En esa parte de la playa he visto muchas veces hacer surf los días de oleaje. En la orilla suele haber un poco de algas, y por eso hay menos gente, pero más allá el agua está más limpia que en cualquier otra zona. Flotar de espaldas y contemplar el monte, con sus casas encaladas, la ermita en lo más alto, el cielo azul, las gaviotas, es maravilloso. Nadando un poco mar adentro se puede contemplar el rompeolas, y cómo chocan allí hechas espuma las olas.
Mientras estaba por allí apareció una señora sesentona entrada en carnes, con bikini de braga ancha, que se puso a remar sobre una tabla de surf, unas veces de pie, otras de rodillas. Me pareció muy curioso que teniendo ya una cierta edad se dedicara a estos deportes tan novedosos. Éste se llama paddle surf, aunque cuando la vi practicándolo no lo sabía, creía que era un poco excéntrica.
La mejor zona para plantar la sombrilla es un sitio intermedio entre donde me ponía cerca del apartotel, y esta última que he descrito al final de la cala. Ahí hay menos gente y se respeta más el espacio de cada uno. Aún así no puedes evitar escuchar las conversaciones ajenas, porque no se habla en un tono normal. Todas eran intrascendentes y aburridas, las comidas en el hotel, cotilleos sobre parientes y amigos. Pero la que más gracia me hizo fue la de dos andaluces contándose sus penalidades con una epilady, máquina de afeitar que suele ser de uso femenino y que en realidad no depila si no que arranca el pelo. Yo me la compré cuando salió, hace muchos años, y sólo la utilicé una vez, no la resistí. Ellos se depilaban el pecho con eso. “Porque no soy un X-Men”, dijo con guasa uno de ellos.
Me hacía gracia oir a los niños cuando ya se marchaban, preguntándoles a sus padres si antes de comer aún había tiempo para darse un chapuzón en la piscina. Los peques nunca tienen bastante agua, les encanta estar a remojo. Lo que sí me parecía lamentable es la cantidad de progenitores que pasan de sus hijos en vacaciones. “No, vete tú a la orilla que ya voy yo..”, “Déjame tranquila que estoy cansada, juega tú…”. Abuelas incluídas en este apartado, aunque me imagino que por edad en ellas esté más justificado el cansancio. Muchos hijos únicos a los que no se les prestaba atención y que hasta parecían un estorbo. Me pregunto por qué la gente querrá tener hijos si luego los considera una carga. Y muchas regañinas exageradas por nimiedades, parece que se paga con los niños las frustraciones personales, las preocupaciones, el aburrimiento conyugal, se les hace llorar y sufrir innecesariamente por simplezas.
Bajé a la playa también casi todas las tardes. El sol, como está en otra posición, le da otro color al mar. En las zonas donde había más luz, con los rayos solares cayendo perpendiculares por efecto del ocaso, se apreciaba la bruma, en suspensión en el aire e impulsada por el viento, desplazándose a gran velocidad. De fondo, la intensa vegetación verde y morada que rodea los chalets construídos en la ladera de la montaña, me daba la impresión de estar en algún sitio caribeño. Era muy agradable leer en esos momentos, cuando ya no quema el sol y casi no quedan sombrillas cerca. Las gaviotas empiezan a llegar en bandadas donde están las papeleras que, llenas por completo, desbordaban su contenido a su alrededor. Unos niños pequeños las perseguían para ahuyentarlas o les tiraban arena, sin que nadie les dijera que no hay que molestar a los animales.
Sólo hubo una tarde que no fui a la playa para ir al centro. Coincidió que estuvo nublado, pero fue casualidad, no lo hice por eso. Visité los sitios que más me gustan. Descubrí que la tienda Ale-Hop, que es tan original, tiene también un par de sucursales en Madrid, una de ellas cerca de mi barrio, en la calle Huertas, antes creía que sólo tenían allí. Me comí un trozo de pizza en un sitio que sé que las hacen muy buenas, y me tomé un zumo de naranja natural. Los placeres sencillos.
En la zona de más marcha la terraza de la discoteca Ku congregaba ya a las 7 de la tarde a un montón de gente con el ritmo de su música dance, que me encanta. Dos go-gos se alternaban, una rubia y otra morena, sobre la pequeña plataforma en la que bailaban, ataviadas con un trikini y zapatos de tacón muy alto. De todos los que hacían figuras con la arena de la playa para conseguir dinero me gustó especialmente un conjunto en el que se representaba al personaje de Johnny Depp en Los piratas del Caribe, sentado en una barca en la que le abordaban por un lado el pirata con cabeza de pulpo, acodado junto a él, y un tiburón medio hundiendo la embarcación por el extremo opuesto, mirándole amenazador. Dentro un cofre lleno de monedas.
Regresé por el paseo, que desde que lo renovaron es muy original, con aceras anchas pintadas de un color diferente cada varios metros, y miradores que se meten y salen a la playa haciendo ondulaciones. Le habría encantado a mi abuela Pilar si lo hubiera podido ver, ella que paseó tanto por allí, cuando aún era el típico paseo marítimo rectilíneo con suelos moteados y barandilla encalada. Corría una brisa muy agradable.
La última noche fui al cine. El día anterior habían puesto Elysium, que acababan de estrenar, y como no es un tema de los que más me gusten precisamente decidí esperar al día siguiente para ver si echaban otra. Pero no, cuando son de estreno las suelen repetir varios días. Total, que la fui a ver de todas maneras, porque a mí el cine al aire libre, con el bocadillo, las pipas, las patatas fritas y el helado en el descanso me parecen todo un lujo. Al final no resultó tan poco interesante como yo suponía. Matt Damonn, que creo que es la 1ª vez que se dedica a la ciencia ficción, estuvo estupendo como siempre. Incluso verlo rapado no me causó la misma penosa impresión que cuando lo vi en los carteles promocionales. Es un actor estupendo da igual el papel que haga o el aspecto que deba tener. La exhibición de una única de sus maravillosas sonrisas iluminó por un momento la pantalla. La participación de la inefable Jodie Foster también le añadía caché al film. Ella sí ha hecho de todo, ciencia ficción incluida, es una actriz versátil e increíble.
Pensé una de las veces que estaba preparando la comida, mirando al mar, que aquello de poder escapar unos días a la costa era un lujo, aunque sea como en mi caso un viaje sin pretensiones. Cuántos son los que no pueden hacerlo, y más en los tiempos que corren. Me consideré muy afortunada.
Foto hecha con mi móvil en el apartotel |
En fin, que para ser mi 1ª experiencia de viaje sola no estuvo nada mal. Me gustaría atreverme a ir a sitios que no conozca también así. Conseguí lo que buscaba, relajación (dormí estupendamente, mejor de lo que lo suelo hacer), me recreé con las bellezas que la Naturaleza ofrece, y padecí esa enfermedad que se llama nostalgia, sobre todo al final, cuando ya me iba a ir. Nostalgia del tiempo pasado allí, cuando era niña con mi familia, algunos de cuyos miembros ya no están, y de cuando ya casada iba con mis niños pequeños. Me di cuenta realmente, viendo en la playa a las parejas con sus hijos, de que la vida tiene sus etapas, que pasan más rápido de lo que podamos creer, y que yo he pasado ya por la mayor parte de ellas. El futuro siempre es incierto, pero me imagino que cada fase merece la pena ser experimentada, y que de nada sirve añorar nada del pasado, aunque sepas que habrías cambiado muchas cosas si lo pudieras volver a vivir y que lo disfrutarías de otra manera, más intensamente.
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