Da la impresión de que las campañas publicitarias se vuelven aún más sugerentes si cabe cuando llega el verano. Las imágenes que se nos ofrecen son tan seductoras y tan refrescantes que es imposible sustraerse a ellas.
No hay más que ver las que lanza Dolce & Gabbana para anunciar sus perfumes. El año pasado, creo, se veía un hombre absolutamente perfecto en una pequeña ensenada llena de un agua de mar azul intenso, vestido con un maravilloso bañador blanco tipo meyba, subido a una barca, donde le acompañaba una mujer muy bella con un bikini también blanco. El spot lo empezaron a pasar cuando estaba yo con mi familia de vacaciones en la playa, y se veía cómo él se acercaba lenta y magnéticamente a ella para abrazarla y darle un apasionado beso. Yo, mi hermana y mi madre dejábamos siempre de hacer lo que estuviéramos haciendo sólo para verlo cada vez que pasaban el anuncio, y al hombre aquel lo solíamos llamar "el divino”. Como se puede apreciar en la foto, resulta hasta procaz, como si la intención de la marca fuera escandalizar, llamar la atención a toda costa.
Este año el modelo me parece que es el mismo hombre, cabello negro azabache brillante peinado hacia atrás, rostro viril y anguloso, enormes ojos azul intenso, con idéntico bañador, y más que en el anuncio para televisión me ha impactado su imagen junto a una mujer, perfecta, que luce el consabido bikini blanco, que es ya marca de la casa, y que he visto en las marquesinas de los autobuses hasta la saciedad. No sólo son los cuerpos los que llaman la atención, que parecen esculpidos por Miguel Ángel, símbolo de la divinidad artística, sino la actitud que adoptan, la forma de mirar a cámara. Es muy perturbador.
Y en esta línea pseudoerótica, son clásicos los anuncios de Jean Paul Gaultier anunciando también su famoso perfume cuyo envase es un cuerpo humano, de hombre o de mujer según se trate. Sobre todo el masculino, cuando aparecen todos esos marineros tan apolíneos, efebos con una belleza hermafrodita y perfecta, paseándose la cámara entre ellos durante unos momentos que parecen eternos, en los que uno siente una cierta inquietud, como si nos sintiéramos turbados por ese ambiente cargado de tensión sexual no resuelta. De fondo, una elegante y sugerente aria cantada por una voz muy hermosa.
Se adivina una homosexualidad latente en todo lo que hace Jean Paul Gaultier, y quizá por eso resulte tan inquietante, nos produzca una mezcla de atracción y repulsión difícilmente explicables. Los modelos que elige son en realidad clones del propio Gaultier cuando era muy joven y empezaba en el mundo de la moda. Quizá sea como un Narciso enamorado de sí mismo, como casi todos los diseñadores y creativos.
Este año se decantó por una serie de anuncios en los que los papeles de los protagonistas se intercambiaban. En uno la mujer yacía sola en la cama, bellísima cómo no, y aspiraba el perfume que él había dejado en la almohada mientras éste se marchaba. En otro era el hombre, perfecto cómo no, el que hacía lo propio mientras ella se iba. A mí todo esto de las intimidades de alcoba, aunque sean post coito, me parece un poco chusco, aunque el atrezzo sea muy sugerente, la atmósfera envolvente y los modelos maravillosos. Da un poco de pudor asomarse a un dormitorio donde aún quedan los restos de una pasión amorosa. Hay siempre una cierta melancolía en el hecho de que el-la amante abandone el lecho y se vaya, dejando sola a su pareja, pues es como si se rompiera un hechizo, un momento mágico.
Pero cualquier otro spot que se lance en esta época cambia su enfoque sólo por tratarse del verano. Las olas de helado son casi tsunamis si las comparamos con las que aparecen en los anuncios del invierno, y se mezclan sus cremas con todo tipo de añadidos suculentos, dando sugestivas vueltas en recipientes enormes ante nuestros atónitos y ansiosos ojos. Los lipsticks de brillo labial son frescos y con sabores y aromas afrutados, de colores intensos. Los geles de baño, los enjuagues bucales y cualquier cosa que se quiera publicitar, por peregrina que sea, dan una imagen de frescor que alivia los rigores del estío, Los modelos son sacudidos por ráfagas de viento y exhiben sonrisas exultantes para demostrar que es cierto.
Playas caribeñas de arena blanca y mar esmeralda, con palmeras bajo cuya sombra se guarecen del calor mientras toman un daikiri afortunados turistas que anuncian viajes maravillosos, ataviados con bañadores horteras multicolores de los de calzón largo (nada que ver con el meyba del divino), y camisas a juego. Parece casi eres tonto si no sigues el ejemplo.
Da igual que sean perfumes, cosméticos, comida o viajes, todo se presenta de forma muy sugerente para tentar nuestro deseo, para despertar nuestros apetitos, si es que no estaban ya despiertos. Hay un erotismo subliminal en esta manera de hacer publicidad, una lascivia implacable que no resulta del todo molesta, pues juega con nuestro sentido lúdico de la vida y con nuestros sentidos.
Qué será lo que se les ocurra a los publicistas en el futuro. Cualquier cosa puede ser.
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