martes, 2 de septiembre de 2014

Ser o no ser


Hablaba en un par de posts anteriores de un encuentro que tuve, y que había presentido, con una amiga de los tiempos del instituto a la que hacía mucho tiempo que no veía, y ahora después de unos meses me la vuelvo a encontrar, esta vez acompañada de su hija mayor. A la “niña” (ya tiene 18 años) la conocía por Facebook, igual que a su otra hija, y son guapísimas las dos, ésta rubia con ojos verde agua y la otra más rubia aún y con los ojos azules. Nadie diría que mi amiga, morena y con ojos marrones, es la madre sino fuera porque el resto de los rasgos de la cara de sus vástagas son muy parecidos a los de ella, y la estatura, altísimas.
Pero lo que más me sorprendió fue lo que me contó mi amiga. Afortunada como es de haber ejercido la profesión para la que ambas nos preparamos en la universidad, a la que accedió por consejo mío, pues no sabía qué estudiar cuando acabamos en el instituto, tuvo la suerte y también la iniciativa para conseguir un puesto dentro del Periodismo. Y cuál no es mi estupor cuando ahora me dice que, después de 26 años trabajando en el mismo sitio, lleva en paro desde abril por un ERE temporal, aunque me ha dicho que vuelve en octubre.
Debido a esto proyectos como irse a vivir a EE.UU. con su marido y sus hijas han quedado postergados indefinidamente. Su hija menor se ha ido allí a estudiar bachillerato este año y su intención era que se hubieran ido todos con ella. La mayor se tiene que venir a estudiar a Madrid este curso porque la nota no le ha llegado para la universidad pública por 3 décimas. No dejo de quedarme boquiabierta por las calificaciones tan altas que se exigen ahora en todas las carreras, incluso para Criminología, que es la que quiere hacer esta chica, que me parece una carrera peculiar y no creía que estuviera tan solicitada. Recordábamos mi amiga y yo cuando estudiábamos la nota tan baja que pedían. Sólo algunas como Medicina exigían sobresaliente.
Qué difícil se plantea la vida para nuestros hijos, todo son obstáculos. 1º el listón tan alto a superar a la hora de elegir tu profesión, teniéndote que conformar con algo que te guste menos o nada si no llegas, y luego la escasez de puestos de trabajo, por lo que pese a tener un expediente académico excelente durante los años universitarios no hay garantía de encontrar un empleo. Tanta exigencia y tan pocas contraprestaciones. No me extraña que la gente joven prefiera irse fuera, o mejor dicho, no les quede otra opción si quieren vivir con un poco de dignidad.
Pero fueron las observaciones de mi amiga sobre la profesión lo que hizo que realmente se me abrieran las carnes. Despotricaba del periodismo por lo mucho que había tenido que trabajar. Temblaba, me dijo, cada vez que había un incendio o cualquier otra catástrofe, porque sabía el volumen ingente de trabajo que venía aparejado. Precisamente, como le comenté, si algo no me gustaba de la profesión era la crónica de sucesos, a la que siempre temí tener que dedicarme cuando estudiaba la carrera. Ella me dijo que es lo más solicitado, junto con la crónica política.
Pero todo esto creo que lo dice porque se ve ahora en el paro. Si no no es normal que me diga que echa de menos el funcionariado, por el que también pasó cuando aún estudiábamos. Lo abandonó porque el sueldo era bajo y el trabajo aburrido, y ahora dice añorarlo por aquello de la seguridad laboral. ¡Me hubiera cambiado por ella mil veces!. ¡Que te quiten lo bailao cuando has desarrollado durante años la profesión para la que te preparaste, el sueño de tu vida! Claro que en su caso nunca fue vocacional, aunque creí que le habría cogido gusto con el tiempo. Qué mal repartido está el mundo, los que quieren no han podido y los que les da igual pueden. Vale más la iniciativa que la capacidad, el empuje que el talento.
Algo parecido me dijo la profesora que ha tenido Miguel Ángel, mi hijo, el día que dió su última clase. Ella se licenció el año pasado en Ingeniera de Energías, carrera que según me dijo se creó con el plan Bolonia y que antes estaba englobada en Ingeniería Industrial, y ahora está de becaria: muchas horas de trabajo y un sueldo ridículo. Le encantaría ser funcionaria, me dijo. Ante la disyuntiva de no tener nada la gente se agarra a un clavo ardiendo. Es tremendo.
No se podrá quejar mi amiga de todas formas, en todo lo demás le va estupendamente. Tendremos que valorar lo que tenemos, sea lo que fuere. En esta vida se es o no se es, y ella es. El saber aprovechar la oportunidad, el dejar caer aquí y allá, entre familiares y conocidos, la lista de deseos en el momento adecuado le han valido más que tener un talento o una vocación, en su caso inexistentes, y una capacidad de estudio de la que también careció. Se acordaba de lo difícil que le parecía la Filosofía cuando estudiábamos en el instituto y la mala nota que le ponían, cuando a mí me encantaba. Ser o no ser, esa es la cuestión. Si no se tiene empuje y ambición no hay nada que hacer.
 


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