miércoles, 17 de septiembre de 2014

Los grandes hombres

 
Parece que los grandes hombres se han puesto de acuerdo últimamente para ser noticia, y cuando digo grandes hombres me refiero a personas que por su posición y su incidencia en la economía del país han sido claves en nuestro desarrollo a lo largo del tiempo.
Primero la campanada de Pujol, al que muchos considerábamos hace años un ejemplo de honestidad y dedicación al trabajo. Hasta nos hacía gracia cuando veíamos a su mujer, tan diminuta y con tanto carácter como él, tirándose con un paracaídas acompañada de un instructor desde una avioneta. Qué original, pensábamos, qué atrevida, qué ocurrente. Ahora sabemos hasta qué punto aquella imagen que daban era irreal, metidos hasta las orejas como estaban en turbios asuntos.
Lo mismo que la familia Ruiz Mateos en su momento, cuando le creímos mártir y víctima de un gobierno contrario a su ideología que sólo quería expoliarle. Con los años se demostró que tampoco ninguno de ellos era trigo limpio, aunque es evidente que, como en el caso de los Pujol, si el cabeza de familia es un tipo fraudulento, ese será el ejemplo que seguirá su prole, aleccionada desde la más tierna infancia. El patriarca es el espejo en el que se mira su descendencia.
Luego el fallecimiento de Botín, que tan dispares reacciones ha provocado. Una persona que ha estado durante tanto tiempo en el candelero de la actualidad económica, manejando hilos, haciendo cosas oportunas y otras no tanto (es difícil acertar siempre), suscita opiniones para todos los gustos. La versión oficial es la de gran hombre constructor de los cimientos económicos de la nación, muy trabajador, muy constante, inteligente y gran negociador. La versión no oficial lo tacha de implacable, avariento, con una ambición sin límites. Mucha envidia despertó siempre que, como sabemos, es el deporte nacional antes incluso que el fútbol. Un hombre que creó una institución de la nada merece un respeto y cierta admiración, aunque luego podamos disentir de algunas de sus decisiones. Hasta su forma de morir, mientras dormía, despierta envidia, como diciendo que incluso en eso tuvo suerte. La suerte le ha acompañado en su último suspiro, pero lo que ha tenido el resto de su vida es otra cosa, es lo que uno se busca la mayor parte de las veces.
Un amigo de Facebook, que fue compañero de colegio e instituto, es director de una sucursal de La Caixa, y comentaba ocurrente en su muro que lamentaba su muerte, como la de cualquier otra persona, pero no el hecho de que en los últimos 22 años le haya estado quitando clientes desde su puesto de trabajo. Aunque como le dije, en realidad él nunca se llegó a enterar. ¿O sí? porque con un hombre que controlaba tantas cosas como Emilio Botín cualquier cosa puede ser.
Y ahora tenemos el fallecimiento de Isidoro Álvarez, el de los ojos tristes y cansados, y enormes ojeras. Ninguno de ellos eran tan mayores como para morir, será que el poder desgasta mucho, o el enorme trabajo que tuvieron. El presidente de El Corte Inglés fue un insigne ejemplo de ello, siempre dedicado a su empresa, heredada del fundador, su tío el famoso Ramón  Areces. Fue un brillante continuador, alguien que se tomó el suficiente interés como para desarrollar y expandir un emporio empresarial que es de los más importantes del mundo. Hasta se dejaba caer por Zara para ver cómo presentaban allí sus tiendas y llevarse alguna inspiración, pues últimamente había caído mucho las ventas de la planta joven, que transformó de arriba abajo dándole un aire más actual.
Cierto que El Corte Inglés se ha visto afectado por la crisis como cualquier otro negocio. Una vecina del barrio, empleada allí, con una jubilación parcial a los 60 años, que le permite tener que ir sólo unos pocos días al mes a trabajar, se quejaba de las muchas horas extras que los nuevos tiempos han traído, con horarios comerciales interminables. Antes se las pagaban, pero ahora se las recompensan con uno o dos días libres mensuales a lo sumo. Además en los supermercados están sustituyendo a las cajeras por máquinas, con lo que la reducción de puestos de trabajo es creciente. Incluso una empresa como esta tiene que reducir costes.
Sin embargo yo sigo viendo a Isidoro Álvarez, trabajador enorme que tuvo hijos a los que dejar su imperio, con su cara agotada de toda una vida de esfuerzo, creando puestos de trabajo ya desde épocas lejanas en el tiempo en las que la economía del país estaba aún más depauperada que ahora. Otro sobrino, siguiendo la tradición familiar, se hará con el mando. Veremos qué pasa.
A falta de los grandes hombres de la patria que siempre ha habido, tenemos ahora estos otros grandes hombres de la economía, con tanta influencia y poder o más que los primeros. Son los que manejan los hilos, y ya están siendo relevados por las nuevas generaciones. De qué serán capaces.
 


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