El accidentado final que tuvo el viaje de Kon Tiki, sobre el que hablé un par de posts antes, me movió a buscar información acerca del comportamiento de las olas, sobre el que existen muchas creencias infundadas. La información más interesante la encontré en una revista digital, Yorokobu, en la que uno de sus articulistas, Daniel Civantos, escribió un artículo muy ameno y bastante didáctico, con un lenguaje muy sencillo, que explica muchas cosas que desconocíamos y que paso a reproducir. Esta revista se nutre con aportaciones de los cibernautas.
Aunque la mayoría de las olas tienen un origen caótico, una vez que se forman tienden a establecerse en grupos de viaje. Las olas agitadas, irregulares, que se generan en las regiones de tormenta del océano y que viajan en la misma dirección llegan a un tipo de compromiso sobre la marcha, juntándose y envolviéndose con su espuma unas a otras hasta que se organizan en paquetes más o menos estables y predecibles.
Resulta que, cuanto más de estos grupos de ondas viajan desde su fuente, es más probable que se caiga en una secuencia relativamente predecible, por lo general con una longitud de onda definida (o la distancia entre dos crestas consecutivas).
Por eso lo más probable es que ese oleaje largo y laminado codiciado por los surfistas que llega a la costa haya nacido en una tormenta de mar lejana, en un titipuchal de olas de longitudes de onda corta que se produjeron en el centro de la tempestad.
Pero, como dependen del viento, algunas series pueden llegar cada 15 minutos con sólo una o dos olas, y otras series llegan cada 5 minutos con 10 olas en cada una. Por supuesto, siempre teniendo en cuenta otros aspectos, como pueden ser la barometría o el fondo del mar en la costa.
Y entonces, ¿por qué la cultura popular dice que llegan en series de siete? Al limitar el enfoque sobre los trenes de olas inusualmente coherentes los seres humanos tendemos a simplificar las cosas y a sacar medias.
Según afirma Fabrice Verón, uno de los mayores expertos en la física de las olas, el director del departamento de ingeniería oceánica de la Universidad de Delaware (EEUU), las olas que se pueden observar en un día de buen tiempo en la playa suelen llegar en promedio en grupos de 12 a 16 olas.
En estas series, como tantas veces ocurre en la física de grupos, la ola más alta tiende a situarse en el centro del grupo o punto de máxima amplitud, para luego volver a disminuir y empezar la serie de nuevo. La primera ola del grupo es muy pequeña, la siguiente es más grande y así sucesivamente hasta que se llega a la más grande en el centro de la serie. Entonces, si hay 14 olas de media en una serie, la séptima ola es la más grande.
A continuación, se hacen más pequeñas de nuevo, como en una especie de descanso. Ahí radicaría la posible base para el dicho popular sobre que las olas vienen en series de 7, al discriminar las olas que van disminuyendo y sólo fijarnos en las que van creciendo.
Resulta que, cuanto más de estos grupos de ondas viajan desde su fuente, es más probable que se caiga en una secuencia relativamente predecible, por lo general con una longitud de onda definida (o la distancia entre dos crestas consecutivas).
Por eso lo más probable es que ese oleaje largo y laminado codiciado por los surfistas que llega a la costa haya nacido en una tormenta de mar lejana, en un titipuchal de olas de longitudes de onda corta que se produjeron en el centro de la tempestad.
Pero, como dependen del viento, algunas series pueden llegar cada 15 minutos con sólo una o dos olas, y otras series llegan cada 5 minutos con 10 olas en cada una. Por supuesto, siempre teniendo en cuenta otros aspectos, como pueden ser la barometría o el fondo del mar en la costa.
Y entonces, ¿por qué la cultura popular dice que llegan en series de siete? Al limitar el enfoque sobre los trenes de olas inusualmente coherentes los seres humanos tendemos a simplificar las cosas y a sacar medias.
Según afirma Fabrice Verón, uno de los mayores expertos en la física de las olas, el director del departamento de ingeniería oceánica de la Universidad de Delaware (EEUU), las olas que se pueden observar en un día de buen tiempo en la playa suelen llegar en promedio en grupos de 12 a 16 olas.
En estas series, como tantas veces ocurre en la física de grupos, la ola más alta tiende a situarse en el centro del grupo o punto de máxima amplitud, para luego volver a disminuir y empezar la serie de nuevo. La primera ola del grupo es muy pequeña, la siguiente es más grande y así sucesivamente hasta que se llega a la más grande en el centro de la serie. Entonces, si hay 14 olas de media en una serie, la séptima ola es la más grande.
A continuación, se hacen más pequeñas de nuevo, como en una especie de descanso. Ahí radicaría la posible base para el dicho popular sobre que las olas vienen en series de 7, al discriminar las olas que van disminuyendo y sólo fijarnos en las que van creciendo.
El comportamiento de las olas, como el del resto de fenómenos naturales, es predecible sólo hasta un cierto punto. Intentamos elaborar teorías que los expliquen, en un intento de dominar aquello que nos sobrepasa, pero es en vano. De momento seguiremos a merced de esas fuerzas descomunales, y lo único que podemos hacer es prepararnos para soportar su virulencia y continuar investigando con el fin de idear la tecnología necesaria que un día nos permita afrontarlos sin sufrir daño.
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