jueves, 11 de agosto de 2011

Mi nuevo destino

Recalé por fin en Fomento, en Marina Mercante. Estoy en un edificio antiguo con mobiliario y tecnología modernos. En cada piso hay una maqueta de barco diferente, algo que le encantaría a mi padre ver, pues siendo muy jovencito quiso ser marino mercante, aunque luego la vida te lleva por otros derroteros.

Los despachos de los cargos directivos son de maderas nobles. Mi despacho es muy espacioso, y mi mesa está situada junto a una gran ventana que sí se puede abrir. ¡Se acabaron los hermetismos de los edificios inteligentes, cocedero de infecciones, pudridero de personas!. Por fin luz natural y aire de la calle, aunque sea de Madrid, sin filtros.  Se acabó el odioso papel reciclado amarillento. ¡Qué gusto, por favor!.
Y buenas personas en los compañeros que he conocido, muy educados, considerados. Algunos quedan por venir, pues es época de vacaciones.

Me están enseñando el trabajo, que es laborioso porque toca muchos palos. Poco a poco. Tengo que estar manejando ficheros y billetes de embarque. Puedo imaginar que soy uno de esos pasajeros, haciéndose algún viajecito interinsular, con el ancho mar de por medio. Y es que no sólo les gusta el agua salada a los lobos de mar.

La subdirectora que tenía en mi anterior trabajo me dijo que lamentaba muchísimo mi marcha. Ella apreciaba enormemente mi forma de trabajar y mi persona, y siempre que surgía la ocasión me lo ponderaba. Se lo agradezco más de lo que ella pueda imaginar, porque en los muchos años que llevo en la Administración sólo lo han hecho un par de veces antes.

Echaré de menos la visita de algunos artistas, actores de teatro y televisión, y el propietario de algún circo, que solían ir por allí a traer papeles, obligados a seguir los trámites interminables que la burocracia les impone, nos impone a todos. Recordaré especialmente a Paco Vidal, al que siempre he admirado desde que hace una eternidad interpretara en Crónicas de un pueblo el personaje del cura. Parece que hubiera hecho un pacto con el diablo, siempre con el mismo aspecto, y su forma de hablar, inconfundible, cuando se dirigió a mí. Qué emoción. Hubiera pedido más de un autógrafo si no fuera porque me da vergüenza y me parece cosa como de adolescentes. También recordaré a Roddy, que tuvo una época que aparecía mucha en la tele, tan dulce y tan buena persona en todo momento.

Fue muy interesante tener entre manos proyectos teatrales, pues en ellos se veía el esfuerzo, la dedicación y ese derroche de imaginación que hacen falta para vivir en un mundo como es el de la interpretación. Aunque mi recuerdo siempre irá especialmente dedicado al circo, que fue la materia con la que empecé a trabajar, espectáculo que abarca a todos los demás espectáculos, tan distinto y especial, y a veces tan olvidado.

Me llevo conmigo la amistad de una compañera, a la que dedicaré un post en breve, y con quien voy a conservar lazos de afecto que espero duren mucho tiempo. También me llevo a otra persona muy especial  en mi corazón. Y me llevo conmigo, en fin, sensaciones y experiencias diferentes a otras que he tenido anteriormente, y que forman parte de mi bagaje vital.

No echaré en falta trabajar en una planta diáfana, perpetuamente expuesta a la vista y oídos de todos. Nunca me llegué a acostumbrar. Un despacho da más independencia, y en el que estoy ahora es un remanso de paz.

Los compañeros que ahora tengo me preguntan por mis cosas sin afán cotilla, por deferencia o educación, y porque quieren saber cómo soy yo. Todos hacemos el mismo trabajo, sin distinción.

Mi jefa es una señora muy agradable, muy llana y muy franca. Tiene desde hace poco un problema familiar, que espero no tarde en solucionársele, y aún así encuentra ánimo para ser amable y distendida con todos. No es de las que se llevan los problemas personales al trabajo, como he visto en casi todos los otros sitios en los que he estado. Aquí no hay más que gente sencilla y bienintencionada, y eso no es frecuente y es muy de agradecer. Estoy realmente encantada.

Carta de navegación de Juan de la Cosa
Por allí hay varios edificios dedicados a asuntos del mar, pues está próximo el cuartel de la Armada, y el Museo Naval, que visité hace un tiempo con una compañera de mi anterior trabajo que sólo estuvo unos meses con nosotros, aunque fue una incursión breve porque estábamos en el tiempo del desayuno. Pienso ir a verlo más detenidamente porque es precioso, uno de los más bonitos que tenemos en Madrid.

Lo cierto es que es una zona inmejorable, con el parque del Retiro a un paso. Más de una vez me pasearé por allí, que hace mucho que no voy y me encanta.


No sé en adelante cómo serán las cosas en mi nuevo destino, pero de momento el cambio ha sido bueno. Y es que como se suele decir, mutatis mutandis.



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