miércoles, 2 de octubre de 2013

Cómo ser mujer (II)


Seguimos con la batería de afirmaciones rotundas y jocosas. "Me arriesgaré a decir esto, aquí y ahora: soy partidaria de las bragas grandes. El feminismo exaltado necesita bragas grandes. Bien grandes. En este momento llevo unas que podrían haber servido de manta ignífuga para apagar cualquier punto del Gran Incendio de Londres en las primeras 48 horas más o menos. Se extienden desde la parte alta de mis muslos hasta el ombligo, y la verdad es que son como una 2ª residencia a la que puedo escaparme los fines de semana. Si fuera a presentarme al Parlamento, lo haría únicamente con el programa “Que las Mujeres lleven Bragas Enormes”.

Encantadores lectores, si os han causado consternación mis preferencias en ropa interior, me temo que ésta será sólo comparable a la que yo he sentido con las de otros. En el siglo XX, ya no son ningún secreto. Las faldas de tubo, los vaqueros ajustados y las mallas nos permiten ver exactamente el tipo de braga que se lleva, como la impresión geofísica de un antiguo sistema de drenaje presentado en “Time Team” (programa de arqueología de la BBC).

Y la conclusión es que prácticamente ninguna mujer en Gran Bretaña lleva unas bragas que sean realmente de su talla, algo que les permita cubrir sus dos nalgas de una manera razonable y segura (…) Hay un desplazamiento físico catastrófico. Partes del cuerpo se dividen o emprenden varias migraciones. Con mis propios ojos, he visto mujeres andando por ahí como si tuvieran entre dos y ocho nalgas en algún lugar entre la cadera y el medio muslo. Esta deformidad forzosa no es culpa de las bragas, sencillamente sobrepasadas por la tarea que tienen que afrontar.”

Es imposible no darse cuenta de que, como país, nuestro poder ha ido disminuyendo al mismo tiempo que nuestras bragas. Cuando las mujeres llevaban ropa interior que se extendía desde la barbilla hasta la punta del pie, el sol nunca se ponía en el imperio británico. Ahora que una mujer normal puede llevar las bragas de toda la semana en una caja de cerillas, apenas dominamos algo más que el bailiazgo de Jersey (la isla de Jersey y los pequeños archipiélagos de Écrehous y Minquiers, dependencia de la corona británica en el Canal de La Mancha) y la isla de Man”.

NOTA: el único momento en que es una buena idea no llevar bragas es en un festival de rock, si llevas un vestido hasta los pies. En esta situación, cualquier mujer harta, y con razón, de hacer media hora de cola para ir al baño, puede sencillamente hacer un “Pis de Festival”. Para ello, una dama tiene que sentarse en un espacio libre de hierba, teniendo cuidado de extender la falda alrededor como Deborah Kerr en “El rey y yo”. Tras asegurarse de que la falda está en la posición correcta, puede hacer pis tranquilamente donde está sentada, sin que nadie se entere, y luego esperar a que la naturaleza airee y seque sus “partes”.

Así es como imagino yo que orinaba Blancanieves cuando la abandonó el cazador en el bosque. O como Galadriel de “El señor de los anillos” riega las coles cada vez que apremia la necesidad.

NOTA ADICIONAL: este plan sólo puede fracasar si hay hormigas”.

Trata con ironía el tema de los estragos que el paso del tiempo dejan en el cuerpo de la mujer. “A mis 35 años, mis pechos son todavía como melocotones. Pero la clase de melocotones que encuentras en el fondo del bolso, después haber olvidado que los metiste ahí como tentempié. Melocotones con la marca de tus llaves en un lado, y un billete de autobús pegado a la parte más pringosa. El tipo de melocotones que mirarías con reservas en el mercado, 10 por una libra, mientras dices:” Bueno, podría hacer batidos con ellos…”

Y algo con lo que estoy completamente de acuerdo: “El alivio que comporta quitarse un sujetador molesto es inconmensurable (…) Si, después de una larga jornada, no te resulta embarazoso decirle a un amigo en su casa: “Voy a quitarme el sujetador”, es que realmente tenéis mucha confianza.”A cualquier idiota que te diga: “¿Una feminista tú? Entonces quemas tus sujetadores, ¿no? ¿EEHH? Quemáis los sujetadores, vosotras las feministas”, tienes que contestarle sin inmutarte: “Imbécil. IMBÉCIL. El sujetador es mi amigo. El escudo de mis pechos. Mi amigo íntimo. Excepto aquel sujetador balconet de Janet Reger que me quedaba demasiado pequeño y me dejó la cabeza sin circulación. Sí. Aquél lo rocié de gasolina, y lo quemé delante de la embajada de EE.UU.”

Esto es una verdad más grande que una catedral: “Comer compulsivamente es la adicción que eligen las personas que tienen que cuidar de otros, y ése es el motivo de que se considere la adicción de menor rango. Es una manera de joderte a ti misma mientras te mantienes completamente operativa, porque no te queda más remedio. La gente gorda no se permite el “lujo” de que su adicción les convierta en alguien inútil, caótico, o en una carga. En vez de eso, se autodestruyen poco a poco sin molestar a nadie. Y esto explica que sea con tanta frecuencia una adicción elegida por las mujeres. Todas las mamás que comen sin hacer ruido. Todos los KitKat en el cajón de la oficina”.

A veces me pregunto si sólo nos tomaremos en serio los trastornos alimenticios el día que tengan el mismo glamour perverso de rock and roll que caracteriza el resto de las adicciones. Quizá haya llegado el momento de que las mujeres, al fin, dejen de ser tan reservadas con sus vicios y empiecen a tratarlos como los demás adictos tratan los suyos. Aparecer en la oficina con las huellas del cansancio en el rostro, diciendo con un suspiro: “Tío, anoche me enganché al pastel de carne, no puedes ni imaginártelo. A las 10 estaba hasta las cejas de puré de patata. ¡Tenía un colocón de carne picada!”.

Habla con nostalgia, ternura y humor de su primer empleo. “Mientas NME (revista musical) contrata hombres normales, respetables, que harán grandes carrera en la radiodifusión, el equipo de Melody Maker parece el elenco de “La familia Addams”. En las reuiniones de la redacción todos tienen claro que están aquí porque no cumplieron los requisitos para entrar en la cantina de “La guerra de las galaxias”.

Otra cosa con la que me identifico plenamente. Caitlin parece que me lee el pensamiento: “La idea de que las mujeres tengan que coquetear para progresar les parece tan vejatoria como cualquier otra cosa que, en teoría, tengan que hacer las mujeres: estar delgadas, aceptar un 30% menos de sueldo.

Hay mujeres que no coquetean. No quieren hacerlo, no les sale de dentro, y les irrita tanto que les entran ganas de dar un puñetazo a alguien.
Pero, para otras mujeres, coquetear es… algo natural. No es un mecanismo de defensa, ni el resultado de años de haber sido sexualizada sin quererlo por el maldito patriarcado. Sale de la alegría casi demente de estar vivo, de hablar con alguien que no te está aburriendo mortalmente, y de aliarse en un tácito, fugaz, alegre, “Me gustas y te gusto”.

“Los hombres tienen una extraordinaria habilidad para sentarse en un sillón y jugar tranquilamente a “Angry Birds” en su iPhone mientras las mujeres corren de un lado para otro pelando patatas y rescatando niños llorosos y llenos de mierda de pozos abandonados.“No se me dan bien esas cosas”, dicen los hombres casi con tristeza, mientras la mujer, en la cocina, estresada, empieza a tomar sorbitos de whisky a las 4 de la tarde”.

No lo llames machismo. En lugar de eso, llámalo “modales”. Cuando una mujer pestañea un poco, mueve la cabeza como el teniente Colombo y dice “Lo siento, pero eso ha sonado un poco… desconsiderado”, un hombre tiende a disculparse. Porque, incluso el fanático más recalcitrante de la tierra, no tiene defensa alguna ante la acusación de ser simplemente grosero”.

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