martes, 30 de agosto de 2011

La habitación


Antes de las vacaciones mi hija hizo una pequeña remodelación en su habitación. Quitó todo lo que le pareció superfluo o infantil y colocó por las paredes unas fotografías suyas, sola o con amigas, que imprimió en tamaño grande. Curiosamente, dejó en una de las estanterías un libro que compré cuando eran más pequeños ella y su hermano que enseñaba a hacer trabajos con cartulina y otros materiales. Yo, que soy tan torpe para las manualidades, con ese libro todo parecía muy sencillo, y además tenía ideas muy buenas y se podían hacer cosas muy bonitas.

Recuerdo que lo adquirí en una época, cuando estaba casada, en que los fines de semana en el pueblo de mi ex marido se hacían muy largos y no sabía cómo entretener a los niños, y de paso entretenerme yo.

No sabía que a Anita le hubiera gustado tanto. La verdad es que yo no he sido una madre que supiera distraer a sus hijos. No se me ocurrían cuentos ni juegos, no tengo imaginación, y creo que mis hijos echaron en falta eso, sobre todo Anita. Nunca he pasado más allá del corre que te pillo o el hacer cosquillas cuando menos se lo esperaban.

Ella no fue la típica niña que jugaba con muñecas. Colocaba una pizarra en la cabecera de su cama, me hacía sentar, escribía unas letras con la tiza y con una regla me iba señalando lo escrito para que yo lo repitiera. Imitaba a una profesora que tenía por entonces que, por lo que pude ver, debía ser tediosa. Cuántos docentes mediocres hacen perder el tiempo a los niños y terminan por hacer desaparecer su interés por las cosas y por desaprovechar su capacidad intelectual. Los peques son como esponjas, todo lo absorben, y necesitan de alguien que se interese realmente por ellos y los estimule.

También conservó unos albumes, con personajes de Walt Disney en la portada, llenos de pegatinas que coleccionó cuando estaba en el colegio. Todos los niños las tenían, estaban de moda. Algunas con mucha fantasía, pues eran en relieve o tenían ojos de esos que se mueven cuando los agitas.

Ana dejó su dormitorio más acorde con su edad, más adolescente. Pero me fijé que había quitado el pequeño Niño Jesús dormido de su alfombrita. Sé que ella carece de creencias religiosas, para mi desgracia, pero aún así le pregunté por qué lo había hecho desaparecer. “Es que no es nada fashion”, me dijo, “no pega con nada de mi habitación”. Al poco tiempo puso en su lugar una medallita que le regalaron cuando nació, y al Niño Jesús me lo encontré guardado en uno de sus cajones. Anita es de las personas que, aunque se confiesan ateas, conservan en el fondo de su corazón sin querer reconocerlo ni a sí mismas ni a los demás un pequeño lugar para la esperanza, porque nadie puede vivir sin un poco de luz ilumininándolo por dentro.

Qué tenía yo a su edad en mi habitación. En la cabecera de mi cama fotos de series de televisión que emitían por aquel entonces, una imagen de una nebulosa verde que recorté de una revista y un anuncio del perfume Jules que era el dibujo de un hombre moreno, alto y fuerte que estaba de espaldas, muy anchas espaldas, con una cazadora negra. En las paredes un gran póster de la película La familia, fotos de actores de antes (James Dean, Marlon Brando) y una postal que representaba un pequeño elefante subido a un globo aerostático con un ratón, en la que se decía que la amistad no depende de cosas como el espacio y el tiempo.

Recuerdo que yo me encontraba muy a gusto en mi habitación. Tenía el mismo tamaño que la que tiene ahora Ana, pero la compartía con mi hermana. No había mucho espacio para las dos, pero tampoco importaba. Mi cama era muy confortable, no he vuelto a dormir bien en ninguna otra. Luego se deshicieron de ella cuando me casé, porque mi hermana redecoró el dormitorio para adaptarlo a su gusto y nueva necesidad, con una sola cama. Así tenía más espacio, y además le daba menos pena al ver mi cama vacía.

El dormitorio es una de las habitaciones de una casa que más remodelaciones puede sufrir. Es el sitio más personal, nuestra seña de identidad. Tengo unas fotos que cogí de una revista de decoración con ideas diferentes y maravillosas para mi dormitorio, al que desde hace tiempo tengo ganas de cambiarle el aspecto. Quizá porque mis gustos y las modas han cambiado desde que lo decoré, y también mis circunstancias, y ahora necesito otra cosa.

En realidad cambiaría toda la casa, que ya hace casi 17 años que vivo en ella y le hace falta otro look. Bueno, cambiaría de casa para mudarme a una más luminosa y más grande. Bueno, cambiaría a otro barrio, donde no demuelen fábricas durante interminables meses y no haya partidos de fútbol que colapsen la vida de la vecindad. Bueno, cambiaría de ciudad aunque fuera por temporadas, porque Madrid me agobia un poco últimamente con tanta gente y tanto tráfico. Bueno, cambiaría de país, que esta España cañí ya cansa un poco y necesito nuevos aires. Bueno, me iría a vivir a otro planeta porque esta bola azul que es La Tierra se va a ir a la porra cuando menos lo esperemos …

De momento, la habitación de Ana es la que ha cambiado. Y ya es un comienzo.

No hay comentarios:

 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes