A mí las películas de miedo no me han gustado nunca mucho que digamos, pero dentro de ese género hay algunas de suspense que sí me gustan. Porque qué es el suspense si no, el miedo entrevelado, el que yace en el subconsciente de todos, el que realmente nos sobrecoge y despierta nuestra fibra más sensible, poniéndola en alerta. El otro, el terror, lo gore, es demasiado explícito y sangriento, asusta también pero de otra manera, no llega a lo más profundo de nuestro ser. Es como ir en el tren de la bruja, cuando pasas por el túnel oscuro con temor porque no sabes de dónde te va a venir el golpe.
Y si hay una película de suspense que me ha gustado siempre mucho es Lo que la verdad esconde, protagonizada por la bellísima Michelle Pfeiffer, y en la que vemos a un Harrison Ford haciendo por vez 1ª de malo. Es la historia de una mujer que dejó su carrera como violonchelista para dedicarse al cuidado de su familia y que, por culpa de un accidente de coche el año anterior, hay partes de su pasado inmediato que no puede recordar.
A través de extrañas señales, va empezando a aflorar a su memoria lo que había olvidado, y va descubriendo que su marido tuvo una amante a la que asesinó. La muerta se le aparece en el cuarto de baño de su casa, en la imagen de fondo del espejo, o dejándole mensajes escritos en el vaho que lo cubre cuando se está calentando el agua de la bañera. Un albornoz que cae al suelo de repente, dejando escapar de un bolsillo una cadena con la llave de una pequeña caja; un retrato que se rompe, empujado por una ráfaga de viento una noche de tormenta, que deja al descubierto un recorte de periódico con la noticia de un suceso acaecido tiempo atrás; un mechón de rubios cabellos que perteneció a la difunta, y que cuando la protagonista tiene en su mano hace que el espíritu de ella se posesione de su cuerpo y la haga comportarse como la sugerente Madison, la bella y joven amante de su marido, ante el estupor y la inquietud de éste.
Cuando se descubre toda la trama su esposo, que no está dispuesto a ir a la cárcel, decide asesinarla a ella también. Es curioso lo preocupada que ella siempre había estado por unos vecinos que discutían en voz muy alta, pues estaba convencida que el marido maltrataba a su esposa, y que en un momento dado la había llegado a matar. Nunca hubiera pensado que el único homicida psicópata con una mente fría y calculadora que había lo tenía en su propia casa.
Es tremendo el cambio que se produce en la expresión de la cara del personaje interpretado por Harrison Ford, que de ser un atento y solícito marido y padre de familia, pasa a revelar su auténtica personalidad, la de un hombre ambicioso de moral relajada capaz de cualquier cosa con tal de llevar a cabo sus propósitos. Siempre me ha llamado la atención la rapidez con la que los individuos de estas características pueden pasar de una conducta a otra sin solución de continuidad, como si realmente fueran ambas personas y se creyeran lo que son con cada una de ellas. Pero, como pasaba con el Dr.Jekyll y Mr. Hyde, el lado oscuro termina imponiéndose, quizá porque la naturaleza humana está hecha así.
Son magníficas las tomas de Michelle Pfeiffer en la bañera, cuando su marido le ha administrado la sustancia paralizante y tiene que permanecer inmóvil mientras ve cómo el nivel del agua va subiendo. La imagen de ella, repentinamente transformada en una cadavérica Madison cuando Harrison Ford intenta ver qué es lo que tiene colgado al cuello, es muy impactante. Y cuando él se golpea la cabeza por el susto y, ensangrentado, intenta extender sus manos hacia ella para estrangularla sin conseguirlo porque le fallan las fuerzas, con esa mirada asesina en sus ojos, es indecible.
Robert Zemeckis, magistral director de cine donde los haya, convierte una historia que podría haber sido un relato más de misterio en un prodigio de ritmo y tensión por su excepcional manera de hacer las tomas. Los ángulos que escoge, esos primeros planos de frente o desde abajo, sus picados, con una muy cuidada escenografía, hacen que te pongas en el lugar de los protagonistas, que seas víctima y verdugo alternativamente, que sientas lo que ellos están sintiendo en cada momento.
Los planos de ella huyendo de noche en la camioneta, con tomas rodadas desde muchos ángulos diferentes con varias cámaras a la vez que se acercan y se alejan; la visión a través del retrovisor de la sombra de su marido proyectándose sobre las cortinas de una ventana de su casa recuperando la consciencia, y una puerta entreabierta por la que se supone que él ha salido para perseguirla, recuerdan al mejor cine de suspense de hace muchos años, cuando los hechos se daban a entender más que se mostraban explícitamente.
Y al final, cuando la camioneta cae al lago y bajo el agua él intenta una vez más asesinarla, es tremendo ese momento en el que el cadáver de Madison empieza a emerger justo debajo de ellos, flotando por donde él tiró su coche cuando la mató para deshacerse de las pruebas, en una toma a cámara lenta espeluznante, con la luz de los faros de la camioneta iluminando el rostro de la fallecida alternativamente, mostrándola unas veces con la putrefacción de la muerte y otras tan hermosa como había sido en vida. Cuando coge a su asesino por un brazo para que no pueda salir del agua, salvando a la protagonista de un destino tan terrible como el suyo, y no retorna a su improvisada tumba hasta que éste muere, resulta de una inexorabilidad apabullante, la justicia que por fin se ha impartido, la venganza cobrada, el merecido castigo para el que comete tan horrendo pecado. Si no el crimen habría quedado impune. Una vez más el sistema legal es puesto en tela de juicio. Y la consideración de la mujer como el sexo débil, pues es tremenda la fuerza y la personalidad de Madison incluso más alla de la vida terrena.
Zemeckis eligió a dos actrices con una curiosa similitud física, de modo que el personaje de Michelle Pfeiffer y el de Madison pareciera que se confundían en una sola persona. Si lo pensamos un poco más detenidamente, no deja de ser muy cruel que una mujer se entere de esa manera de las fechorías de su marido, alguien con una sensibilidad como la suya y con un estado de nervios como el que siempre tenía. Cualquier otra persona podría haber perdido la cordura. Pero los personajes que interpreta Michelle Pfeiffer suelen ser así, seres de apariencia frágil pero con una enorme fuerza interior. Por otro lado, no deja de ser inquietante y muy impactante que la víctima impida que el olvido eche tierra a su caso utilizando a la esposa de su asesino, apoderándose de su persona, para terminar haciendo ambas causa común.
Robert Zemeckis nos ofrece una obra maestra del suspense, del manejo técnico de unos recursos utilizados de una forma muy personal. No he visto a nadie usar la cámara de esa manera, llevar una historia que podría haber sido sólo un relato macabro con tan buen gusto y con tanta imaginación. Las tomas bajo el agua cuando la protagonista se lanza al lago para buscar la caja que contiene las cosas personales de Madison, o las de su misma lucha por la vida intentando zafarse de las garras de su marido que la quiere asesinar, y el resto de magníficos efectos especiales usados sin exceso, convierten a esta película en una de las mejores producciones de suspense se han rodado en los últimos años.
Después de ésto, nadie querría estar en el lugar de Michelle Pfeiffer, pero tampoco nadie querría abandonarla.
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