viernes, 26 de agosto de 2011

Matrimonio


Tengo una amiga que me ha anunciado hace poquito que se va a casar. Y aunque está muy ilusionada y muy enamorada, las dudas le asaltan a cada paso. ¿Estaré haciendo lo correcto?. ¿No me estaré precipitando?. ¿Saldrá todo bien en el futuro o se irá al traste?.  Hace poco que conoce a su pareja y hace menos todavía que se fueron a vivir juntos pero imagino que, cuando uno tiene las cosas claras, y más ya a ciertas edades, el tiempo que se demoren las decisiones importantes es tiempo perdido.

Me conmueve profundamente la emoción que la embarga, los planes que va haciendo en su cabeza, sus proyectos. Nada has de temer, le dije yo, si ambos hacéis las cosas con el corazón, confiando plenamente el uno en el otro, queriéndose más cada día que pasa.

Me mandó mi amiga un e-mail con fotos y visita internáutica a la iglesia donde piensa casarse. Es una maravilla. Le comenté que lo suyo parecía un cuento de hadas. Ella, que perdió a su madre siendo muy joven, a la que estaba unida por lazos mayores aún que los de la sangre, sabe que la está mirando allá donde esté y que gozará con todo lo que le está pasando, porque una madre quiere siempre que sus hijos sean felices y estén con buenas personas que los quieran. Cuando le hice partícipe de mis pensamientos casi se echa a llorar. Siempre ha sido muy sensible, pero ahora más.

Su novio ha sabido conocer a mi amiga, algo que otros antes nunca se molestaron en hacer. La ha sabido tratar, la quiere y la cuida, la hace feliz. Ella, receptiva al máximo para todo, sea bueno o malo, ha visto en todo esto un regalo que Dios le ha dado y agradecida le corresponde sin reservas. Pero ambos están nerviosos, los preparativos de una boda pueden ser muy laboriosos, y creen que algo va a cambiar en sus vidas cuando estén casados.

Nada que ver. El matrimonio no cambia nada si lo que sienten es auténtico. El amor es el mismo, la convivencia idéntica. Sólo las novedades vendrán dadas por el nacimiento de los hijos, y lo normal es que ello colme la felicidad que ahora sienten. Muchos son los escollos que tendrán que salvar en su vida en común, los avatares de la existencia tanto si se está solo como acompañado, pero cuando las raíces están asentadas en terreno fértil, el árbol crece sano y fuerte sin que la lluvia, la nieve o el viento puedan hacerlo desaparecer.

De todas formas nadie tiene una bola de cristal donde pueda ver lo que sucederá en el futuro, y sería aburrido si así fuera. Es como ir al cine a ver la película sabiendo cómo va a terminar. Ya no tiene gracia, faltaría la chispa, la emoción del qué pasará. Si cada decisión que tomemos estuviera condicionada por nuestras inseguridades a cerca de sus consecuencias, el temor nos paralizaría, seríamos como vegetales, seres inanimados, sin capacidad de acción. La vida es eso que sucede mientas tú estás haciendo planes, como dijo Lennon muy acertadamente.

Hay ciertos pasos que se dan, como el matrimonio por ejemplo, que son en realidad un acto de fe, un derroche de generosidad de corazón, un abandono en el otro ser. Nadie tiene todos los ases en la manga, pero hay que jugar la partida porque si pasas te quedas relegado. Hay que echarle los restos, como se suele decir, a muchas cosas que nos parecen difíciles, pero sólo porque nosotros mismos somos nuestros principales enemigos y nos ponemos obstáculos allí donde no tendría por qué haberlos. Debemos confiar, creer en los otros, abrir la mente y el espíritu, sino nos volveremos pequeños, mezquinos.

Y lo digo yo que estoy divorciada, lo que no es óbice para que siga creyendo en el amor y en el matrimonio, o mejor en el amor en sí mismo, con o sin matrimonio. Sigo pensando que la unión de pareja es la mejor forma de vivir, y porque no me haya ido bien a mí no significa que vaya a ser así siempre.

Por eso animo a mi amiga a que de el paso, aplaudo una decisión que cada vez menos personas toman. Porque el matrimonio es una forma de sellar el amor, un sacramento más de la Iglesia, y alguna cosa más. Lo importante es estar juntos, y ya el estar juntos es de por sí una aventura.

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