martes, 22 de octubre de 2013

Exploradores que emularon a los antepasados


Ha habido quienes han diseñado y construido naves como las de los antepasados y han viajado con ellas sólo para comprender mejor cómo vivían. De Thor Heyerdahl y su expedición del Kon Tiki hablé en el post anterior, aunque además habría que mencionar su expedición de Aku Aku, con la que se propuso desentrañar los misterios de las figuras de la isla de Pascua, elaborando una teoría según la cual en su construcción no sólo intervinieron los nativos polinesios sino una cultura más desarrollada que se estableció allí procedente de Perú. También afirmaba que algunas de las plantas que crecían en la zona provenían de Sudamérica.

Pero también hay otros intrépidos aventureros, como Tim Severin y Jonathan Raban, que hicieron su contribución al conocimiento de la forma de vida de las gentes de siglos pasados.

Tim Severin es un explorador, historiador y escritor inglés conocido por relatar los legendarios viajes de figuras históricas, lo que le ha hecho merecedor de varios premios. Como relata Javier Reverte "saltó a la fama cuando, en 1980, realizó con una embarcación fabricada de pieles de buey la travesía de Irlanda a Norteamérica, siguiendo las trazas de un mítico viaje de las leyendas gaélicas, el viaje de San Brendan". Desde ese momento y hasta el día de hoy ha emulado con éxito el itinerario de los viajes por mar de los grandes aventureros, que luego describió en libros como El viaje de Jason: en busca del Vellocino de Oro, Tras la pista de Marco Polo, El viaje de Ulises, En busca de Moby Dick, o Buscando a Robinson Crusoe, entre otros. Asimismo es autor de una serie de novelas históricas sobre vikingos y piratas. "Arqueólogo de espumas" ha sido llamado en alguna ocasión.

Los viajes épicos de Simbad El Marino, personaje mítico de Las mil y una noches, pudieron haber tenido lugar, pues Severin ha navegado a través de una de aquellas rutas comerciales de la porcelana, las sedas y las especias, a lo largo de 10.000 kilómetros, en una réplica de las embarcaciones utilizadas por los marineros de aquellos tiempos. En su construcción se emplearon los mismos materiales y las mismas técnicas que en el tiempo de los antiguos capitanes navales de Omán. Se trataba de un velero mercante árabe del siglo VIII hecho con tablas de madera unidas con cuerda fabricada a mano, a partir de corteza de coco, y pintado con aceite de pescado y azúcar. Para la navegación no se utilizaron ni motores ni los modernos instrumentos que se llevan a bordo. La tripulación incluía a ocho marineros omaníes.

Según he podido leer "el viaje de este último sitio a Sumatra y de ahí a Cantón tuvo las mismas dificultades que en el siglo VIII. De la calma de un mes sin viento con temperaturas ecuatoriales despiadadas y escasez de comida y agua, se pasó a un violento tifón que destrozó las velas".

Por su parte, Jonathan Raban es un escritor inglés muy galardonado, que mezcla en sus novelas las peripecias reales con sus propias impresiones y experiencias vitales, usando un lenguaje ingenioso, divertido, a veces implacable, y siendo capaz de conectar al momento con cualquier ser humano que se cruce en su camino. Así en su libro El mar y sus significados: viaje a Juneau, Jonathan Raban partió solo, en su barco, desde su hogar en Seattle hasta el Panhandle de Alaska. Según he leído, “quería resolver los enigmas del mar adentrándose en el arte y la mitología de los indios norteamericanos y leyendo los diarios de los que, como el capitán Vancouver en 1792, atravesó el estrecho Pasaje Interior. Una travesía por unas aguas más peligrosas de lo que había previsto”.

Son unos cuantos los que quisieron emular a los antepasados y vivir las mismas dificultades que ellos encontraron en sus viajes por mar, en unos tiempos en los que la vida era más sencilla y no había tantos adelantos. El relato de sus experiencias continúa sorprendiéndonos hoy en día, y aún surgen aventureros que, en otros ámbitos de la Naturaleza, conquistan lo que parecía inalcanzable y nos hacen experimentar con ellos sensaciones que sin la televisión y las nuevas tecnologías nunca podrían habérsenos hecho tan reales.

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