- Me encontré hace unos días por la calle con un amigo de la época del instituto con el que tengo contacto de vez en cuando en Facebook. De repente he oído mi nombre, pues yo suelo ir siempre pensando en mis cosas y no me doy cuenta de quien pasa por mi lado, y me ha hecho una ilusión enorme. Javier sigue siendo tan cariñoso como siempre, y tan guapo con sus magníficos ojos azules.
Pero en general Facebook no deja de ser una mera ilusión, como todo lo virtual. Le pedí amistad a Nicole Kidman, una de mis actrices favoritas, y me ha aceptado, dándome las gracias por mis “Like” con un privado y en nombre de otra persona. Dudaba que fuera la propia Nicole la que se encargara de estas cosas, y ahora que me fijo mejor veo que su nombre está escrito como Nicol, y que en la información de su perfil aparece que trabaja en el staff de Zuckerberg. Será otra admiradora, que la pone a ella en FB por propia iniciativa, con sus fotos y tal, pero luego el nombre es ligeramente diferente, para que no haya problemas.
Luego me he fijado que, como todos los personajes conocidos, tiene su propia página en FB en la que sólo puedes escribir comentarios y poner “Me gusta”, pero no pedirles amistad. Son páginas impersonales, que seguramente lleven gente que trabaja para ellos. Tan cerca y tan lejos.
- Y para coincidencias, he visto por fin una foto de mi amigo Melchor en el Alfa y Omega del ABC. Siempre me fijo en si aparece en sus páginas, porque es un suplemento que trata de temas religiosos, y especialmente de todo lo que acontece en el Vaticano, que es donde está él. En la imagen aparecía en una carrera de relevos, que han llamado “los 100 metros de la fe”, compitiendo con dos atletas, creo que en la Plaza de Roma, porque se ve el Vaticano de fondo. Se le veía apurado para llegar. Y es que era perfecto en todo menos en el deporte. Él se apunta a lo que haga falta.
- Estoy alucinando todo el tiempo con lo de la “doctrina Parot”, rimbombante nombre para lo que en realidad es una miseria más del sistema judicial, denominación que además hace referencia al nombre de un terrorista, que de este modo pasa a la Historia casi como un héroe o alguien digno de mención. Amnistiar presos terroristas con delitos de sangre por “beneficios penitenciarios” (trabajo, estudios), que ya de por sí deberían darse con un canto en los dientes por disponer de semejantes prebendas con los delitos que tienen acumulados, y que encima les hace sumar puntos, gente que tiene condenas que no podrían cumplir ni aunque vivieran mil vidas, es demencial. Nos vamos a terminar preguntando por qué estaban allí, qué habían hecho de malo los pobrecitos para merecer semejante castigo. Parece que se quiere olvidar que los terroristas no son presos comunes, no pueden tener el mismo trato que los demás.
Si se dedican a poner en la calle a asesinos y gente peligrosa, en qué clase de sociedad vamos a vivir. Y encima interviene el Tribunal de Estrasburgo a su favor, al que yo tenía en otro concepto, pues tiene en cuenta sólo los derechos humanos de los criminales pero no de sus víctimas, que ya nada pueden reclamar. Qué sabrá ese tribunal de nuestra problemática, de todo lo que hay detrás del terrorismo en nuestro país. Y más con cárceles como las que tenemos, que son modélicas si las comparamos con las de otros países, no sé qué queja pueden tener.
Puedo imaginar lo que sentirá el familiar o amigo de una persona asesinada por ETA que se encontrara por la calle a uno de sus verdugos, haciendo su vida como si tal cosa. Al final nos obligan a tomar la justicia por nuestra mano, a falta de ella. Este tema será motivo de ira segura para Pérez Reverte, que en sus artículos siempre se está lamentando de esta España nuestra que cada vez más va a menos en todos los terrenos. Despotrica e insulta, y aunque pueda parecer desagradable en ocasiones, en realidad tiene mucha razón. A dónde vamos a llegar…
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