lunes, 1 de agosto de 2011

El atentado de Oslo


Parece ser que por la forma de reaccionar de un pueblo ante las grandes tragedias que le acontecen se puede saber cómo es. Pasó con los atentados de Al-Qaeda, cuando fuimos testigos de la manera tan distinta de asumir el drama que tenía cada sociedad según el país del que se tratara.

Nosotros protagonizamos marchas gigantescas por las calles de las ciudades, y hubo muchos discursos, muchas lágrimas y hasta monumentos conmemorativos. Quizá hagamos demasiado ruido, pero dicen que es bueno desahogarse ante situaciones insostenibles si se quiere tener una buena salud mental. En Gran Bretaña nos sorprendió la actitud tan fría, tan reservada de su pueblo, haciendo honor a su conocida flema. Ellos piensan que el dolor es una cosa privada.

Curiosamente, cuando tuvo lugar el atentado de Oslo hace escasas semanas, creí que sucedería lo mismo que en Inglaterra, pues me parece que los europeos, cuanto más al norte estén, más fríos y cerebrales son. Estaba equivocada: allí han llorado hasta sus soberanos, todo el mundo se ha vestido de luto por dentro y por fuera, y se han inundado montones de rincones de la ciudad con flores y velas como tributo y recuerdo de las desafortunadas víctimas.

Los noruegos dicen que han encajado muy mal el golpe porque no tienen un historial de actos violentos en su haber. O no por lo menos en su pasado más reciente, pues en la época de los vikingos fueron grandes conquistadores, aunque no destacaron, de entre todos los pueblos nórdicos, por su ferocidad, sino más bien por su maestría como navegantes.

Se puede decir que están sobrecogidos por lo que les ha pasado, con un estupor parecido al nuestro cuando ocurrieron los atentados de Atocha, porque aunque en España por desgracia sí existe un historial de violencia terrorista importante, nunca hubo uno de una crudeza semejante.

Pero el hecho de que de entre tanta gente civilizada haya salido un anormal, un psicópata, no echa por tierra la reputación de un país como el noruego que, al igual que el resto de los países nórdicos, en los que desde luego no me importaría vivir si no fuera por la frialdad de su clima, gozan de un alto nivel en todos los sentidos. Por eso hasta un simple granjero ordeñavacas y pisaboñigas tiene ese aspecto tan fashion y es capaz de planificar con la precisión de un profesional un atentado tan sangriento como éste.

Casi se podría equiparar lo sucedido en Oslo a la matanza que se hubiera podido perpetrar en una guardería. Los noruegos parecen personas tan buenas, tan inocentes, tan pacíficas, que resulta aún mucho más terrible todo lo que les ha sucedido. Son como niños. Y es que parece que no pudiera existir en la tierra un paraíso que el ser humano no desee destruir en algún momento dado.

En Noruega hasta sus cárceles se asemejan a lugares de ocio y esparcimiento. Vi una foto en la prensa de cómo es una celda en un centro penitenciario allí, y en seguida pensé que estaba amuelabada al estilo Ikea, idea que corroboró un titular que leí poco después. No en vano es una multinacional escandinava. Mini bar, televisión de pantalla plana colgada de una pared, mesas, armarios y cama muy estilosos, funcionales, sencillos y bonitos, en tonos claros. Ventana sin rejas. Por lo visto, en el lugar donde han recluído al psicópata tienen instalaciones deportivas y de vez en cuando pueden ir a pasear o a hacer footing a un bosque cercano bajo vigilancia.

A lo mejor es que allí los malos no son demasiado malos y por eso no hay que castigarlos demasiado, o que las autoridades pecan de un exceso de tolerancia y de bondad. Y a los fanáticos los llaman psicópatas, como para intentar encontrar un sentido o justificar sus abominables acciones, pues no comprenden su alcance, no les entra en la cabeza que pueda haber personas así. Tiene su gracia.

Le preguntaba yo a mi hijo, experto en armas (su grado de civilización no es muy noruego que digamos), que cómo una sola persona con un arma como la que tenía aquel individuo pudo matar a tantas personas. Me refería al 2º atentado que cometió, el del campamento juvenil. Me dijo que esas armas se cargan con facilidad, se trata sólo de eso, de descargar toda la munición y de volverla a cargar, como Rambo. Fantástico.

Pero que no teman los noruegos, éste ha sido un episodio esporádico cuyas heridas no tardarán en restañar. Ellos no llevan la violencia escrita en su código de barras genético.


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