiguar si un taxista envió dinero a Somalia. Y eso se podría haber conseguido con los métodos clásicos.
 
(Entrevista aparecida en XL Semanal el 15/6/14)

 


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