viernes, 18 de octubre de 2013

Un poco de todo (XXV)


- Viendo las imágenes de Lo imposible, que me traían una vez más a la memoria lo sucedido en Sumatra hace 9 años, y después de haber sufrido catástrofes parecidas en los años posteriores, me pregunto cómo no se ha ideado aún un sistema para detener la fuerza destructiva de los tsunamis.

Mientras contemplaba esas imágenes, pensé en que se podrían construir barreras móviles en aquellas zonas especialmente castigadas por estos fenómenos, una especie de muros de contención que se pudieran izar en caso de peligro y que protegieran las costas del avance de las aguas. Al mismo tiempo, un sistema de turbinas submarino absorbería la potencia con la que llegan las olas, para evitar que vuelvan a alta mar y regresen aún con más violencia, y al mismo tiempo se aprovecharía esa colosal energía para generar electricidad.

Sacar partido a fenómenos naturales que son tan destructivos sería una buena forma de plantarle cara a la desgracia que suelen ocasionar. Hay que verle el lado positivo a todo. La Naturaleza continúa siendo la dueña y señora del planeta. ¿Llegará el día en que seamos capaces de dominarla por completo?

- Maravilloso el libro de David Safier Yo, mi, me… contigo. Delirante e hilarante, como todos los suyos. Una buena forma de pasar un rato estupendo y de apreciar todo aquello que de bueno hay en las personas.

- Y un emocionado recuerdo para María de Villota. Pocas personas tienen una 2ª oportunidad de seguir viviendo cuando han estado a punto de morir, pero ella la tuvo y la supo aprovechar. Un año más le fue concedido, en el que escribió un libro, concedió entrevistas, dio charlas y se casó. Hizo muchas cosas María durante esa prórroga, pero no pudo ir más allá. El haber estado a punto de irse de este mundo le hizo apreciar el valor de la existencia como nadie, y quiso hacer muchas cosas como si no hubiera a haber un mañana. Y no lo ha habido.

Me conmovía hace unos meses leer en una de las entrevistas que le hicieron unas declaraciones acerca de su familia, cómo la ayudaban, el cariño y apoyo que recibía de ellos, algo que había sido fundamental para su recuperación y para seguir viviendo sin traumas. Esa es una suerte que no todo el mundo tiene.

Pero ella nunca se encontró bien después del accidente. Los dolores de cabeza eran constantes y bestiales, lo que nunca impidió que se la viera con una sonrisa y con unas ganas locas de vivir. El detalle del parche en el ojo que perdió, a juego con la ropa que llevara, y que le hacía una amiga, da una idea de su coquetería y feminidad. No tenía complejos, María era una mujer inteligente y sensible que supo adaptarse a las circunstancias sin quejas ni victimismos. Daba gracias por seguir estando viva, un milagro que, en su caso, no duró mucho tiempo.

Hoy quiero tener para con ella un recuerdo emocionado, no sólo por su valor, su tesón y su generosidad queriendo compartir su experiencia con otras personas, por si de algo pudiera servir, sino también por haber sido una víctima de las circunstancias a la que la vida puso un caramelo que no pudo disfrutar, como un espejismo, un engaño cruel. 33 años no es edad para morir, aunque ella sabía que la suya era una profesión en la que se está muy expuesto. Me pregunto cómo alguien tan delicado era capaz de enfrentarse a ese ejercicio brutal que es un circuito de carreras. Es la pasión, esa fiebre que te invade y contra la que no se puede luchar, esa necesidad imperiosa de dedicar tu vida a aquello que más anhelas, la descarga de adrenalina adictiva y, como se ha visto en tantas otras ocasiones, letal.

María sabía todo eso, y aún así lo hizo. Por lo menos disfrutó intensamente de su corto periplo vital haciendo lo que más le gustaba, algo por lo que también fue muy afortunada. Sin duda, mereció la pena, a pesar de todo.

- Mis agradecimientos a Silvia Ferreira y Nathaly Habich como las dos últimas incorporaciones a mi pequeño grupo de seguidores.


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