No entiendo la sorpresa general que se ha producido cuando Madrid no se ha llevado la candidatura olímpica para 2020. Yo nunca pensé que fuera posible, pero para la inmensa mayoría de la gente por lo visto no era así.
Y está muy claro: ¿quién encomendaría algo de ese calibre a un país en plena crisis?. No se trata sólo de una ciudad cuyo Ayuntamiento es el más endeudado a nivel nacional, sino de una nación entera que está pasando por momentos bajos. ¿A quién se le ocurre siquiera proponer una proyecto monumental como ese?. Los españoles tenemos esta costumbre de siempre, vivimos de sueños, no de realidades. Nos forjamos mundos de fantasía en los que las cosas son como querríamos que fueran, en lugar de vivir con la mirada puesta en las certezas.
Maldita la gracia de tener que gastar dinero en infraestructuras a cuenta de una posible-imposible elección. Así empezamos con la candidatura de 2016, venga a diseñar y a construir, y también en esa ocasión nos quedamos fuera. Dicen que ya están hechas el 85% de las obras previstas para un acontecimiento semejante. Bueno, podemos seguir construyendo hasta que nos den la dichosa candidatura, algo que parece tan importante para muchos, como si el prestigio internacional y el orgullo nacional estuvieran en juego.Están en entredicho por otros motivos, mucho más importantes que unas olimpiadas.
Ya tenemos suficiente saturación deportiva todos los días. Lo que hay que hacer es practicarlo, no ser sólo espectadores del esfuerzo ajeno. En otros países hay una cultura del ejercicio físico que aquí casi no se percibe, es algo que todo el mundo ha interiorizado para poder tener una vida más sana, ancianos incluídos. En China se los puede ver haciendo tai chi en la calle o montando en bicicleta. Si hicieran lo mismo aquí se reirían de ellos. O el deporte promocionado en las universidades norteamericanas e inglesas, donde tan importante es el estudio como ganar competiciones y trofeos.
Lo que me parece una vergüenza es que con la carestía por la que estamos pasando a todos los niveles se haya gastado dinero en la dichosa candidatura de 2020. Que haya presupuesto para cosas como esa y no para las de 1ª necesidad es una muestra más de la poca cabeza y de lo alejados que viven de las realidad los que rigen nuestros destinos, gente a la que las inclemencias económicas no afectan, y que además tienen su futuro asegurado. No sé cuándo llegará el momento en que nuestra democracia madure, hace tiempo que tendría que haberlo hecho.
Me parece también increíble, dicho sea de paso, que Tokio se haya alzado con la candidatura olímpica. Los que vayan allí recibirán una buena dosis de radioactividad, a no ser que de aquí a siete años hayan solucionado el problema de Fukushima. Eso y la inestabilidad sísmica no creo que lo conviertan en un lugar seguro para la celebración de uso Juegos Olímpicos. Quizá han querido recompensar al país por tanta desgracia que han sufrido últimamente, darle un motivo de resurgimiento, pues parece mentira que una pequeña isla tenga tanto poder. No en vano es la 3ª vez que la eligen como sede de unas Olimpiadas. Es una cuestión de esfuerzo, de superación, de trabajo duro, características propias de la cultura oriental que en Occidente suenan extrañas.
Y en fin, lamentable el espectáculo de los miembros del COI, en especial de su presidente, sollozando públicamente tras conocer la noticia, medio escondido detrás de sus compañeros. Que a los deportistas se les escapen unas lágrimas lo puedo entender, aunque tampoco es para tanto porque van a competir de todas maneras, que es lo que importa, pero al resto no, que lloren en su casa, menuda imagen penosa para la posteridad. Que nuestra candidatura era algo que se daba por hecho porque nos lo habían prometido es confiar demasiado en la honestidad ajena. Hay mucho países de Europa que no nos consideran europeos y que nos tienen ganas desde hace lustros. A estas alturas ya se debería saber que los Juegos Olímpicos se han convertido con el paso de los años en un asunto de intereses políticos y económicos más que en una cuestión deportiva.
Y qué decir de las palabras de la alcaldesa, en un inglés casi tan churrigueresco como el de su marido, invitando a la concurrencia a ir a tomar café a la Plaza Mayor. A tomar café a La Habana es a donde vamos a ir a este paso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario