Uno nunca deja de sorprenderse cuando descubre las costumbres de alguna minoría o raza que hasta entonces nos era desconocida, igual que cuando tenemos conocimiento por vez primera de una nueva especie en la Naturaleza. Entonces, la curiosidad no tiene límites, y solemos comparar esas formas de vivir con la nuestra, encontrando por lo general que poco o nada tienen en común, aunque el sentido de las mismas y la manera como se llevan a cabo nos atraen y quizá quisiéramos que se pudieran incorporar a nuestras vidas.
La visión de estas pequeñas poblaciones ensancha nuestros horizontes mentales, pues nos abre una puerta a otras maneras de entender el mundo, nos saca de las limitaciones impuestas por el entorno cultural en el que hemos nacido y nos obliga a cuestionarnos algunas de nuestras certezas.
Así fue cuando supe de la existencia de los mosuo, una población de 44 mil habitantes que viven en el sudoeste de China, a los pies del Himalaya y cerca de un gran lago. Son conocidos por ser una sociedad matriarcal, en la que una mujer dispone de varios hombres y los hijos y la propiedad son sólo de ella. La herencia se transmite de madres a hijas. Los hombres no tienen casa propia, viven toda su vida en la de su madre, y en ausencia de ésta en la de sus hermanas.
El matriarcado es una tradición milenaria que nació en una época en la que los hombres morían en las guerras, vivían como nómadas o eran monjes budistas que habían hecho voto de castidad y no reconocían a su descendencia. En ausencia de ellos, las mujeres recogían las cosechas, procuraban sustento a sus familias e imponían las normas.
Lo que más llama la atención de los mosuo es su costumbre de la “unión libre”: el hombre y la mujer se unen mientras dure el amor, tienen todos los hijos que vengan porque ser madre es lo más maravilloso que le puede pasar a una mujer, y cada uno vive en casa de su madre. Nunca llegan a convivir, pasan juntos el tiempo que sus obligaciones les dejen. Ellos dicen que al no compartir techo no ponen a prueba el amor, sólo disfrutan de lo bueno, no existen compromisos ni responsabilidades.
No usan métodos anticonceptivos y las mujeres no se someten a reconocimientos médicos por pudor.
En la época de Mato Tse Tung fue enviado un comisario político a la zona para obligar a todas las parejas a casarse por lo civil, porque se decía que la sociedad china rechazaba su forma de vivir por considerarla promiscua. Con el tiempo, y tras la desaparición del dictador, los matrimonios se disolvieron.
Una misma mujer puede ser visitada por varios hombres en una noche, pero sólo escogerá al primero que llame a su puerta. Después, antes del alba, el hombre debe volver a su casa. Antiguamente el hombre mosuo lo tenía mucho más difícil, porque debía atravesar dos ó tres montañas antes de llegar a donde estaba su amada, pero ahora disponen de moto y se recorren los kilómetros que haga falta en poco tiempo.
A los mosuo les gusta bañarse juntos, hombres y mujeres. Es un momento para reforzar la amistad y establecer nuevas relaciones de pareja. Para ellos es un juego, charlan, se tiran agua unos a otros, ríen. Sin duda ésto puede ser visto con reticencia por el resto del mundo, pero no hay mal en ello porque su corazón posee esa limpieza propia de los que no han sido nunca contaminados por la malicia, quizá porque son una población que habita en una zona muy aislada y remota y por eso conservan su pureza. Tienen siempre una eterna sonrisa en los labios porque su forma de vivir les hace muy felices, no hay ataduras ni imposiciones, sólo la necesidad y el gusto de estar juntos y pasarlo bien.
La suya es una comunidad en la que no existe la violencia, y es común el buen trato y la hospitalidad. No hay delincuencia.
Con frecuencia son contemplados por otras culturas como una rareza y por ello son objeto de interés turístico. Muchos son los que se aprovechan de su carácter afable e ingenuo queriendo hacer un mal uso de sus costumbres. A veces se sienten manipulados, menospreciados.
Su medio de subsistencia es muy modesto, porque es una zona rural donde todavía se utilizan aperos antiguos y hay muy pocas concesiones a la modernidad, pero ellos se conforman, no parecen necesitar más. Los hombres son los encargados de la ganadería y de la pesca.
Sus rostros están enrojecidos por las bajas temperaturas a las que el clima del lugar les somete. Me recuerdan un poco a los esquimales.
Confío en que los mosuo puedan seguir viviendo de acuerdo con sus tradiciones por mucho tiempo más. Algunas de ellas no estaría mal que se adoptaran en el mundo occidental: su sentido de la libertad, su tolerancia, su sencillez, su optimismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario