jueves, 19 de septiembre de 2013

Solidaridad


Qué cierto es lo de que nuestro país se ha convertido en un destino barato para los turistas, tal como ocurría hace años cuando nuestra moneda de cambio era la peseta. La crisis ha abaratado los precios de muchas cosas, algo absolutamente necesario si se quiere fomentar el tan depauperado consumo nacional, y que los que vienen de fuera dejen su dinero aquí, pues España vuelve a ser lugar de vacaciones asequible como lo fue antaño.

Yo lo he notado por ejemplo en la óptica donde encargo las lentillas: por una que me hicieron hace poco, que normalmente me cuesta 155-60 €, porque incluyen presbicia y eso se paga, me cobraron 50 €. Pensé que sería un error, pero no estuve dispuesta a aclararlo porque, como se suele decir, el que pregunta se queda de cuadra. Pero desde luego la diferencia es más que llamativa, y el margen de beneficios que se solían embolsar también.

Me queda la desazón de saber que cuando compramos ropa, calzado y accesorios a precios asequibles, o cualquier otra manufactura, no sólo en los chinos sino en sitios tan conocidos como Zara o H&M, para ahorrarnos un dinero que no tenemos, estamos favoreciendo la explotación infantil y en general la de todas esas personas que en los países más empobrecidos trabajan en talleres en pésimas condiciones, durante muchas horas y por muy poco salario.

Hace poco leía que las grandes firmas de alta costura también encargan la confección de sus prendas a estos lugares, para ahorrarse costes. Eso les resta, a mi modo de ver, buena parte de su glamour, lo encuentro un engaño. La exquisitez de estas empresas debería extenderse de principio a fin a todo el proceso que llevan a cabo en sus creaciones. Al final todos contribuimos a que estas desigualdades sociales sigan existiendo. Me pregunto si podríamos volver a lo que existía hace años, cuando adquiríamos productos de calidad a precios razonables (los artículos de lujo para el que se lo pudiera permitir), y no existían estos talleres, verdaderas cárceles de degradación humana.

Los que las llevan dicen que si mejoraran la calidad de lo que fabrican, subieran el sueldo de los que trabajan o redujeran las jornadas laborales, el precio del producto final sería más caro y ya nadie lo compraría. Pues eso deberíamos hacer, negarnos a consumir en sitios donde sepamos que se surten de lugares con prácticas semejantes, y procurar adquirir en los que no lo hagan, aunque el precio sea un poco mayor. Porque por ahorrarnos un dinero estamos siendo cómplices de una nueva esclavitud, una de las muchas que ha inventado el ser humano a lo largo de la Historia.

En realidad compramos más de lo que necesitamos, la publicidad nos bombardea con hábiles campañas que fomentan el consumismo. No hace falta gastar tanto y, por tanto, no hace falta tampoco acudir a tiendas de gangas para permitirnos poder comprar más. Aboguemos por un comercio justo. No hace falta colaborar con ninguna organización de ayuda humanitaria para ser solidarios, para ser seres humanos.

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