Algunos dicen que es
feliz en Moscú, muy feliz incluso. Que puede moverse por la ciudad sin que
prácticamente nadie lo reconozca, que a veces parece un estudiante que está en
Rusia de intercambio. Lo cuentan personas que han estado con Edward Snowden en
los últimos días. Pero el propio Snowden no cuenta mucho sobre su vida
diaria. Tampoco sobre los posibles compromisos a los que quizá tenga que llegar
con las autoridades rusas para poder seguir viviendo allí. Su concesión de asilo
temporal expira este mes. ¿Y luego? Nadie lo sabe.
Edward Snowden ha
mantenido una conversación por escrito con la revista. Las preguntas y
respuestas, las repreguntas y nuevas contestaciones, han ido de un lado a otro
durante semanas a través de un servidor seguro. Los temas personales
los ha dejado casi siempre fuera; él no es lo importante, repetía. De esta
forma pretende darle mayor relevancia a la alerta que lanza sobre los peligros
de un Estado vigilante. Y también acentúa su optimismo, su convicción de que,
ahora, las personas sí están dispuestas a defenderse contra el poder de los
servicios secretos.
XLSemanal. Señor
Snowden, hace un año estaba usted en una habitación de hotel en Hong Kong,
hablando ante una cámara de vídeo. «Mi nombre es Edward Snowden», fueron sus
primeras palabras. No quiso el anonimato. ¿Se imaginaba que iba a cambiar el
mundo?
Edward Snowden. Es posible que haya
contribuido a que una nueva generación esté tomando la palabra. Yo la llamo la
'generación posterrorismo'.
XL. ¿Una generación
que por fin ha superado el miedo al terrorismo, el trauma del 11-S?
E.S. Sí. Para mí, el
término 'generación' no hace referencia tanto a la edad como a una experiencia
colectiva. Ataques terroristas tan horribles como los del 11 de septiembre
provocan un sentimiento de vulnerabilidad que lo domina todo. Sociedades
enteras son víctimas de ese miedo profundo. Pero ahora la gente ya no quiere
quedarse en el papel de víctima. La generación posterrorismo quiere superar,
por fin, ese miedo que produce saber cómo podrían matarnos. La gente prefiere
saber cómo podemos vivir. Y ven en el espionaje masivo una amenaza para la
libertad, para la democracia.
XL. ¿Por qué la
sensación de ser vigilado produce miedo? ¿Todos tenemos algún secreto...?
E.S. Cuando un Estado
permite que se espíe y vigile a inocentes, todos perdemos un derecho
fundamental; da igual quién seas y dónde estés, pierdes tu derecho a la
privacidad. El derecho fundamental a poder estar a solas con uno mismo. A que
lo dejen a uno en paz.
XL. Pero usted ha
afirmado que en la era digital ya nadie está solo... y que nunca más lo estará.
E.S. Estamos creando un
smog digital con nuestros móviles, con nuestros ordenadores y cámaras. Estos
dispositivos dejan cada día miles de rastros que basta con seguir y grabar para
poder vigilar a todo el mundo durante todo el tiempo y con una precisión nunca
vista. A un analista como yo, esos datos le dicen todo sobre usted: dónde vive,
a quién va a votar y a quién ama.
XL. Pónganos un
ejemplo.
E.S. Usted sabe que, cuando
se desplaza, su móvil siempre se registra en la antena más cercana. Pero quizá
no se haya parado a pensar que eso mismo les pasa a todas las personas con
móvil. Si cruzo estos datos, no solo sé a qué hora se va usted a la cama;
también sé con quién.
XL. Así se va creando
una especie de memoria colectiva de la humanidad controlada por los servicios
secretos.
E.S. Por eso debemos
preguntarnos: ¿por qué personas al servicio de algún gobierno nos siguen todos
los días durante cinco o diez años? ¿Por qué acceden a cualquier detalle, por
insignificante que sea, con una precisión de la que nuestra propia memoria es
incapaz de recordar? ¿Qué implica que puedan acceder a los correos electrónicos
o a sus planes para organizar un acto político? ¿Nunca ha vulnerado usted la
ley? Y, antes de que me diga que no, le recuerdo que los datos de su teléfono
móvil delatan cuándo y dónde ha superado usted la velocidad permitida.
XL. ¿Es cierto que los
servicios de información, como la NSA, están en condiciones de almacenarlo
todo, Internet al completo, la red de redes, esa cantidad inimaginable de datos
que se mueven todos los días?
E.S. Almacenarlo todo no es
imposible. Una agencia de inteligencia solo necesita almacenar los protocolos
de las consultas que usted realiza en la Red, como por ejemplo los enlaces. Y
esos protocolos apenas ocupan espacio.
XL. Los servicios
secretos se valen principalmente de ese tipo de datos, los llamados
'metadatos'.
E.S. Da miedo. Lo que
consigue la NSA es convertir todo Internet en una especie de colaborador. El
espionaje y la vigilancia son posibles en proporciones nunca conocidas.
XL. Desde centros de
almacenamiento de datos como el data center de la NSA en Idaho...
E.S. Al principio se
hablaba de 'centros de almacenamiento masivo de datos', luego se cambió su
nombre a 'centros de datos'; sonaba más políticamente correcto.
XL. Pero los estados
necesitan datos para proteger a sus ciudadanos contra la delincuencia y el terrorismo.
E.S. Eso argumentan los
defensores del sistema. Aunque los ataques a la privacidad no deben ser la
norma, sino una excepción supervisada por tribunales independientes. Sin
embargo, las informaciones que salieron a la luz el año pasado demuestran que
los gobiernos ya no quieren tener que vérselas con decisiones judiciales; lo
que quieren es vigilar a todos todo el tiempo. Eso altera el equilibrio de
poder entre ciudadanos y Estado y nos reduce a la condición de súbditos.
XL. Pero los hackers
también nos espían.
E.S. Un hacker puede
robarle el número de su tarjeta de crédito, puede colgar fotos comprometedoras
en su página de Facebook o enviar e-mails a su nombre a periódicos
sensacionalistas. Pero también puede ser atrapado mientras lo hace. Los gobiernos,
por su parte, utilizan la señal de un móvil como objetivo para un ataque con
drones sin estar del todo seguros de quién lleva el teléfono en ese momento
determinado. Almacenan las páginas porno que visita una persona para luego
desacreditarla. O la incluyen en listas negras para que no le permitan subir a
un avión, limitan su libertad de movimientos por algo tan nimio como haber
marcado un número de móvil sospechoso, por ejemplo. Y usan las cámaras web
privadas para identificar a personas a las que luego llevan a cárceles secretas
para torturarlas. Creo que hay una gran diferencia.
XL. Usted se describe
como una persona que 'ha tirado de la manta' por motivos de conciencia. Desde
la NSA sostienen que debía haber comunicado internamente los posibles abusos.
En los Estados Unidos hay una acusación contra usted por vulneración de la
legislación sobre espionaje.
E.S. Lo diré con toda
claridad: manifesté mis dudas acerca de los fundamentos jurídicos sobre los que
opera la NSA en multitud de ocasiones y con todo detalle. La NSA dispone de
informes sobre los correos electrónicos internos que escribí en torno a este
asunto. La afirmación de que no hay constancia de mis avisos es falsa.
Cualquier miembro del Congreso puede preguntarle al responsable legal de la NSA.
XL. ¿Y por qué no lo
hacen? Todo esto podría costarle a usted muchos años de cárcel.
E.S. Argumentan que no me
atuve a los procedimientos internos de la NSA. Pero no podía hacerlo, no estaba
empleado directamente por la NSA.
XL. Tras un tiempo en
la CIA trabajó usted en empresas privadas contratadas por la NSA: Dell y Booz
Allen Hamilton.
E.S. Y era esa situación lo
que me privaba de una protección legal clara si quería comunicar abusos.
XL. Sus críticos
aseguran que, al publicar ciertos documentos, ha puesto en peligro la vida de
ciudadanos estadounidenses.
E.S. Actualmente siguen sin
aportar pruebas sobre eso. Nadie ha resultado perjudicado por la publicación de
esas informaciones ni le ha costado la vida a nadie.
XL. La NSA asegura lo
contrario.
E.S. La historia juzgará
qué es verdad y qué es mentira. En cualquier caso, no me arrepiento de lo que
hice, da igual lo que me pase. Hace un año había asumido que ni siquiera
conseguiría salir de Hong Kong.
XL. Al final logró llegar
al aeropuerto de Hong Kong sin ser detenido, aunque todavía no se sabe del todo
cómo lo hizo. Su intención era ir a Sudamérica. Durante la escala en Moscú se
enteró de que las autoridades estadounidenses habían anulado su pasaporte.
Desde entonces está, digámoslo así, varado en la Rusia de Putin.
E.S. Nunca conté con un
happy ending, con un final feliz. Es lo que ocurre cuando desafías abiertamente
a las personas más poderosas del mundo.
XL. ¿Nada de dudas,
arrepentimiento, miedo o pesadillas?
E.S. Sabía que tendría que
despedirme de una vida feliz en compañía de mi familia, de las personas a las
que amo. Pero no quería que vivieran en un mundo en el que los derechos ya no
sean importantes. Si usted viera lo que yo vi, si supiera que una única voz bastaría
para darnos a todos una nueva oportunidad... ¿qué haría?
XL. Tomó una decisión
que lo marcará de por vida. No sabe si algún día podrá vivir de nuevo en
libertad, por no hablar de volver a su país: los Estados Unidos.
E.S. El exilio siempre ha
sido un castigo: separarte de las personas a las que amas, pero sé que me
apoyan. Puedo irme a la cama todas las noches con la conciencia de haber hecho
lo correcto. Eso me aporta una profunda satisfacción. Y también sé que volveré
a verlos.
XL. Usted supo de los programas
secretos de espionaje de la NSA durante años, pero siguió trabajando para un
Estado que se dedica a vigilar a sus ciudadanos. ¿Qué gota colmó el vaso?
E.S. Confiaba en que mis
quejas internas tuvieran respuesta. Pero entonces llegó lo de James Clapper.
XL. En marzo de 2013,
durante su declaración en el Senado, al director de la Inteligencia de los
Estados Unidos le preguntaron si la NSA estaba recopilando datos de millones de
americanos...
E.S. Y Clapper dijo: «No,
sir».
XL. Dijo: «No
conscientemente».
E.S. Con aquella mentira
tan descarada cruzó el Rubicón. Le mintió al pueblo americano en directo. Los
senadores sabían que mentía, Pero nadie dijo nada. En aquel momento entendí que
tenía la obligación moral de sacarlo todo a la luz.
XL. ¿La NSA se ha
convertido en un Estado dentro del Estado?
E.S. Ese Estado dentro del
Estado existe. Los miembros más relevantes del Ejército y los servicios
secretos reciben a los nuevos presidentes con la misma indiferencia con la que
nosotros vemos los pronósticos del tiempo. Son muy poderosos, pero no
invencibles. Si los Clapper de este mundo fuesen tan responsables de sus actos
como los demás ciudadanos, podríamos vencer a este Estado vigilante. Para ello
necesitamos reformas legislativas.
XL. Pero la NSA parece
mucho más poderosa que las propias leyes.
E.S. La mala noticia es
que el Estado vigilante cuenta con una infraestructura tecnológica implantada
en los Estados Unidos y también en Europa. Gracias a los avances tecnológicos,
esta vigilancia se va sistematizando progresivamente. Cada vez es más simple y
más barata. Por lo tanto, la vigilancia seguirá aumentando de forma drástica en
el futuro. La buena noticia es que ninguno de estos programas será capaz de
superar el examen de un tribunal independiente, ni en los Estados Unidos ni en
Europa.
XL. ¿Cuál es el motivo
de su optimismo? ¿Por qué cree que llegará ese momento?
E.S. El problema central de
la política estadounidense es que a los cargos públicos casi nunca se los hace
responsables de sus actuaciones equivocadas, ni de crímenes de guerra o
torturas ni de las vulneraciones sistemáticas de la Constitución. Sin embargo,
la clase política está minusvalorando la inteligencia de la opinión pública.
Hace falta mucho tiempo para que nos enfademos, cierto, pero también hace falta
mucho tiempo para que perdonemos.
XL. Paralelamente, uno
de sus abogados lleva tiempo negociando con el Gobierno estadounidense su
posible retorno a los Estados Unidos. ¿Hasta qué punto es un objetivo realista?
E.S. Lo único que puedo
hacer es repetir que, pase lo que pase, no me traicionaré a mí mismo. Y el
objetivo más importante ya se ha alcanzado: la gente no está dispuesta a seguir
tolerando la vigilancia masiva. No quiere entregar su libertad a cambio de una
supuesta seguridad. Todos estos programas de vigilancia no han ayudado a salvar
a nadie de un atentado terrorista. El mayor éxito se ha limitado a averiguar si
un taxista envió dinero a Somalia. Y eso se podría haber conseguido con los
métodos clásicos.
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